Debemos ser capaces de generar las inversiones necesarias para el desarrollo del Norte Grande
Nuevamente el sistema sanitario público fue puesto a prueba y demostró su eficiencia, cuando los iniciales escépticos se fueron sumando masivamente a la vacuna. Poder explicar en el barrio, los clubes, las asambleas y en actos públicos, los motivos por los cuales debían seguir confiando en este nuevo modelo de país, era el desafío que debíamos asumir. Fueron muchos los que se sumaron a esa tarea casi utópica que ponía a prueba una vez más a la militancia política y su territorialidad.
El 2021 fue el de la esperanza. Veníamos de un 2020 en el que la pandemia nos atravesó a todos los sectores generando innumerables cambios en la sociedad: desde los que perdieron a seres queridos, pasando por las actividades industriales y comerciales severamente afectadas en lo económico y hasta el hartazgo social que significó adoptar medidas restrictivas (las únicas que podían mitigar la ola de contagio) en las relaciones humanas, en la educación, en la comunicación, etc.; por eso la esperanza de 2021 representó la aparición de la vacuna y su inoculación masiva: el programa más ambicioso que afrontó nuestra provincia si relacionamos el universo de personas y el limitado tiempo en que debería llevarse adelante.
Nuevamente el sistema sanitario público fue puesto a prueba y demostró su eficiencia, cuando los iniciales escépticos se fueron sumando masivamente a la vacuna. Al mismo tiempo, la reactivación económica comenzó a evidenciarse y fue nuestra provincia la que durante muchos meses encabezó el crecimiento del empleo formal. Mucho tuvo que ver la fuerte inversión en la obra pública, y los registros mensuales del despacho de cemento así lo confirmaban.
Paralelamente, las medidas adoptadas por el gobierno provincial, propiciando el acceso a bienes y consumos a partir de una activa participación del Nuevo Banco del Chaco y los distintos organismos públicos, permitieron la recuperación lenta y progresiva de la actividad privada, y algunos de los sectores más fuertemente golpeados fueron directos beneficiados. En síntesis, se recuperaron los puestos de trabajo perdidos durante la pandemia.
Por otro lado, el campo comenzó a tener buenas noticias y los altibajos climáticos se compensaron con buenos precios internacionales de los commodities (soja, maíz, etc.); la demanda mundial de carnes también aumentó las posibilidades y volvieron a ser visibles. Lentamente, mientras la vacunación avanzaba, íbamos recuperando la normalidad de las actividades y en ese marco los chaqueños y las chaqueñas, al igual que el resto de los argentinos, fuimos convocados al ejercicio democrático de elegir a nuestros representantes.
Y en una provincia donde la obra pública llegó a cada rincón del Chaco como nunca había sucedido, los resultados de las PASO del 12 de septiembre fueron contundentes: una importante parte de la población hizo llegar un silencioso y duro mensaje dejando ver que los efectos de la pandemia fueron devastadores en el ámbito familiar, sobre todo en aquellos que esperanzados de superar la crisis a las que nos condenó el gobierno de Macri apostaron a Alberto, Cristina y Capitanich para mejorar su situación. Quedó claro que la presencialidad, el debate cara a cara, la empatía que es necesaria generar en épocas de crisis no se alcanza ni pueden generarse virtualmente.
Poder explicar en el barrio, los clubes, las asambleas y en actos públicos, los motivos por los cuales debían seguir confiando en este nuevo modelo de país, era el desafío que debíamos asumir. Fueron muchos los que se sumaron a esa tarea casi utópica que ponía a prueba una vez más a la militancia política y su territorialidad. Los resultados logrados el 14 de noviembre en el Chaco hablan a las claras de la importancia de defender un proyecto político, que aun con imperfecciones aportó a nuestra provincia un cambio sustancial en la calidad de vida de muchas personas. Rutas, autovías, acueductos, puertos, escuelas, polideportivos, hospitales, conectividad, energía eléctrica, energías renovables, inclusión educativa, industrias, respeto a las minorías, reconocimiento a nuestra identidad, entre otros cosas, son ejemplos claros de lo que se necesitaba concretar.
Ahora, sin dejar de reconocer las materias pendientes —entre las que se destacan los altos índices de pobreza del gran Resistencia y la necesidad de achicar la brecha redistributiva— es el tiempo del despegue definitivo; y para ello, basado en lo realizado debemos fortalecer nuestras ventajas comparativas. Somos el corazón geográfico del Norte Grande, región con extraordinaria riqueza estratégica: agua dulce, minerales aptos para la tecnología de punta (litio, tierras raras, etc.), reserva verde y garantía de oxígeno del universo, relación directa con los países del Mercosur, paso obligado en la ruta interoceánica, tierras para el desarrollo agro ganadero y forestal, hidrovía Paraná-Paraguay, represas hidroeléctricas, puentes y pasos internacionales, etc. son prueba de ello.
Pero las inversiones necesarias para su desarrollo vendrán si, además de las condiciones antes mencionadas, su dirigencia (es decir, nosotros) tiene la capacidad de dar un salto cualitativo y cuantitativo, no sólo para la generación de necesarias políticas públicas sino también para transformarlas en políticas de estado.
Allí debe estar direccionado el esfuerzo en el 2022 que se avecina; desde la política se deben dar claras señales con mucho diálogo, mayor consenso y extrema voluntad de superación de las grietas impuestas. Las expectativas son mayúsculas; las necesidades a resolver las sustentan.