San Cayetano, donde Bergoglio criticaba la inseguridad y las coimas
Será la primera fiesta del Santo del pan y del trabajo sin la presencia del ahora papa Francisco. “Ciudad agresiva y violenta”, “ñoquis”, “vividores”, eran sus duros conceptos
“Zaqueo pasó de ser un coimero a un tipo solidario”; “pedimos la gracia de dejar cada uno sus avivadas y ser hombres y mujeres con sed de justicia”; “vivimos en medio de una cultura cada vez más pagana”: son todas frases extractadas de los mensajes del entonces Arzobispo de Buenos Aires los días 7 de agosto.
Y, en ocasión de celebrarse una vez más la fiesta de San Cayetano en el barrio porteño de Liniers, es oportuno recordar que las homilías que hoy impactan al mundo entero, Jorge Bergoglio las pronunciaba en este lugar tan cercano a nosotros -geográfica o espiritualmente-, que desde hace muchos años es escenario de los ruegos, esperanzas y agradecimientos de tantos argentinos.
Como lo señala un corresponsal de la agencia Fides, Gianni Valente, que acompañó al entonces Cardenal Jorge Bergoglio en una de estas peregrinaciones al Santuario de San Cayetano, para el futuro papa Francisco, “era una alegría participar de esos momentos (en los que) celebraba una misa muy sentida, con una homilía breve pero siempre muy significativa”.
Valente contó a Radio Vaticano que, luego de la misa, Bergoglio recorría en sentido inverso la fila de las decenas de miles de fieles que esperaban para ingresar a la capilla, saludando uno por uno, bendiciendo rosarios y estampitas, besando a los niños. Para él, aquel recuerdo “se ha convertido en el ‘espectáculo’ que hoy todos ven: el de un pastor que transmite de manera casi física su alegría de evangelizar”.
La “noble igualdad”
“Zaqueo pasó de ser un coimero a un tipo solidario”, dijo por ejemplo Bergoglio en la homilía del 7 de agosto de 2011, en referencia al personaje bíblico a cuya casa llega Jesús y es convertido por esa visita. “Dejó de maltratar y de acusar con el dedo a los demás y pasó a compartir su pan con el hambriento y a ayudar a los que sufren. ‘Voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo y si he robado algo devolveré cuatro veces esa cantidad’”, agregó, recordando las palabras de Zaqueo. “San Cayetano es la casa del Pan y del Trabajo y bien podríamos decir que, cuando Jesús se hospedó en lo de Zaqueo y le cambió la vida, éste pasó a ser un hombre de trabajo. Dejó de ser ñoqui y vividor para ser un trabajador honrado, justo y solidario”, explicó.
Y, como suele hacer, cerró su homilía con un ruego: “Al entrar en esta casa pedimos la gracia de salir cambiados como Zaqueo, (…) convertidos en hombres y mujeres (que) ponen paz en medio de una ciudad agresiva y violenta. Junto a San Cayetano rezamos y pedimos la gracia de dejar cada uno sus avivadas y ser hombres y mujeres con sed de justicia”.
“Está duro y cuesta conseguir trabajo”, había dicho en 2012, llamando a todos a “indignarse” ante “la injusticia de que el pan y el trabajo no llegan a todos”. “La Patria florece cuando vemos ‘en el trono a la noble igualdad’”, dijo en la misma ocasión.
"Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que no”, dijo. Y, con el lenguaje coloquial que le era y le es característico, siguió: “Fíjense qué curioso, el que tira para su lado y no para el bien común suele ser una persona que maldice: que maldice a los otros y que mal-dice las cosas. Las dice mal, miente, inventa, dice la mitad".
El pueblo “sabe que el todo es mayor que las partes”, agregó, aludiendo al valor de la unidad y solidaridad nacional, y calificó de “despreciable al que atesora sólo para su hoy, el que tiene un corazón chiquito de egoísmo y sólo piensa en manotear esa tajada que no se llevará cuando se muera”. Apeló entonces a una ironía que, reiterada hace poco desde la Santa Sede, ya dio la vuelta al mundo: “Nunca vi un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre”.
Inseguridad y valores
En 2010, su preocupación había sido la inseguridad, una materia todavía pendiente para las autoridades argentinas y que cotidianamente se cobra su tributo en vidas: “La protección que pedimos (a San Cayetano) es para todas las necesidades de nuestra vida: la salud, el pan, el trabajo… También pedimos protección ante la inseguridad que produce tanta violencia desatada en nuestra sociedad”.
Aquella vez también habló de valores, una palabra extraña al lenguaje político actual: “Vivimos en medio de una cultura cada vez más pagana. (…) Negamos tantas cosas buenas que el cristianismo aportó a nuestra cultura, haciéndola más sabia y justa; a nuestras costumbres, haciéndolas más alegres y dignas (…). Si en algo fallan nuestros valores es porque no los vivimos a fondo. (…) Tenemos que arrepentirnos de no haberlos guardado bien y comenzar a vivirlos en toda su plenitud”.
El ruego de 2010 fue: “Te pedimos San Cayetano que protejas en nosotros nuestro amor de amistad, que establece vínculos de igualdad entre las personas de toda condición y es la base de las relaciones sociales”.