Con la presentación de alegatos se reanuda el juicio oral, el cual ingresó en su etapa definitoria
Este lunes se continuará el juzgamiento al ex funcionario judicial federal Roberto Domingo Mazzoni por su participación en torturas al ex detenido político Hugo Barúa, con los alegatos de las partes intervinientes. El martes 12 se avanzaría en las réplicas y las palabras finales del imputado, luego de lo cual el tribunal podrá dictar sentencia, o bien anunciar la fecha de su pronunciamiento al respecto.
Este lunes 11 de marzo desde las 9 h en la sede del Tribunal Oral Federal de Resistencia se reanudará la audiencia del juicio oral por complicidad judicial con el genocidio en el que figura como imputado el ex secretario y luego fiscal federal Roberto Domingo Mazzoni. En esa jornada se tiene previsto que las respectivas partes del proceso realicen la presentación de sus alegatos y concluida esta etapa, el martes 12 se avanzará en la presentación de réplicas y/o la palabra final del imputado, luego de lo cual tribunal, que integran por los jueces Osvaldo Facciano y Mario Gambacorta, del Tribunal Oral de Rosario, y Fabián Cardozo del Tribunal Oral de Posadas, podrá anunciar la fecha del dictado de la sentencia, o bien incluso, pronunciarse al respecto ese mismo día.
Este juicio oral toma como eje de la imputación las denuncias realizadas por Hugo Barúa (1954-2020) a lo largo de los años desde que recuperara su libertad a principios de los 80, luego en 2002 y 2007 en el marco de la reapertura de causas judiciales al terrorismo de Estado e incluso en 2010, y 2019 como testigo en los juicios orales que tuvieron lugar en la provincia.
En esta causa figura como querellante la Secretaría de DDHH de Nación y también la Subsecretaría de DDHH de la provincia.
Cabe acotar que los testimonios de sobrevivientes que compartieron cautiverio con Hugo Barúa que fueron escuchados en el juicio confirmaron las denuncias de la víctima respecto de la detención ilegal, las torturas y de la omisión por parte de Mazzoni, uno de los integrantes del Juzgado Federal de la época que convalidó el accionar delictivo de la represión ilegal organizada en torno a la Brigada de Investigaciones de la Policía del Chaco.
Asimismo, en el último día de audiencia de testimoniales, a fines de febrero, se incorporaron por lectura las declaraciones de Barúa ante sede judicial, tanto las realizadas en el Juzgado Federal de Resistencia como durante los juicios anteriores en los que participó como testigo.
SOBREVIVIENTE
Hugo Barúa tenía 21 años al momento de su detención, el 9 de septiembre de 1975, en su domicilio en calle José Mármol 360, en Villa Centenario, aproximadamente entre las 1 y las 1.30 de la madrugada, por un grupo de policías y gendarmes. Militaba en la Juventud Peronista y estuvo detenido por esta razón cinco años y cuatro meses hasta su liberación en febrero de 1981.
Hugo falleció en 2020, un año después de la primera condena a Mazzoni, en abril de 2019. No obstante, su figura sigue presente, en la vigencia de su lucha, y en el recuerdo de su familia y amigos. Fue presidente de la CPM en 2011, en representación de ex detenidos políticos, en una gestión que se caracterizó por el trabajo mancomunado de organismos de ddhh y trabajadores y trabajadoras de la institución.
“YO ACUSO”
A continuación, se reproducen extractos de sus declaraciones con un relato en primera persona sobre los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura.
“Cuando me vienen a buscar me llevan a mi pieza y comienzan a hacerme preguntas y a darme golpes de puño, el señor Gabino Manader me pegaba y el señor Cardozo empuñaba un arma y la usaba como maza y en un momento me pone la pistola en la zona del ombligo, todo esto en presencia del señor Mazzoni, quien después me entero era el que tenía que garantizar mi seguridad física”.
Barúa fue trasladado a la Brigada de Investigaciones, donde permanece entre 10 y 15 días; “sufro torturas y vejaciones por parte de Manader, Cardozo y se suma el señor Rodríguez Valiente”. Sobre este último agregó que “llamaba un poco la atención cómo se ensañaba con los detenidos pegando en la zona de los testículos”.
En la Brigada conoció los suplicios de la picana eléctrica. Lo esposaban a una silla y lo echaban para atrás y así, tirado contra el piso, recibía la descarga eléctrica en los tobillos y en los testículos. Sentía una contracción que “rompía la carne, como un calambre”. Hubo una sesión de tortura en la que estuvo presente su profesor de historia en la secundaria, Alberto Valussi (integrante del destacamento de Inteligencia 124, fallecido en 2009), quien le propinó golpes de puño. Al reconocerlo Barúa le preguntó “porque me pega profesor”, sorprendido, primero Valussi le pide explicaciones, “yo fui su alumno en el Colegio Don Bosco”, responde Barúa, a lo que Valussi contesta que él es “el oficial Asuaga de la Policía Federal”. No volvió a verlo, hasta muchos años después, cuando Valussi fue a comprar un remedio a la farmacia en la que trabajaba Barúa, quién lo reconoció y sin levantar la voy ni perder la tranquilidad le recordó su accionar. Valussi intentó negar los hechos y muy nervioso pagó y huyó del local. Eran los años en los que imperaban las leyes de impunidad por las cuales los genocidas vivían libres entre la ciudadanía. Murió en 2009, un año antes del inicio del juicio oral por la causa Brigada/Caballero I de 2010, impune pero procesado y escrachado por organismos de DDHH.
TUBERCULOSIS EN LA ALCAIDÍA
De la Brigada de Investigaciones fue trasladado a la Alcaidía policial, donde permaneció hasta agosto de 1979, cuando fue llevado a la Unidad 7. En 1977 en la Alcaidía, luego de haber sido confinado durante 15 días en un calabozo de castigo dónde permaneció sobre el cemento húmedo sin frazadas ni colchón en pleno invierno sufrió una tuberculosis y por falta de atención médica cayó en coma, lo que obligó a su internación en el Hospital Perrando donde estuvo durante un mes (parte de agosto y septiembre) hasta su regreso a la Alcaidía, sin el alta médica.
“Cuando me enfermo de tuberculosis me deshidrato totalmente y quedo como esas personas en los campos de concentración nazis, era pura cabeza y pura rodilla. En el hospital me ponen esposas en la pierna izquierda, arriba del tobillo y quedé así, engrillado a la cama del hospital. Cuando desperté pregunté porque no me esposaron de una mano, como otros detenidos, pero me dicen que eran órdenes del área militar”.
Conforme avanzó en su recuperación, ganó volumen muscular; “Las esposas quedaron metidas en mi carne, y eso hizo que tenga una tromboflebitis, es como cuando uno ata una rama de un árbol para enderezarlo y deja el hilo o el alambre, el árbol crece y queda metido el alambre en el tronco o en la rama; como resultado de eso la vena cava profunda bajaba la sangre, pero no la mandaba para arriba. Por eso debo usar una venda de por vida para que comprima y no se salga la sangre hacia fuera y eso produzca úlceras. Mi mamá hizo el reclamo ante el Juzgado, pero nadie intervino”.