La importante sequía, está llevando a las autoridades de pueblos y ciudades de Chaco y Formosa, a “echarle mano” al Bermejo. Hay diversos proyectos y ejecuciones. Todos estos emprendimientos, están basados en sacarle agua al declinante río. Algunos exploradores y autores, entre ellos, Charles Darwin, consideraron que el río Bermejo era el Nilo de América. Para darle esta denominación, tuvieron en cuenta su comportamiento ancestral de desbordar y, de esta manera, dar vida y regular la evolución de los prodigiosos y casi únicos, ecosistemas de sus valles de inundación.
El Bermejo, más que un río es, en realidad, un torrente. Desde que se lo conoce y por lo que se sabe, desde épocas anteriores, se caracterizó por tener, entre otras, las siguientes características: gran cantidad de meandros que, en la actualidad, serían indicadores de senectud; costas cambiantes y una elevadísima diferencia de caudales entre los momentos de estiaje y de creciente máxima.
Además, cabe agregar, que las grandes crecientes, cíclicamente produjeron, hasta hace unos años, los citados desbordes formadores de los ecosistemas de su cuenca.
La elevadísima cantidad de arcilla, limo, arena y otros minerales que contienen sus aguas, especialmente en los períodos de creciente, es otra de sus características. Estos materiales al sedimentar, además de modificar su cauce, lo estarían tornando frágil a los cambios que la inestabilidad del clima y el hombre, están produciendo, tanto en sus nacientes como, a lo largo de toda su cuenca.
Cambios producidos
El hombre basado, fundamentalmente, en criterios de explotación los recursos, necesidades, daño y urgencias, procedió a taponar e impedir con obras de defensa, el ingreso de las aguas, de los ancestrales desbordes, a una amplia zona del centro Este de la cuenca. Este hecho produjo un cambio total en los ecosistemas regulados por el río. De ambientes naturales basados en la inundación: esteros, cañadas y riachos por el que escurrían las aguas, se pasó, al interrumpirse las inundaciones, a ecosistemas o más bien espacios, que están siendo invadidos por densas poblaciones de leñosas invasoras. Al momento de realizarse las obras, existía abundante información técnica que anticipaba lo que podría ocurrir si se las realizaba. Es de suponer que no se la tuvo en cuenta, se la desconocía o se la subestimó. También existían propuestas de solución al problema y en un todo, más amigables e incluso recuperadoras del medio ambiente. No fueron tenidas en cuenta por motivos que no cabe mencionar aquí.
Como es lógico suponer, este brutal cambio, afectó también a la fauna autóctona. De sistemas naturales que daban vida a una enorme cantidad de especies se pasó a ambientes disturbados por el hombre. En ellos, la cantidad de especies y el número de cada una de ellas es, en la mayoría de los casos, visiblemente menor.
Además, al haber menos agua en superficie, según lo expresado por algunos productores, estarían disminuyendo, progresivamente, la cantidad y la calidad del agua de las napas, a vez que, éstas, se profundizan y, en algunos casos, se agotan.
Otros cambios
A lo anterior cabe agregar que, el río desde el año 2003, hasta la fecha, debido al cambio climático, a su comportamiento cíclico o por ambos fenómenos a la vez, ha dejado de llegar a los conocidos niveles de desborde. Sus caudales son más reducidos y esto podría estar determinando una tendencia, más notable, a la declinación. Recordemos, por ejemplo, que hasta el año 1945 fue navegable.
Coincidentemente, desde el mismo año (2003) en adelante, el régimen de lluvias anuales, estuvo siempre por debajo del promedio en el centro Este de la región, (la de más alta carga poblacional), y en casi todo el curso del río. La disminución de las lluvias fue y es, aún, una constante. Como tal contribuyó, también, a que los ecosistemas acuáticos que aún imperaban en la zona, hayan desaparecido o estén desapareciendo. El cambio de la fisonomía del paisaje, sobre todo el de los bajos, bajos tendidos y medias lomas, antes inundables, fue brutal en este período y, todo parece indicar qué seguirá afianzándose.
La importante sequía, está llevando a las autoridades de pueblos y ciudades de Chaco y Formosa, a “echarle mano” al Bermejo. Hay diversos proyectos y ejecuciones. Todos estos emprendimientos, están basados en sacarle agua al declinante río. Se incluye aquí, a obras de riego de importantes superficies. La realización de todas estas obras, es doloroso decirlo, respondería más a criterios de explotación y urgencia antes que, a una prolija y sabia planificación realizada por las instituciones competentes con la participación de la población.
El Bermejo, no tiene un caudal infinito, es apenas un afluente. Desde el 2003 trae menos agua y, por todo lo indicado, podría verse muy disminuido e incluso dejar de correr en la época de estiaje. Para afirmar está hipótesis que puede parecer un tanto utópica, basta con analizar lo que le ha pasado y le sigue pasando al “compañero de rutas, del Bermejo, en la vida y en los tiempos”: el río Pilcomayo.
La pesca
La pesca en el río Bermejo, tal como se la realiza, en casi toda la cuenca, es indiscriminada, irracional e insustentable. La falta o escasez de controles que permitan el cumplimiento de lo legislado, es, sin dudas, una de las causas de esta dolorosa situación actual. Otra de las causas, es la falta de interés que existiría en lograr el diseño y la aplicación de programas efectivos tendientes a dar protección y sustentabilidad a la fauna ictícola.
Da la impresión de que con los peces pasa lo mismo que con el agua del río: pensamos que nunca se van a acabar y entonces todos pescamos y lo hacemos, en la mayoría, con criterio de explotación y sin cumplir con las regulaciones existentes.
Con cada día que pasa, la presión que se ejerce sobre el recurso es mayor y, a este paso, es posible concluir, que en el mediano plazo, los peces que hoy, todavía están, habrán desaparecido y, con ello, las aguas del río quedarán sin la esencial regulación que los peces realizan en los ecosistemas acuáticos.
Una prueba de esto, es que estando prohibida, por acuerdos jurisdiccionales, la pesca comercial en la cuenca del Bermejo, ha sido habilitada por autoridades de algunas localidades ribereñas. Por lo que se sabe, las medidas habrían sido tomadas sin ningún tipo de análisis del recurso y sin realizar consultas a las autoridades competentes de la región.
Otro de los problemas que atenta contra la sustentabilidad de la fauna ictícola, quizás el mas importante, lo constituyen las grandes bombas centrífugas. Estas, junto con el agua, extraen, según épocas del año, millones de ovas, larvas y alevines de peces que inexorablemente se pierden. Esto evidentemente sucede, porque el problema, como tal, ha permanecido como ignorado y sin ser analizado racionalmente. Sin embargo, se supone que podría ser de fácil solución si existiera la voluntad de lograrlo. Los beneficios serían los que todos podemos imaginar: un importante aporte a la sustentabilidad de la fauna ictícola que hoy parece importar poco.
Todo lo citado, no hace más que demostrar el uso anárquico, indiscriminado e irracional, que seguimos haciendo, a un recurso que es de todos como lo es, también, el río.
Basuras
Todavía somos pocos, pero el problema ya es visible: por costumbre, porque somos así o por lo que sea, estamos transformando a las costas de nuestro río y al río mismo, en un basural. Esto se aprecia más en las ciudades ribereñas en donde a las costas del Bermejo, se las está transformando, poco a poco, en depósitos de desperdicios de todo tipo. Dar solución a este problema no es difícil y lo principal, para lograrlo, sería empezar por reconocer que existe.
Para la reflexión
De seguir así ¿qué le estaremos dejando a las generaciones futuras? La contestación a esta pregunta, quizás sea necesaria para darnos cuenta de que tenemos que cambiar. Tal vez el camino sea, no mirar solo lo humano, para poder tornar algo de nuestra mirada al entorno natural que nos da vida. Y hacerlo, en función de corregir lo errores que cometimos y seguimos cometiendo.