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Por Jorge Capitanich
Miércoles, 12 de diciembre de 2018
La calesita argentina o la interrupción de ciclos incompletos
Quiero agradecer tu gentil invitación a debatir “La Calesita Argentina” con un breve artículo que exprese un aporte a este interesante, necesario y trascendente debate público.


Los avances y retrocesos de nuestro país a través de la historia es necesario considerarlo desde una perspectiva geopolítica en virtud de 156 tratados internacionales y cuatros tratados esenciales: Tratado de Viena de 1815, Tratado y Conferencia de Berlín de 1878, Tratado de Versalles de 1919 y Conferencia de San Francisco y creación de la Organización de las Naciones Unidas (1945-1947).

La geopolítica global define el comportamiento de los países y naciones en un contexto cambiante de delimitación de imperios, su configuración y los procesos de evolución de los sistemas políticos, económicos y sociales a nivel mundial. La República Argentina ha tenido a través de su historia tres tensiones estructurales, que produjeron tres asimetrías severas con efectos en la organización de las instituciones políticas, económicas y sociales. En efecto, ha tenido una tensión entre gobernabilidad política y calidad institucional, entre estabilidad macroeconómica y crecimiento sustentable, entre inclusión social y distribución equitativa de la riqueza.

Estas tensiones originaron asimetrías en la distribución funcional del ingreso (entre trabajadores y empresarios), en la distribución inter-temporal del ingreso (niños, adolescentes y jóvenes con respecto a adultos y adultos mayores), y finalmente en la distribución espacial del ingreso entre provincias o territorios entre sí. La lucha entre unitarios y federales, involucró una disputa respecto a la distribución de la renta aduanera y de correos (principales fuente de financiamiento del estado en la época), en la libre navegabilidad de los ríos interiores y en el ejercicio de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina.

Desde la revolución de mayo hasta la organización nacional basada en una constitución nacional, un sistema de gobierno y una capital federal pasaron 70 años con las tensiones entre el monopolio de comercio español y el libre comercio, entre la pérdida de hegemonía del imperio español y la nueva hegemonía británica y con la irrupción creciente de procesos independistas y democráticos en las antiguas colonias españolas.

La contradicción inicial no fue una revolución probritánica, antihispánica a favor del libre comercio, sino que fue una revolución democrática contra el absolutismo en el marco de un nuevo contexto geopolítico mundial derivado de la derrota de Napoléon Bonaparte con la nueva distribución del territorio europeo y sus posesiones coloniales en base a la arquitectura aristocrática de Von Miternich y el Vizconde Casterlagh.
Desde la revolución de mayo las tensiones políticas fueron por recursos de financiamiento, por inserción internacional y por disputas del centralismo porteño y las industrias y producciones regionales de las provincias.

Estas disputas afectaron la gobernabilidad pues la inestabilidad política, las disputas anárquicas, la incapacidad de sostener pactos, tratados, reglamentos para lograr una constitución y un sistema de gobierno aceptado por todos se dieron en el marco de un mundo cuyas tendencias entre monarquías y repúblicas se sucedían incesantemente desde la Revolución Inglesa de 1688, pasando por la revolución americana de 1776 y la revolución francesa de 1789.

Por esta razón tuvimos inestabilidad política, fusilamientos, incapacidad de articular un proyecto en común pues las disputas de intereses entre las grandes potencias en nuestro espacio territorial tuvo la injerencia del imperio británico, español, lusitano más las expresiones de nuestros pueblos originarios. La ley de aduanas de 1835 y de 1875 fueron los pilares de una revisión histórica respecto a la configuración de un proyecto nacional. La revolución de mayo y la independencia de las provincias unidas de Sudamérica entre 1810 y 1816 no incluyeron las provincias litoraleñas, como así también los congresales no representaban los intereses globales del territorio.

Del mismo modo, las sucesivas disputas entre Nación y Provincias por recursos fiscales y los privilegios del centralismo porteño sobre el interior marcaron asimetrías incorregibles en el tiempo.

La división internacional del trabajo y la revolución industrial junto a la prédica del libre comercio marcaron un sendero para la construcción de un modelo agroexportador inicialmente con la producción de tasajo y cuero, posteriormente ganado ovino y producción lanar hasta llegar a la ganadería bovina y la producción agrícola de la pampa húmeda de cereales.

Obviamente, el centralismo porteño conspiró contra una organización federal íntegra y equitativa, conformando un sistema elitista de voto calificado y exclusión de mayorías populares. En 1869 con el primer censo de Domingo Faustino Sarmiento nuestro país tenía 1,8 millones de habitantes, 71 % de analfabetos y 89% de pobres. En 1895 teníamos 4 millones de habitantes y en 1920 alcanzamos 8millones de habitantes siendo el 50 % de los habitantes de Capital Federal extranjeros y el tercio del país con la misma procedencia.

El voto calificado implicaba el voto de tan solo un 4 % de los habitantes a través de un sistema político fraudulento e indirecto. Las luchas populares, y las insurrecciones armadas provocaron la ley Sáenz Peña en 1912 y la primera elección con voto masculino con el triunfo del Hipólito Yrigoyen el 2 de abril de1916.

La estabilidad y el voto popular

Estabilidad política exige voto popular, exige alternancia entre partidos y sostenibilidad democrática. Esto fue interrumpido sistemáticamente mediante golpes militares desde 1930 en adelante, por lo tanto, la pendularidad de gobiernos civiles y militares, la escasa representatividad y transparencia del voto popular, y el sostenimiento de las reglas de juego del sistema impidieron la construcción de un modelo político que combine gobernabilidad y calidad institucional. La neutralidad en ambas guerras mundiales y la injerencia sistemática del imperialismo británico primero y norteamericano después incidieron en el diseño del sistema político, tanto en su estabilidad como en su calidad institucional.

La tensión entre estabilidad macroeconómica y crecimiento estuvo asociado claramente a la disputa entre un modelo agroexportador y un modelo de base industrial con patrones de acumulación internacional diferentes cualitativamente pero con restricciones objetivas del sector externo que no pudieron superarse por la ciclos interrumpidos sistemáticamente.

Obviamente, esto aceleró las tensiones entre inclusión social y distribución del ingreso en base a una creciente concentración urbana dando lugar al fortalecimiento de corporaciones representativas de intereses de empresarios y trabajadores sin la sostenibilidad de un modelo de reglas sostenibles en el tiempo en materia fiscal, cambiaria ni monetarias.

La inclusión social morigeraba las tensiones, pero la distribución del ingreso agudizaba las mismas desde la perspectiva espacial y funcional, al mismo tiempo que las asimetrías inter-temporales. El desarrollo de un modelo de base industrial agudizó la restricción externa (faltante de dólares) pues en forma simultánea la maximización de la tasa de empleo, aumento del salario real, organización del sistema previsional y desarrollo de las economías regionales con ejecución de obras de infraestructura requieren un patrón de comportamiento que pueda alinear al mismo tiempo ejes, reglas y políticas en base a un proyecto sustentable en el tiempo.

Desde el constitucionalismo social, hasta el voto femenino pasando por la organización del voto popular o los sistemas de seguridad social y la ampliación de derechos, en todos los casos las tendencias mundiales impactan en el país. La historia permite visualizar que los cambios no se producen en forma autónoma fruto de perspectivas locales. Son de naturaleza global con impacto nacional. La geopolítica es determinante.

En resumen

Por lo tanto, en aras de resumir las ideas pretendo señalar que la comparación de otros países con la República Argentina reviste ciertas características propias de nuestra idiosincrasia y peculiaridad, pero se inscriben en proceso de mayor complejidad relativa y alcance mundial.

En síntesis, no supimos, no pudimos o no quisimos construir un modelo económico de base industrial competitivo que integre cadenas de valor en nuestras economías regionales configurando un sistema político de alta calidad y una distribución justa y equitativa de la riqueza para plasmar un contrato social que integre un acuerdo federal, económico y social para garantizar unidad en la diversidad.

Democracia pluralista, convivencia civilizada, desarrollo económico con justicia social y respeto a nuestra identidad con una inserción internacional moderna y eficiente podría ser la declaración de principios esenciales para corregir nuestros eternos desencuentros. Esta es una apretada síntesis de más de 1500 hojas escritas de reflexión, experiencia y análisis. Con sincero afecto y agradecimiento.


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