Los argentinos nos conmocionamos recientemente con un séxtuple crimen que cubrió las páginas de todos los medios, y por supuesto el tema de la “seguridad” nuevamente se tornó en objeto principal en los debates y charlas desde cafés, programas de tv, e incluso en la intimidad de los hogares. En un programa de difusión nacional se escuchaba a una diputada eufóricamente acusando de “psicótico” al autor de los crímenes, reclamando el mayor rigor de la ley para sancionarlo.
Si hay un término que sufrió abuso fue el de “paradigma”, de antiguo fue usado con distintos significados pero básicamente como modelo o ejemplo de algo, hasta que Thomas Kuhn en su obra de 1962 la Estructura de las Revoluciones Científicas” le dio al término un uso específico en el lenguaje técnico de los investigadores científicos. Según Kuhn la ciencia avanza en forma paradigmática, donde un paradigma es un conjunto de postulados que logran consenso entre una cierta comunidad científica, mediante los cuales se da respuesta a cuestiones problemáticas objeto de la disciplina. Mientras estos postulados gozan de consenso se mantiene vigente el paradigma que de alguna manera funciona como marco o “frame” del pensamiento. Cuando surgen nuevas respuestas para el problema se produce una “revolución” o cambio de paradigma, con ciertas características como la inconmensurabilidad.
Como ejemplo de cambios de paradigmas se dan la “revolución Copernicana” o la aparición de la física cuántica. Por fin, ya vulgarmente se terminó usando el término paradigma para cualquier estructura semántica en la que fuera necesaria, pero digamos que se lo puede asimilar al de “cosmovisión” o forma de ver el mundo.
Algo parecido ocurre con la forma de control social respecto de las conductas reprochadas como disvaliosas. En la antigüedad, las ofensas se resolvían personalmente, o mediante quien ejercía el poder en forma discrecional. Con el surgimiento del estado de derecho se generó un método de ejercicio del poder punitivo el que fue atribuido al estado para evitar la justicia por mano propia o el poder autoritario. Esta nueva forma de orden social se fundamentó en la Dogmática Jurídica, que es la disciplina científica de carácter formal basada en “dogmas” abstractos de rígida fundamentación lógica. En buen romance son conceptos inventados arbitrariamente, un esquema lógico que da cierto orden y esquema para resolver la convivencia social. Este sistema se basa en la idea del “delito” como conducta reprochable, y la idea de la responsabilidad subjetiva individual para quien comete la conducta, estructurando un complejo esquema procesal para poder efectuar el reproche con aspiración científica y concluir con una pena en caso de resultado positivo.
Podemos decir que es lo que se llama un “paradigma”, incluso desde un uso técnico científico si entendemos al derecho como tal. Es lo que rige el consenso general de los estudiosos del derecho desde el siglo XVIII en adelante, basado en la idea de la “responsabilidad subjetiva” por los hechos delictuales. Podemos decir que es una concepción sesgada o parcial de la sociedad, la que no es vista como un cuerpo orgánico sino como la simple suma de individualidades donde cada uno es rotulado con independencia del conjunto.
Recuerdo las palabras de TzvetamTodorov quien decía:“ La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al ¡Nunca más!?".
(http://www.lanacion.com.ar/1982690-tzvetan-todorov-el-intelectual-que-convirtio-la-literatura-en-una-herramienta-para-estudiar-la-memoria). Es hora de cuestionar este “paradigma” según el cual la sociedad se forma con “buenos” y “malos”, con gene como “uno” y con los “otros”, donde se cree que si se mata al perro se termina la rabia. Este “paradigma” basado en la idea autoritaria del manejo social en base a la responsabilidad subjetiva individual ha dado sobradas pruebas que no fue eficiente, que no resuelve los problemas sociales, que el “delito” no es una cuestión individual sino una “situación” social participativa y compleja que debe ser objeto de un nuevo tratamiento. La idea de la “cárcel” como remedio al delito es una ficción que hace agua por todos lados, y la sociedad demanda nuevas respuestas.
Seguramente hay disciplinas como la psicología, la sociología, las ciencias cognitivas e incluso la comunicación social que pueden ayudar a conformar un nuevo paradigma que es requerido a gritos, gritos que no son los que acusan irresponsablemente de “psicótico” a una persona, sin siquiera saber que significa el término, sino gritos de trabajo arduo en el entendimiento que no hay categorías de “delincuentes” ni de “psicóticos” responsables de todos “nuestros” males sino personas que eventualmente cometen actos que nos compete a todos enfrentar, que como sociedad debemos hacernos cargo de los problemas del prójimo como parte de algo a lo que todos formamos que es el cuerpo social.
Mariano Sebastián Moro - Abogado Director Grupo Ambientalista Una Tierra