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Jueves, 11 de diciembre de 2014
"El mundo académico tiene la responsabilidad de intervenir en las políticas públicas"
En el marco de su visita a nuestra Facultad, conversamos con el Profesor Guillermo Mariaca Iturri*. Durante la entrevista compartió su visión sobre la educación y la investigación en las universidades públicas de América Latina y el rol de los docentes y estudiantes


*Mariaca Iturri es Licenciado en Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Bolivia y Ph. D. en Estudios Culturales por la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos. Cuenta además con el título de Profesor Emérito de la UMSA y a lo largo de su carrera logró combinar la gestión de políticas públicas educativas con la formación de posgrado, llegando a ser Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y Director de la carrera de Literatura de la UMSA durante la década de 1990.


El profesor Guillermo Mariaca Iturri estuvo en nuestra Facultad el pasado mes de octubre dictando un curso de posgrado en el marco del Programa Escala Docente de la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM).

Dicho programa consiste en el intercambio de docentes e investigadores entre las universidades que la integran y en esta visita aprovechamos para conversar sobre el rol de la educación superior y la formación de los estudiantes en América Latina.

- Durante el curso de posgrado destacó frente a los estudiantes el hecho de que éste en particular era gratuito. Algo que –a pesar de que nuestras universidades son públicas, gratuitas y de acceso irrestricto- no es común, puesto que a veces están arancelados. ¿Por qué le pareció importante destacarlo?

- En este caso, hay un Programa de intercambio docente que me permitió costear los gastos para venir hasta aquí. Pero además, hay una condición particular, a veces difícil de obtener: el compromiso. ¿Cómo vamos a construir soberanía de conocimiento sin compromiso político?

El compromiso con el conocimiento público, con la gente, con la universidad como aquella institución donde la gente con sus impuestos sostiene públicamente la producción de conocimiento nuevo.

La única manera de cumplir con esa tarea es que el posgrado, ese lugar donde se produce un conocimiento nuevo, implique un costo cercano a cero.

Hay un problema con nuestras universidades en términos generales, el posgrado tiende a la privatización y pierde su carácter público porque lo único que hace es transferir tecnología, reproducir un conocimiento previo. Sólo en el posgrado se puede producir conocimiento nuevo y si no es público, es imposible construir soberanía epistemológica.

Si hay voluntad y hay compromiso, nuestros países pueden compartir sus profesores y posgrados, construir una carretera de intercambio de conocimiento y de gente. Es importante promover este compromiso a partir de esta cobertura institucional.

Ojalá hagamos muchos posgrados compartidos de manera casi gratuita puesto que es en las universidades marginales latinoamericanas donde hay mejores oportunidades de producir conocimiento alternativo. Las centrales están muy ligadas a las lógicas de producción de conocimiento de las universidades europeas y norteamericanas.

Es muy difícil para un profesor de la UNAM (Méjico), de San Pablo o la UBA publicar un documento relativamente interesante y que circule gratuitamente. Porque no le conviene y porque un paper no es conocimiento nuevo, es una revisión del estado del arte, son condiciones para la carrera académica.

Para las universidades marginales no es así, por eso creo en una red de posgrados marginales públicos y gratuitos, producir de manera gratuita y compartir el conocimiento gratuitamente.

- ¿Con qué inquietudes de los estudiantes se encontró aquí?

- Lo que tienen en común las universidades y los estudiantes de los márgenes son la disponibilidad y la apertura. Mucho más que un estudiante de una universidad central. Por muy bien preparado que esté, tiende al desarrollo de su línea de investigación porque es una lógica de carrera académica.

En cambio, en estas universidades, si alguien hace un doctorado no ambiciona una ‘carrera académica’, su ambición es otra: saber, conocer, curiosidad, realización personal o cualquier otra cosa más valiosa para las personas y la sociedad. Hay otra apertura, otros planteos.

Otro punto en común es la transdisciplinariedad. Por ejemplo, en ésta universidad hay una doctorando en Geografía y a primera vista no hay mucha relación con mi curso.

Es más fácil encontrar gente con distintas trayectorias disciplinarias y el diálogo que se construye allí, alrededor de un mismo objeto, hacen posible un diálogo más equitativo y no una sucesión de clases magistrales.

- ¿Qué se enseña y se aprende en un curso de posgrado? ¿Qué busca enseñar usted?

- Yo quisiera lograr 3 aptitudes o actitudes en los estudiantes. Primero, que sean capaces de mirar su objeto de trabajo de una manera renovada. Segundo, que puedan ligar su trabajo académico a su vida cotidiana, una relación más íntima o más cercana de la que podría pensarse con lo académico.

Y tercero -quizá lo más difícil- un efecto movilizador, politizador, de recuperar el interés por el bien común y el sentido común, por una convivencia donde las relaciones de poder no sean la lógica que ordene. Estudiantes dispuestos a intervenir en la vida pública y en las políticas públicas.

Pienso que la única institución en América Latina que tiene la posibilidad de hablar por la voz social, por los intereses y necesidades de la gente sin mediaciones y con herramientas potentes, es la universidad pública. No sólo produce sino que también transfiere conocimientos y puede generar observatorios de políticas públicas.

La mayoría de nuestros países son presidencialistas: el Ejecutivo concentra todo el poder y no hay mecanismos para fiscalizar las políticas públicas.

Entonces el mundo académico tiene la responsabilidad de intervenir en las políticas públicas. En algún momento, alguien siempre queda movilizado y decide hacer de su tesis un intento de intervención en la vida pública. Aún si las universidades no construyen observatorios de políticas públicas, los estudiantes de manera mínima pueden aportar eso, traducir su trabajo académico en política pública. Quisiera lograr eso.

- ¿Siente que logra inspirar eso en sus estudiantes en este tipo de ‘universidades marginales’? ¿Puede la docencia de posgrado concienciar sobre esta función última que tienen los académicos en este contexto?

- Los gobiernos militares y los civiles neo liberales -y también los progresistas- le han hecho muchísimo daño a la universidad y la universidad ha sido masoquista. Los primeros dos le dijeron a la universidad: ‘ocúpense de importar tecnología y conocimientos, provéannos de las herramientas para la modernización y nosotros haremos el trabajo’.

Y los progresistas les dijeron a las universidades: ‘encárguense de democratizar el acceso al conocimiento, pero no se atrevan a producir conocimiento nuevo ni a observarnos’; y le dieron plata, becas, subsidios.

Pero no quieren que la universidad produzca conocimiento nuevo para empoderar a los ciudadanos, sólo quieren que sea eco de un proceso formal de democratización, igualación e igualdad de oportunidades.

- ¿Por qué no considera un logro de las instituciones ‘marginales’ esta democratización e igualación de oportunidades?

- Esta es una discusión vieja: la de la revolución por etapas y la de la revolución permanente. América Latina optó por la revolución por etapas, pero esas etapas son medio perversas: ¿es posible democratizar el acceso sin democratizar la calidad y dejar la calidad para mañana? No, porque vas a tener graduados agradecidos de salir de la pobreza material pero sin ninguna herramienta para ingresar a la generación de soberanía personal y familiar.

Así construida como está la educación universitaria tiene una calidad mínima. Las universidades latinoamericanas andan agradeciendo de rodillas un poco más de presupuesto.

- ¿El compromiso docente es el camino por el cual iniciar este cambio? ¿Alcanza con esto?

- Es insuficiente, por mucho compromiso que haya. Lo que se necesita es otra Revolución Francesa, una revolución popular donde la universidad se someta a los sueños de los estudiantes. Es muy difícil porque las autoridades no son académicas y morales, son sólo funcionarios, es la tendencia.

Porque nadie quiere perder su tiempo siendo autoridad burocrática o funcionario. Aunque hubo momentos: la mejicana de Chuquisaca y la de Córdoba por la autonomía universitaria y la última con procesos en distintos grado de co-gobierno entre distintas universidades.

Creo que ahora se necesita una que instale los observatorios, que devuelva autoridad moral y académica a las autoridades, que empodere al estudiante y que le devuelva a la universidad su vocación de intervenir en la vida pública.


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