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Alejandra Stamateas
Sábado, 22 de agosto de 2015
Cambiando un “no” por “sí”
Una de las principales características de una persona saludable es su capacidad de ilusionarse. El nacimiento de un hijo o de un nieto, una fiesta que se aproxima, un viaje a punto de concretarse, son ejemplos de eventos que nos mantienen ilusionados hasta el día en que ocurren. ¿Alguna vez estuviste muy ilusionado por algo? Cuando nos ilusionamos ponemos tanta fuerza, tantas ganas en esa ilusión que se nos alarga la vida, porque incluso después de ocurrido el evento que nos tenía ilusionados, nos mantenemos con alegría, salud y fuerza.


Existen estudios que demuestran que las personas que le quitan dramatismo a un problema lo resuelven más rápido; del mismo modo, quienes le quitan dramatismo a una enfermedad se recuperan más rápidamente. Ilusionarse es activar la esperanza, y para vivir bien necesitamos tener un alto nivel de esperanza.

Cuando una persona se ilusiona vive con fuerzas y con ganas hasta que llegue el momento del cumplimiento de la promesa. ¿Algo te mantiene ilusionado? Es sanador poder tener esperanza de que lo que viene es maravilloso. Sin embargo, muchas veces, nos quedamos sin fuerzas y sin esperanzas por varios motivos. Analicemos algunos de ellos:

Hay tres motivos principales:

Porque alguien nos falló. Alguien te hizo una promesa y como no cumplió te sentiste defraudado. Te prometieron estar a tu lado en los momentos difíciles y sin embargo no estuvieron, te dijeron que no te iban a abandonar pero te abandonaron, te prometieron amor y recibiste desprecio, y ahora sentís que perdiste la esperanza porque las personas te fallaron.
Porque nos fallamos a nosotros mismos.Por ejemplo, dijiste: “Este año voy a adelgazar”, y no pudiste, “no voy a volver a cometer este error”, y otra vez lo cometiste. Te prometiste un montón de cosas que después no pudiste cumplir, y entonces dejaste de ilusionarte, ya no tenés esperanza con vos mismo. Pensás: “Ya no espero nada de mí. No me voy a prometer hacer nada, porque no me veo con capacidad de cumplir. Ya lo intenté, pero no pude”. En este caso, la desesperanza no es con las demás personas sino con vos mismo.
Porque el sueño que tenés tarda en llegar. Muchas veces sufrimos desesperanza porque eso sueño tarda en llegar. Aún no creés que Dios pueda hacer algo. Entonces perdés la esperanza, no tenés esa fuerza, esas ganas, esa expectativa de esperar que en cualquier momento ese sueño se concrete.
Sin embargo, a la esperanza podemos volver a recuperarla y esta es la buena noticia. Cuando te dicen “no”, cuando te enfrentás a un “no se puede”, vos afirmá: “¡Esto no se terminó acá! ¡Tengo esperanza, activo mi fe y voy por mucho más!”. Eso es lo que tenés que hacer cuando las cosas se ponen difíciles en tu vida: jugarte toda la fe y decir “¡Esto recién comienza!”. La esperanza no te va a avergonzar. Tal vez, antes de llegar a ese gran sueño tengas que hacer algo en tu presente, en el lugar donde estás. Tu vida no comenzará cuando alcances tu sueño, ¡tu vida ya comenzó! No deseches la época de preparación, porque siempre la esperanza te lleva a hacer algo en tu presente. Cuando te digan que “no”, cuando las cosas tarden, no te pelees con Él, seguí creciendo en tu lugar de influencia.
No te pelees con el “todavía no”. Y como te dije antes, la esperanza no avergüenza, seguí mantenido tu esperanza, creciendo en tu lugar de influencia, teniendo fe, ganas y alegría que lo mejor está por venir.





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