Hay desventajas palpables en los acuerdos con China
Esta semana en la Cámara de Diputados de la Nación el gobierno impondrá su mayoría para aprobar un “Acuerdo Marco de Cooperación en Materia Económica y de Inversiones” que el Poder Ejecutivo suscribió con su par de China y que ya tiene media sanción del Senado.
Ante las dudas y temores que los propios legisladores del oficialismo han manifestado respecto de este acuerdo comercial de amplio alcance, algunos legisladores pretenden introducir cambios en lo que dice su texto, pero no hay forma que la votación del Congreso pueda hacerlo, pues solo se trata de aprobar o desaprobar todo el pacto, según establece claramente nuestra Constitución Nacional.
Se trata además de un acuerdo marco que permite que los futuros convenios que se deriven del mismo puedan comenzar a ejecutarse sin necesidad de pasar previamente por el Congreso Nacional, entre ellos los 15 convenios que se sellaron a principios de este mes en la visita presidencial a China, sobre temas tecnológicos, de infraestructura y culturales.
En sustancia se dieron ahora a China más ventajas que en ningún otro convenio internacional firmado desde la recuperación de la democracia, ni con los países miembros del Mercosur, ni con ninguna otra potencia extranjera. Hasta el punto que no dudaría en considerar este Acuerdo con China como un verdadero estatuto de coloniaje, similar al Pacto Roca-Runciman, firmado por nuestro país con Gran Bretaña durante la Década Infame de los años 30.
En aquel entonces, mayo de 1933, el vicepresidente Julio Argentino Roca (hijo) a instancias de Agustín P. Justo, y el encargado de negocios británico Walter Runciman firmaron un acuerdo comercial de trato preferente a cambio de la disminución de impuestos para productos importados desde el Reino Unido.
Ahora el estrecho acercamiento con China responde a una situación crítica de escasez de divisas, pérdida de exportaciones, crisis en materia energética y la imposibilidad de conseguir financiamiento externo. El país ya no cuenta con capacidad de seguir financiando importaciones industriales y de combustibles que son indispensables, ni tampoco cuenta con recursos para realizar inversiones en materia de infraestructura y energética.
En este contexto de debilidad de nuestra economía el gobierno ha buscado apoyo financiero de países como China y Rusia, con préstamos de corto plazo (swaps) que han aportado reservas internacionales, permitiendo que se recuperaran a fines de 2014.
Pero lo cierto es que los productos que la Argentina logra colocar en el mercado chino están lejos de compensar las fuertes importaciones desde el gigante asiático. Nueve de cada diez envíos que se realizan a China son exportaciones de productos derivados de recursos naturales, donde se destaca la soja. Y mientras nuestro país exporta básicamente “comodities”, importa productos industriales.
Los puntos del Acuerdo con China que generan la mayor inquietud y preocupación, son : el artículo 4º), que otorga grandes facilidades para las importaciones industriales chinas en proyectos prioritarios; el 5º) que prevé un plan quinquenal de infraestructura con créditos atados para financiamiento, salteando la necesidad de convocar las licitaciones competitivas; y el 6º) que permite la contratación de mano de obra importada de China, lo que podrá destruir fuentes de empleo en momentos que el país no puede crearlas, debido al proceso de ajuste que estamos sufriendo.
Las cláusulas de reciprocidad resultan superfluas si admitimos que no habrá muchos argentinos con chances de conseguir trabajo en China, ni existirán allí emprendimientos bilaterales semejantes a los que se ofrecieron en nuestro país, como las represas, los ferrocarriles, el laboratorio de investigación espacial y otras obras incluidas en los acuerdos, que debieran incentivar la mano de obra y el desarrollo de la industria nacionales. Nada hay previsto en este Acuerdo con China que nos permita ser optimistas al respecto, cuando no existen ningún tipo de resguardos de complementación con empresas locales en las inversiones que se concreten y que podrán perjudicar la industria nacional y la competencia en condiciones de igualdad con nuestros socios del Mercosur.
Por todo ello es muy duro advertir que este Acuerdo con China ha puesto al desnudo el escaso poder de negociación de nuestro país y las más lamentables consecuencias que sus cláusulas proyectan para el futuro, a partir de los fuertes desequilibrios macroeconómicos de este final de ciclo kirchnerista, en particular la falta de fuentes de financiación para el desarrollo de la economía nacional.
Son esas dificultades las que han llevado a tomar decisiones muy cuestionables en el campo de la cooperación económica internacional, con rasgos de verdadera sumisión en muchos aspectos, cuyos costos han de extenderse más allá del actual gobierno, comprometiendo nuestro futuro desarrollo industrial.