¿Alguna vez sentiste que todo el mundo te echaba la culpa de algo y te responsabilizaba por lo que estaba sucediendo? Tal vez te preguntaste: “¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué tengo tanta presión externa? Y de pronto te encontraste con que tu cuerpo y tu mente parecían revelarse y experimentaste un caos mental.
A todos nos pasa en algún momento y lo cierto es que, en medio del caos físico y mental, los pensamientos cruzan por la mente de la persona de un lado a otro a gran velocidad. Tal estado limita grandemente nuestra capacidad de pensar con claridad y ser resolutivos.
Otra situación muy común para mucha gente es la hiperexigencia. A las mujeres les puede suceder en casa, en esos días cuando tienen una enormidad de tareas que realizar y los hijos o la pareja les piden: “Alcanzame la comida”; o “llamame a tal hora que tengo que ir a hacer un trámite”. A los hombres les puede suceder en el trabajo, en esos días cuando el jefe o el superior no deja de pedirles cosas… ¡y ya mismo! Y ni siquiera los llaman por su nombre. El sentimiento que predomina es que les están robando la identidad de mujer o de hombre; les están diciendo que no existen, o al menos solo para cumplir un requerimiento.
Como seres humanos valiosos que somos, necesitamos fortalecernos para afirmar nuestra identidad y comenzar a vivir en libertad. Solo aquel que vive en libertad posee la capacidad de decidir, de elegir, y puede tomar las riendas de su vida.
¿Cómo hacer para sentirnos libres?
1-Reconocer nuestros puntos positivos. Si nunca lo has hecho, te invito a confeccionar una lista de todas las cosas buenas que tenés. ¡Basta de hablar mal de vos! Empezá a reconocer cuáles son tus fortalezas, a apreciar tus habilidades, tus capacidades, tu individualidad. El mundo necesita de tu brillo.
2-Practicar el autorrespeto. Para que puedas respetar a los demás, es necesario que primero te respetes a vos mismo. Abandoná los dichos tales como: “Solo soy una ama de casa, o un simple trabajador”; o “eso lo hace cualquiera”; o “no sirvo para mucho, ya estoy viejo…”. Tratate bien, valorate, ponete siempre en primer lugar (de manera sana, claro). ¡Que tu felicidad sea tu prioridad!
Y cuando algo te salga mal, en lugar de castigarte mentalmente, incentivate y motivate a hacerlo mejor la próxima vez. De esa manera, aprenderás a darte segundas oportunidades, como tal vez lo hacés con otros. Brindate siempre lo mejor. No te critiques; a veces somos terriblemente críticos con nosotros mismos, aún más que con los demás. Y, toda vez que sea necesario, ofrecete perdón.
Quizás te quejes del maltrato de la gente hacia vos, pero ¿cuántas veces te has maltratado vos mismo sin darte cuenta? Si querés tener paz con aquellos que te rodean, ya sea familia, amigos, compañeros e incluso desconocidos, primero tendrás que hacer la paz con vos mismo. Sos un ser humano valioso y tenés un nombre que te identifica y te diferencia del resto. Comenzá a valorarte, a creer en vos. Y más temprano que tarde, descubrirás tu capacidad interna para lograr todo lo que te prepongas.