El actual proceso electoral y la democracia en pañales
Es de público conocimiento que el concepto de “democracia” no abarca solamente la mera posibilidad de votar cada dos años, sino que se trata de un conjunto de variables que se dan en mayor o menor medida, en la vida social. Estas variables podrían sintetizarse en:
1- Participación efectiva en igualdad de oportunidades para expresar razones sobre cuestiones de la agenda pública; 2- Igualdad de voto en la fase decisoria, es decir que sus puntos de vista serán tenidos en cuenta en situación de igualdad con los demás; 3- Comprensión informada, es decir los ciudadanos deben tener oportunidades de conocer qué tipo de elección es la más adecuada a los intereses de la sociedad; 4- Control de la agenda, esto es el ciudadano debe poder participar en cuales son los temas que deben ser analizados y debatidos políticamente; y 5- Inclusividad, las minorías deben ser tenidas en cuenta en el proceso de toma de decisión y gobierno.
Cuando más se acerca a estos ítems una sociedad, tiene una democracia de mayor calidad. Si contrastamos esta teoría con la realidad que vive la Argentina, vemos que no pasamos del simple voto obligatorio. Es decir que la democracia argentina, a pesar de tener más de treinta años, se encuentra en pañales, un estado paupérrimo de evolución. Puntualmente el presente proceso electoral evidencia nuestras miserias. Somos testigos cómo las propuestas políticas se resumen a una carrera de quién ofrece más beneficios al electorado, beneficios que por lo demás son provenientes del propio estado y que, claramente, en caso de ser cumplidos significarán su privación para otros destinos, posiblemente más útiles. Es la filosofía del facilismo propia de los populismos. Ofrecer beneficios sin ningún tipo de contraprestación a cambio del voto es una forma muy pobre de ver la política. Sabemos que la cosa pública, el patrimonio del Estado, como cualquier patrimonio, se basa en recursos limitados y en la distribución del gasto público dar algo a algún sector significa sacarle a otro. Desde esta perspectiva, lo que requiere una democracia seria es que la dirigencia no dilapide el patrimonio estatal a cambio del voto, sino que genere debates inclusivos donde en primera instancia se discuta cómo se va a realizar el gasto. En esta discusión necesariamente deben intervenir tanto los sectores beneficiados como los perjudicados. Para ello se requiere es una dirigencia seria y responsable, lo que se encuentra en las antípodas de la guerra mediática y anecdótica de la que estamos siendo testigos.