De Capitanich a Kulfas: el PJ chaqueño entendió el mensaje
La última visita del jefe del peronismo provincial me dejó un sabor agridulce. La actitud camporista de los anfitriones -coquismo de la primera camionada- no ayudó a atemperar los ánimos de un conjunto heterogéneo de dirigentes que reclama no sólo mayor presencia de su máxima figura, sino mayor participación en la reconstrucción de un espacio golpeado por la derrota electoral, lo que implica el debate, que en este caso estaba clausurado de antemano.
Por suerte la propuesta de Capitanich estuvo a la altura de lo que pide el momento histórico: poner a laburar el mate, estudiar la realidad internacional, nacional y provincial para reconducir la narrativa militante de cara a una sociedad que demanda respuestas y para diseñar el camino de salida del estancamiento del modelo empobrecedor de Milei y Leandro Zero.
La charla de Coqui fue como las clases magistrales de Cristina. Hubo análisis, diagnósticos y recomendaciones para la dirigencia y la militancia. Entre estas últimas rescato, una vez más, la apelación al abordaje serio de la realidad en la que nos movemos, con mística militante y con herramientas científicas. Libros y alpargatas. Eso es agarrar el bastón de mariscal, no el puestismo.
A pesar de la frustración de algunos compañeros y compañeras apurados por las nominaciones, quedó claro que ir por más y por la vuelta para Capitanich no equivale a hacer lo mismo que antes pero con otros intérpretes, porque sólo vale la pena recuperar el poder si se cuenta con la preparación para hacer el mejor gobierno de la historia. Lo otro es pan para hoy y hambre para mañana.
Por eso es una gran noticia la presencia de este viernes en la sede del PJ del economista Matías Kulfas, que con la excusa de presentar su libro “Peronismo del Siglo XXI” abrió un debate que bien le habría venido al encuentro de un par de semanas atrás. Los contrapuntos fueron esclarecedores y constructivos, y demostraron que en el peronismo chaqueño hay materia gris de sobra.
Kulfas habló de “la tercera renovación del peronismo”, repudió el internismo del internismo, algo que ya había hecho cuando le presentó al expresidente Alberto Fernández su renuncia de 14 carillas al Ministerio de la Producción, e identificó algunos de los síntomas de la diezmada economía argentina y sus posibles antídotos.
Lo primero que se necesita es estabilizar la economía, sostuvo. Sin un plan de estabilización no hay programa que aguante. Nombró varios pero se quedó con los de Perón y Néstor Kirchner. Contener la inflación y pagar la deuda vienen por añadidura y no son desafíos imposibles, como demostraron justamente Perón y Néstor. Si el motor arranca y la economía crece, salimos.
Pero incluso antes que eso hay que hacer una autocrítica y revisar lo que se hizo mal. Un ejemplo: los subsidios a la energía, algo que ya había mencionado en 2020 cuando recomendó subsidiar la demanda y no la oferta, segmentar por nivel de ingresos, un esquema sostenible. No puede ser que 22 provincias financien el consumo de luz y gas del AMBA: “El Estado argentino subsidia la energía de hogares acomodados de la ciudad de Buenos Aires o la zona norte del gran Buenos Aires, hogares que no necesitan, no solicitan ni valoran esos subsidios”, supo escribir.
También criticó el esquema agotado de los planes sociales sin contraprestación laboral: “Eso no es peronismo”, dijo y citó a la “pobretóloga” Mayra Arena: “Las organizaciones sociales son sindicatos de pobres, y cuando uno tiene un sindicato, lo que más quiere es tener cada vez más afiliados”.
Esa postura lo pone a Kulfas en las antípodas no sólo de dirigentes trotskistas o de Emilio Pérsico, sino del pensamiento económico de Juan Grabois y su esquema de “economía popular”, una suerte de economía Clase B o “pobrismo” que acaso involuntariamente deja a los que menos tienen lejos de la torta. Movilidad social en la pecera de la pobreza administrada por punteros.
En mi opinión, ese es el punto no resuelto del programa desarrollista no-frondizista de Kulfas. Grabois tiene un plan para millones de desocupados y trabajadores informales; Kulfas no. Al menos no uno que les llene la panza desde el día uno, porque si está en contra de la ayuda social sin contraprestación y cree que el camino es multiplicar el trabajo y no multiplicar el pan, entonces tiene que hacer algo durante la transición, que no será corta porque hay al menos dos generaciones de argentinos y argentinas que nunca laburaron en su vida. Hay padres que no les pueden inculcar a sus hijos la cultura del trabajo, porque ni ellos ni sus padres la conocieron.
Alfonsín arrancó con las cajas PAN. Con Duhalde los planes sociales crecieron de manera exponencial. Con Néstor se articularon en un sistema que empoderó a los sectores de menores ingresos y apuntaló su proyecto político (transversalidad). Con Cristina se sostuvieron pero el empoderamiento se trasladó a dirigentes de izquierda y punteros con su propia agenda, que armaron cooperativas y se convirtieron en gestores. Con Macri se multiplicaron y, producto de la pandemia, con Alberto Fernández fue imposible pensar en una salida elegante. Tema para otros debates, quizás.
En todo caso, el PJ chaqueño está empezando a transitar el camino que proponen Cristina y Jorge Capitanich. Y lo está haciendo con altura y responsabilidad. Ojalá la visita de Kulfas sea la primera de una larga lista.