¿Alguna vez te comparaste con una amiga, con un hermano o tal vez una cuñada y dijiste: “Mirá, ya tiene pareja, ya tiene auto, ya viajó por el mundo, y yo acá, sin novio y con veinte pesos de carga en la SUBE…”?
Cuando comparás tus conquistas con los logros de otra persona, lo que en verdad estás haciendo es convertir los objetivos del otro en tus propios objetivos. Entonces, si esa persona alcanzó determinada meta, vos también tenés que alcanzarla. Esto te lleva a olvidar tus objetivos para perseguir los objetivos de alguien más. Por ejemplo, pensás: “Todas mis amigas ya tienen pareja, y a mí ni me invitan a salir”. Tal vez no querés tener pareja o quizás sí, pero buscás un hombre con ciertas características, pero como tus amigas ya tienen pareja, dejás de lado todos tus requisitos y te juntás con el primer hombre que se te cruce. Así, el objetivo de los otros comienza a ser tu objetivo. Poco a poco vas perdiendo tu horizonte, y lo que es peor, también perdés tus valores, porque a veces, por seguir el objetivo de los demás podés llegar a hacer cosas que normalmente no harías.
Cuando alcanzás un objetivo que no es el tuyo, es posible que al principio te sientas feliz. Decís: “Bueno, ahora tengo novio como todas mis amigas”, y eso te da algo de placer, pero después te empieza a incomodar. Te das cuenta que eso no era lo que querías, que eso no era lo que estabas buscando en la vida. Esto habla de falta de convicción y valoración de nuestros propios objetivos.
Querida mujer, es tiempo de que aprendas a valorar tus metas, el camino que estás recorriendo. No mires la vida del otro, no te compares, no critiques los objetivos de los demás. Es importante que entiendas que cada uno está caminando su camino, y vos tenés que caminar el tuyo. Mantené tus objetivos, tu enfoque, tus valores. Es cierto, tal vez no conseguiste lo que el otro ya consiguió, pero vos no mirás el objetivo ajeno sino que te concentrás en alcanzar tus propias metas, porque sabés cuál es tu sueño y qué camino has elegido recorrer para lograrlo.