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María Gabriela Quiñonez
Viernes, 24 de febrero de 2017
El carnaval en Corrientes: breve historia de una larga tradición
En febrero de 2016, regresaba a Corrientes desde Rosario. En la terminal, al despachar mi equipaje, me preguntan: -¿A donde viaja?... A Corrientes. A lo que siguió: -¿A Corrientes la Capital del Carnaval? –Sí!


Desde la década del sesenta del siglo XX la ciudad de Corrientes, y las grandes y pequeñas ciudades del interior provincial, viven la experiencia del carnaval como un hecho cultural que ha trascendido los límites provinciales. En los años sesenta y setenta Corrientes era sinónimo de Carnaval. Quienes han vivido esas décadas recuerdan las batallas del juego con agua de las siestas de febrero en casi todas las ciudades, y en la capital, al Parque Mitre cubierto de carpas donde se alojaban jóvenes que llegaban de todo el país para participar de las noches de corso.
Escenas como esta se repetían en todas las ciudades de las costas de los ríos Paraná y Uruguay: Paso de los Libres –la pionera-, Monte Caseros, Santo Tomé, Goya, Esquina, Mercedes, Bella Vista, entre otras, recibían turistas ávidos de presenciar los carnavales que se caracterizaban por los duelos de comparsas: Ará Bera y Copacabana, Zum Zum y Carumbé, Orfeo y Carun Berá, Carú Cura y Yasí Berá, Fon Fon e Ipanema, entre otras.

El carnaval capitalino tuvo dos momentos de exposición que contribuyeron a su consagración “nacional”, la publicación en 1966 de la nota de Rodolfo Walsh, “Carnaval Caté”, en la revista Panorama, y la inclusión de la célebre coreografía de la riña de gallos de Ará Berá en la película “La hora de María y el pájaro de oro” –dirigida por Rodolfo Khun y protagonizada por Dora Baret y Leonor Manso- en 1975. Las dos décadas del duelo Ara Berá-Copacabana constituye una de las tantas épocas doradas que supo tener este carnaval que fue cambiando sus formas desde que existen registros de sus prácticas.

La pasión carnavalera que se manifiesta en la inmensa mayoría de los correntinos, y se activa desde el inicio de cada nuevo año, se percibe en los registros de finales del siglo XIX, tiempos en que el período de carnaval propiciaba un balance del año fenecido, con altos componentes de crítica política mezclados con fantasía. Durante muchas décadas, el pasado reciente inspiro a los grupos de amigos y familiares que en los retiros veraniegos de cada enero, preparaban las comparsas –pequeñas y efímeras- que encontraban sus nombres y temas a representar en la realidad inmediata. Así, en febrero de 1905, un grupo de jovencitas decidió presentarse en los bailes y recibos de carnaval e ingresar al corso como “japonesas”, a lo cual, los varones, inspirados en las noticias de la prensa sobre los incidentes de la guerra ruso-japonesa que se libraba desde el año anterior, opusieron una comparsa de “rusos”. El corso y los bailes de carnaval fueron variando de escenarios pero se prolongaron hasta finales de la década de 1950.

En 1900 los vecinos de las calles San Juan, 9 de Julio y La Rioja, en el privilegiado espacio del centro, se disputaban la condición de recorrido del corso, los bailes elegantes se realizaban en los salones de los clubes Social y del Progreso, y los populares en el Teatro Vera. En los años treinta, el corso se muda a la calle Junín, y al poco tiempo a la recientemente inaugurada Avenida Costanera, donde brilla a comienzos de los años sesenta con la aparición de las grandes comparsas: Ara Berá y Copacabana. Entre los años cuarenta y cincuenta, antes del período dominado por la institucionalización de grandes comparsas, se vivió otra de esas épocas doradas, protagonizada por los vecindarios de los distintos barrios de la ciudad. En cada uno de ellos se constituía una comisión que organizaba bailes en los cuales se recaudaba dinero para la construcción de la carroza que lo representaría en el corso, y en uno de esos bailes se elegía –por el voto de todos los asistentes- a la reina del barrio y su corte de princesas. La comisión se ocupaba de todos los detalles: el tema a representar, la elaboración de la carroza para el desfile, y el vestuario de las jóvenes. Los bailes se hacían en las calles del barrio que eran adornadas para la ocasión, y en algunos casos se utilizaban las instalaciones de los clubes. Algunos barrios -como el Bañado Norte-tenían su propio corso, pero el más importante era el corso oficial, al que concurrían las representantes de todos los barrios y las comparsas y máscaras sueltas que tramitaban el permiso para participar.

A medida que se suceden estos cambios, la fantasía le gana la batalla a la crítica y a la política. La intervención en las grandes comparsas de figuras surgidas de los planteles de las academias de danzas y del teatro Vera, desde los años sesenta, le imprime un sello característico al carnaval que ha sido definido recientemente por Marcelo D. Fernández como “una obra de arte en movimiento”. A diferencia de las comparsas del interior de la provincia, las capitalinas imponen el “show”, una suerte de obra teatral en la cual representan el tema elegido cada año. Los antecedentes de estos shows, tal vez se puedan remontar a la influencia de grupos de teatro de aficionados que existieron en la ciudad desde mediados del siglo XIX.
Los años setenta serán el período más exitoso de los duelos entre Ara Berá y Copacabana, con la Avenida Pedro Ferré como escenario, y con vestuarios, coreografías y shows cada vez más brillantes. En la década de 1980 se producen desmembramientos en las dos grandes comparsas, que dan lugar a la aparición de Sapucay –que pronto pasa a protagonizar los duelos con Ara Berá- y Samba Show –pionera de las Agrupaciones Musicales. A mediados de esa década, por dificultades económicas, el carnaval de las grandes comparsas sufre una interrupción de una década. Durante ese período, en los barrios viejos y nuevos de la ciudad, surgen comparsas que sumadas a las agrupaciones humorísticas que –como Los Dandys- animaban los corsos desde la primera mitad del siglo XX, continúan con los desfiles organizados en la Avenida de la Paz, un escenario alejado del que había sido epicentro de la actuación de las extrañadas Ara Bera, Copacabana y Sapucay. Esta demostración de la pasión carnavalera de los correntinos, inaugura una expresión que hoy tiene lugar en los populares “Carnavales Barriales” que se desarrollan en un circuito itinerante, que en cierto sentido rememora al carnaval de los años cincuenta.

En 1994 un grupo de comparsas de distintas ciudades del interior desfilan por la costanera correntina, despertando al Momo dormido de la capital provincial. En 1995 retornan los carnavales con muchos de sus rasgos tradicionales, constituidos a lo largo de los años sesenta y setenta, pero también con elementos de la nueva impronta que llega a través de las comparsas del interior. Desde entonces, arranca otra historia, que también es presente de este carnaval.



Enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=UMl9eW-ns8M

María Gabriela Quiñonez
Docente de la Carrera Lic. en Historia-Facultad de Humanidades de la UNNE


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