El drama de familias en pueblos fumigados del Chaco
Un informe periodístico nacional, producto de una recorrida por tres provincias, señala lo mismo que muchos vienen advirtiendo desde hace tiempo: la utilización de plaguicidas cerca de escuelas y viviendas acarrea efectos mortales sobre la salud de la gente; y devela además la total desidia del Estado, pese a las leyes vigentes.
El reporte publicado el domingo por el diario Clarín hace foco en varios casos de la provincia del Chaco, situados en localidades como Gancedo y Avia Terai, y menciona también datos del Ministerio de Salud de la Nación, de mayo de 2012: en las poblaciones expuestas a las fumigaciones con agroquímicos, ya sea aéreas o terrestres, hay un 30% más de casos de cáncer que en otras de zonas no expuestas. Las malformaciones en estas zonas se cuatriplicaron en diez años.
Las denuncias sobre los efectos de los agroquímicos, insumos fundamentales para el modelo de agronegocio actual que promueve cosechas de alta rentabilidad, suelen perderse en la polémica. Desde Casafe, la Cámara que reúne a 25 empresas de agroquímicos, entre las que se cuenta a Monsanto, Bayer y Syngenta que dominan el 80% del mercado, niegan que estos productos que se utilizan para matar plagas sean tóxicos, si se usan de acuerdo a las instrucciones y de manera “responsable”.
En Gancedo
Pedro Mores llegó el jueves 29 de noviembre, a la medianoche, al hospital Regional de Sáenz Peña, Chaco, con un DNI para su hijo. “Ya tiene mi apellido”, repitió dos veces como para tranquilizarse. En un rincón de la cama, Gonzalo, su hijo, respiraba gracias a una máscara de oxígeno.
“Riesgo inminente de óbito”, decía el último parte médico de Gonzalo, eufemismo que indicaba que el bebé de 2 meses y 27 días podía morir en cualquier momento.
En su diagnóstico, entre una marea de términos médicos, se leía: “malformación cráneo encefálica”. Gonzalo fue gestado en uno de los tantos pueblos de Argentina expuestos a las fumigaciones de agroquímicos sin control, en el que las estadísticas oficiales marcan numerosos casos de malformaciones.
Pedro Mores vive en uno de los bordes del pueblo de Gancedo, Chaco. “Acá fumigan constantemente con aviones y con los tractores, que llaman ‘mosquitos’. Dan la vuelta sobre las casas. En el pueblo hay más casos como el de mi hijo. Y somos siete mil habitantes. Esto de los venenos empezó en los ‘90 y cada vez tiran más. Nosotros teníamos plantas de frutas que se han secado y las frutas ya no crecen”, manifestó.
En Avia Terai
Avia Terai está repleto de campos sembrados. La soja y los girasoles crecen hasta el límite del pueblo. Una pista de aterrizaje es otro de los límites. Desde ahí despegan los aviones fumigadores, justo pegado al barrio Padre Mugica, construido hace pocos años por la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Detrás de la pista de aterrizaje está instalada una empresa de agroquímicos que recomendó a los pobladores que no caminaran por los alrededores porque “hay polvo tóxico en el aire”. En el barrio Mugica viven 108 familias. Cada una tiene alguna persona con algún tipo de discapacidad. La mayoría son menores.
Nadia Leguizamón es una de ellos: tiene 12 años y hace dos que dejó de caminar. “No me dijeron nunca cuál era el diagnóstico, siempre tuvo dificultades para moverse”, explica su mamá, Viviana Pérez, mientras acomoda a su hija en la silla de ruedas. “Muchas veces me dijeron que el veneno de los cultivos pudo haber influido. Cerca del campo siempre había fumigaciones”.
Katherina Pardo iba a la Escuela 532, a pocas cuadras de la casa de Nadia. Recuerda que muchos de sus compañeros se desmayaban los días en que se fumigaba. “Estaba naturalizado que en determinada época del año aparecían dolores en la cabeza y desmayos”. Ahora, con 21 años, sigue tratando de que las cosas cambien, “porque la gente tiene derecho a no ser fumigada”. Su lucha es lograr que se habilite una escuela para los chicos con necesidades especiales. “Cada vez son más y no pueden ir a clase”, dice.
Gabriela es la maestra a cargo de los trece alumnos con capacidades diferentes que asisten a clase en un aula prestada de la escuela de Avia Terai. Asegura que hay demasiados casos de nacimientos con malformaciones en la zona. “Es un pueblo pequeño para que haya tantos”, agrega.