Néstor Kirchner está presente. Al igual que los grandes hombres y mujeres de nuestra rica historia nacional, como San Martín, Rosas, Yrigoyen, Perón, Evita y tantos otros, su presencia está marcada por los hechos que volvieron realidad concreta sus palabras.
Aún hoy nos sigue emocionando ese grito de insubordinación al orden establecido que proclamó en su discurso de asunción, cuando premonitoriamente y ante la mirada seguramente escéptica de muchos, dijo que no pensaba “dejar las convicciones en la puerta de la casa de gobierno”.
Néstor es Pueblo. Porque no solo fue capaz de soñar e imaginar el futuro como hacen los grandes estadistas, sino que trabajó y puso el cuerpo para cambiar la vida de los más humildes. Así, tenía la excepcional capacidad de poder transformar sus sueños en pensamientos y sus pensamientos en acciones.
La Argentina del 25 de mayo de 2003 era un país con un pueblo descreído de sí mismo y de sus dirigentes. Habíamos caído en default por la imposibilidad de continuar el perverso mecanismo del endeudamiento sistemático. El desempleo, la pobreza y la desesperanza eran las caras más visibles de un tejido social que estaba al borde de su total desintegración. El sombrío cuadro se completaba con una dirigencia política propensa a cumplir dócilmente con lo exigido por las grandes corporaciones. En plena pesadilla, la sociedad argentina escuchó sorprendida a Nestor que recién asumía y que con apenas el 22% de los votos venía a “proponernos un sueño”.
Así, se inauguraba una nueva etapa para la sociedad argentina, donde sería posible hacer realidad los viejos anhelos y utopías de generaciones enteras de nuestros compatriotas: de los millones de desocupados que se reincorporaron al mercado de trabajo; de Hebe, de Estela y de todas las víctimas de la dictadura que encontraron memoria, verdad y justicia; de los jóvenes que súbitamente se reconciliaron con la política tras años de apatía y desilusión.
Soy de la generación Malvinas y de la recuperación democrática. Como tantos otros militantes peronistas, Néstor nos cautivó con la doctrina de la Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana eligiendo la montura adecuada para cabalgar el siglo 21. Néstor llenó de sentido la política, como vocación de servicio con espíritu transformador y revolucionario, cambiando el paradigma de los últimos 30 años de democracia en la argentina.
Sin el cuadro de Videla que bajó y liberó el grito de miles de argentinos anónimos que sentimos la reparación de tanta impotencia contenida; sin su defensa de la causa de Malvinas; sin la extraordinaria jornada de Mar del Plata junto a Chávez y a Lula que sepultó el ALCA y parió la UNASUR; sin la decidida política de desendeudamiento que nos devolvió el sentido y orgullo de ser un país independiente, el recuerdo de Néstor hubiese caído rápidamente en el olvido, quedando como un busto más de los tantos que descansan en los salones de la Casa Rosada. Pero Néstor supo ponerse la patria al hombro y hoy su legado es patrimonio no de un partido sino del pueblo argentino en su conjunto. Como cantan los pibes, “Néstor no se murió” y nos sigue iluminando el camino.
*Presidente de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.