Se terminó el tiempo de las especulaciones en torno a los comicios y se abre así una nueva etapa institucional con múltiples desafíos y una incertidumbre que sigue sin disiparse.
Ha sido un año de desgaste absoluto tanto en lo político como en lo económico. A la innegable e insoportable crisis se han sumado los vericuetos de la ingeniería electoral y sus consecuencias han sido nefastas.
Con el resultado inapelable que brindaron las urnas el pasado domingo desaparece uno de los factores centrales que contribuían al desconcierto generalizado y no ayudaban al proceso de toma de decisiones.
Sin esta referencia imprescindible, el panorama económico y financiero no encontraba paz alguna en medio de las turbulencias y cualquier declaración de campaña se convertía entonces en una tragedia en una u otra dirección.
Hoy, con el escenario institucional mas claro y con un horizonte de cuatro años de mandato por delante, al menos esa variable tan relevante, deja de ser un tema de discusión y pasa a ser un elemento esencial de la realidad.
Pero esa confirmación que aportaron los comicios y que tuvo sus primeros indicios en las primarias del mes de agosto esta plagada de cientos de interrogantes que aun no se clarificaron como para entender lo que viene.
En temporadas de inestabilidad económica prolongada y de problemas estructurales que tienen larga data la falta de información contundente acerca del porvenir solo genera mas temores e invita a un circulo vicioso.
Los actores económicos que protagonizan el mundo de los negocios esperan tener muchas mas precisiones para actuar en sintonía y tomar determinaciones y eso, al menos por estas horas, no aparece con claridad.
Es que más allá del triunfo del espacio político mayoritario, allí conviven diferentes expresiones tan diversas que parece difícil desentrañar quienes tendrán el mando y como administrarán finalmente su cuota de poder.
Allí empiezan nuevamente las infaltables intrigas, las elucubraciones más retorcidas y por lo tanto emerge la incertidumbre tomando nuevamente el centro de la escena y ofreciendo solo mas confusión a esta gran ensalada.
Bajo esa nueva perspectiva, el nuevo gobierno, una vez que inicie su recorrido formal, va camino a ingresar a un peligroso juego de tensiones permanentes, esta vez puertas adentro del frente político victorioso.
Eso no se dilucidará tan pronto. Muy por el contrario, el sendero a transitar será lento y probablemente zigzagueante, inclusive habrá que asumir que en ese itinerario convivirán habitualmente marchas y contramarchas. Todo este coctel se produce mientras la economía cruje y la región continental vive distintos momentos de crispación con cuestionamientos a los gobiernos democráticos, denuncias de fraude y un aire enrarecido que no permite visualizar un destino venturoso en el corto plazo.
Así las cosas, el flamante Presidente electo tendrá que enfrentar infinitos retos, tanto políticos como económicos, apostando a un nuevo equilibrio que le posibilite tomar las riendas de la situación primero y orientar luego los esfuerzos para encauzar una demanda social con escasa paciencia.
La gente que los ha votado lo ha hecho, entre tantas razones, porque entiende que su presente es insoportable, que sus pesares cotidianos son gigantes y que este deterioro debe encontrar un límite cuanto antes.
Esa expectativa esta puesta ahora sobre los hombros de los circunstanciales ganadores y entonces asoman ciertas vacilaciones acerca de si los nuevos conductores tendrán las respuestas adecuadas para brindar soluciones.
En campaña los discursos opositores siempre rinden frutos, sobre todo cuando los que gobiernan han cometido tan burdos errores y esos desaciertos le cuestan a la sociedad perdidas en su calidad de vida.
El trabajo que hay que hacer es bastante complejo. Requerirá de creativos consensos y una elaborada construcción política suficientemente mas amplia que la planteada, hasta ahora, por los ocasionales vencedores.
Se necesita abrir el juego, pero no solo un poco sino mucho. Habrá que proponer verdaderos ámbitos de diálogo genuino y evitar los infantiles montajes artificiales que simulen acuerdos para los más ingenuos.
Una mayoría parlamentaria sólida parece inevitable si se quieren dar pasos firmes en la senda de la recuperación. No se trata de intentar edificar pactos corporativos con organizaciones vacías, sino con instituciones que realmente tengan representatividad y brinden soporte al futuro.
Inflación creciente, severo endeudamiento, gasto estatal descontrolado, tarifas congeladas, recesión consolidada, desempleo constante, tasas de interés exorbitantes, devaluaciones recurrentes, ausencia de crédito son solo una parte de esta explosiva combinación que debe ser desarmada ya.
Un régimen impositivo voraz acompañado de una legislación laboral dañina, un clima hostil con el capital repleto de regulaciones en exceso y una inexistente visión de largo plazo atentan contra una salida rápida.
Cada una de estas cuestiones amerita estrategias específicas, pero nada de esto se podrá superar si no se diseña un plan totalizador que aborde estas amenazas como un conjunto y desactive cada una de esas bombas.
Nadie sabe muy bien cuales son los planes del próximo gobierno. Abundan las suposiciones en esta coyuntura, pero nadie aporta certezas. La ambigüedad retórica de la etapa proselitista no ha ayudado mucho por lo que habrá que esperar mas detalles para descifrar las claves del futuro.