Debates presidenciales: A un paso de la Ley esperada
En la Argentina, cuando un candidato a Presidente lidera las encuestas, no quiere intercambiar ideas con sus oponentes frente a los ciudadanos. Quien aspira a gobernarnos a todos, quien debe dar un ejemplo moral, empieza comportándose como un oportunista que no tiene respeto por las minorías.
También en la Argentina, cuando un Presidente va a la reelección, piensa que no puede “bajar” a debatir con los otros candidatos. Quizás porque, en lugar de sentirse el primer servidor público, se siente por arriba de resto de los políticos y de la sociedad. De allí a creerse dueño del Estado hay un solo paso.
Finalmente, sucede también en este país que las campaña electorales se hacen avisos coloridos para la televisión, se dan discursos llenos de buenas intenciones en escenarios prolijos, se saluda gente desde una caravana y se da entrevistas a periodistas que se sabe que no harán preguntas incomodas…pero nunca se debaten ideas frente adversarios dispuestos a rebatirlas.
La ley de Dates Presidenciales Obligatorios que estamos impulsando en el Senado intenta dar respuesta y combatir estos hábitos tan nocivos y tan arraigados de nuestra cultura democrática. Luego de años de trabajo, estamos a un paso de sancionarla a partir de un acuerdo construido con todas las fuerzas políticas.
Con igual espíritu propuse esta misma idea en el Chaco (la primera y única provincia que avanzó con una ley) y, luego de aquel recordado debate que sostuvimos con el Senador Ángel Rozas en el 2013, el año anterior se dio el primer encuentro entre candidatos a gobernador.
Dos elementos destacables del proyecto que queremos sancionar: Primero, en cada elección presidencial habrá dos debates, uno de ellos en una capital del interior del país: un logro de federalismo y una oportunidad para poner los temas regionales en la agenda nacional. Segundo, la transmisión la realizará el sistema de radios y canales públicos: debates democráticos, transmisión democrática.
Política más creíble, Democracia más profunda
Los problemas públicos son complejos. Cada vez más. La lógica del marketing político-mediático tiende a subestimar a la sociedad con eslóganes superficiales y lugares comunes. Esto no es gratis: la sociedad responde con indiferencia hacia la política y descreimiento hacia sus dirigentes. La política “zafa” de explicitar los problemas, a costa de debilitarse para resolverlos.
Aunque ayudan a exponer con más claridad a quienes mienten y a quienes no están preparados, los debates presidenciales no son una panacea para los problemas de la política (nada lo es). Son, sí, un ladrillo importante en el muro de reformas institucionales que necesitamos para construir una democracia más sólida, más profunda, más tolerante y más creíble.