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Por Eduardo Aliverti para Página12
Lunes, 24 de abril de 2023
El Frente de Todos, la unidad contra el espanto y algún programa creíble
La problemática electoral parece ir acomodándose más con las bajadas que con las subidas, pero habrá que ver si eso implica claridad en las propuestas.


Varios editorialistas, generalmente atendibles como voceros de los grandes factores de poder, habían manifestado con seguridad que el Presidente estaba dispuesto a seguir alterando nervios del kirchnerismo (o cristinismo, como algunos diferencian), postergando toda decisión sobre su candidatura. Inclusive, se animaron a citar un diálogo presidencial con Sergio Massa, de última hora, en el que Alberto Fernández le habría comunicado su vocación de seguir postulado a lo que nunca se postuló.


Pero el Presidente, mediante lo que en forma repentina calificaron de “sorpresivo”, informó que se bajaba. De inmediato, lo bajado en los portales fueron las notas que hablaban de un primer mandatario que seguiría subido.

¿Alguien pensaba con seriedad que Alberto estaba dispuesto a terminar de pudrir, con una pre-candidatura, la insoportable interna del Frente de Todos?

Es análogo a la novela berreta que fueron las interminables elucubraciones acerca de si Mauricio Macri se ofrecería como candidato. Sólo en ensoñaciones, por ignorancia o por intereses, particulares o corporativos, alguien pudo suponer que Macri se presentaría.

La política argentina se transformó en un escenario ficcional, en una suerte de universo borgeano, plagado de mundos paralelos en donde la realidad se yuxtapone con las fantasías.

Así también, se ficciona que el precio del dólar —del peso moneda nacional, claro; pero aceptemos el barbarismo— sólo incide en cómo y cuánto se opera para exportar e importar.

El blue, el ilegal legalizado de facto, es mostrado cual producto de un puñado de atorrantes al que no debería prestársele atención. O, en espejo por derecha, como una decisión de “los mercados”, que serían un fenómeno de la naturaleza y no la voluntad de especuladores, sojeros, capitales insaciables, su ruta.

Ahora, con la inmensa mayoría de “la gente” siempre apartada de cuál será la próxima movida de “los políticos” (a menos que también sea una ensoñación lo percibido en “la calle”), el país de “la política” acuerda en un aspecto electoral caracterizado como clave: la pelota quedó en campo de Cristina.

Esa expectativa casi única es peligrosísima para el peronismo y los sectores progresistas, por dos razones centrales: a) insisten en subir a CFK al sitio del que ya se bajó con un discurso conmovedor, cuando dijo que jamás le regalará a la oposición el convite para divertirse con una candidata condenada; y b) hay una correspondencia directa entre esa esperanza de que corrija lo que comunicó, con todas las palabras y remarques de su oratoria extraordinaria, y la frustración que sobrevendrá si no se rectifica.

El viernes, a la salida de esa reunión del PJ que gracias si consistió en señalar para mediados de mayo la toma de resoluciones sobre candidaturas, fue Axel Kicillof, otra vez, quien advirtió que Cristina sufre una proscripción “política” y que, en consecuencia, el oficialismo debe actuar anotando semejante elemento. Y de paso, para quienes escuchan en lugar de oír lo que desean, ratificó que su lugar es la provincia de Buenos Aires y que irá por la reelección.

¿Eso es un conjunto de datos objetivos? Sí.

¿Significa que todo eso ya es inmodificable? No, porque el vértigo del país políticamente enloquecido impide poner las manos analíticas en el fuego.

El problema es que, por eso de que todos semejan estar presos de la vorágine insegura, pasó a ser imprescindible que lo ya dicho sea subrayado.

Cristina deberá verse en la obligación de ratificarse, porque evidentemente no alcanzó con su “no seré candidata a nada, a na-da”. Ni con “mi nombre no va a estar en ninguna boleta”. Ni con “mascota de usted nunca, Magnetto, nunca jamás, ¿entiende?”.

No alcanzó esa contundencia estremecedora. No alcanza. El sentimiento, entendible, devino en que es Cristina o el abismo. Y entonces y en efecto, la mujer que ya lo dio todo, a la que le gatillaron la cabeza y a quien la comodidad política e ideológica le pide que dé más, para auparse a su símbolo, tendrá que decir de nuevo la cosa y las cosas que ya dijo. O rectificarse, por primera vez en su vida pública, si decidiera o sintiese que su rol de liderazgo le impone la abnegación —o el sacrificio, directamente— de volver a presentarse.

Deberá comunicar lo que fuere porque los días pasan y pasan con una sensación de gobierno débil, muy débil, respecto de medidas efectivas para enfrentarse a un andamiaje desestabilizador que quiere estallarlo. Que impulsa que sea ahora, antes de diciembre, en esencia por vía de una devaluación “oficial” brusca, el trabajo sucio que suicide al Gobierno y al Frente de Todos. Y empiece a dejar chiche bombón el panorama cambiemita.

Es tristísimo que no sea obvio: esto es nada comparado con lo que se viene. No importa, por ejemplo, que “la dolarización” consista en un delirio técnico impracticable. Importa la hipnosis en inciertas cantidades de “la gente” capaz de creer que obtendrá ingresos de/en dólares suficientes para vivir mejor. Ya se lo vivió de sobra con la tablita de Martínez de Hoz y la convertibilidad menemista. No alcanza, tampoco: la memoria político-social (excepto con relación al terrorismo de Estado y la imagen de los militares en ejercicio del Poder) tiene dificultades graves para asumir enseñanzas decisivas.

Ojalá fuera cierto que hasta un niño se da cuenta de que instalan ultrismo de derecha para que después sea tolerada casi cualquier barbaridad de derecha no delirante sino, simplemente, eficaz para aplicar su receta.

Que el oficialismo continúe tomándose su tiempo para ver si le conviene ir a Primarias con varias fórmulas o con una candidatura consensuada… suena tan a lógica de debate interno como a impresión de que no aceleran en prácticamente nada.

Esto es: para llegar con chances electorales a alguna parte, también debería ser obvio que primero debe haber gestos y disposiciones ejecutivas que recreen el ánimo popular. Que lo revitalicen. De lo contrario, ¿de qué candidaturas y campaña con cuáles probabilidades positivas están hablando? Son oficialismo, caramba: candidaturas y campaña ganadoras son gobernar con firmeza ahora, son mostrar decisiones económicas en favor de las mayorías ahora, son comunicarlas como se debe ahora.

Esto último conduce a otra obviedad que no lo es y que compele a ser reiterativos pero no cansadoramente, porque la respuesta brilla por su ausencia.

¿Cuáles son las disidencias programáticas en lo que quede del Frente de Todos, sean los nombres que fuesen?

Cristina, quien ya convocó en todos los colores a un acuerdo con la oposición no delirada para superar la cultura bimonetaria y avanzar hacia un capitalismo más “equilibrado”, como el que se protagonizó con Néstor y con ella misma, ¿es una extremista del nacionalismo? ¿Una izquierdista de términos clásicos? ¿Lo sería Wado de Pedro, o el delfín que fuera?

Scioli y Massa, quienes se tienen una inquina probablemente irreparable desde que, entre otros motivos, el primero no se sumó a la división del peronismo que promovió el segundo, ¿expresan contradicciones ideológicas? ¿En serio?

¿De qué programa concreto están hablando en el FdT cuando, encima, cargan la mochila de lo que no quisieron, pudieron o supieron hacer en el Gobierno y cuando, peor todavía, parece que está prohibido reconocerse los méritos por obra de una interna que, ergo, sólo parece radicar en los apetitos personales? (En esto, punto a favor de Máximo Kirchner cuando el sábado, en Ferro, dijo que esta vez hay que acordar 10, 15, 20 puntos básicos entre las líneas frentistas, “para que después no haya problemas”. El vaso medio vacío es que en 2019 no acordaron absolutamente nada de eso, y así terminó. El medio lleno es que lo sucedido impone, por fin, alguna racionalidad elemental).

La mugre de la derecha, con sus cuitas también individualistas, terminará barrida debajo de la alfombra porque tienen un objetivo superior.

En el Gobierno y su Frente, que todavía lo es porque nadie rompió, no está claro que al final vaya a unirlos, aunque sea, el espanto de lo que hay enfrente.

Sería mejor que se apuren a definirlo.


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