En algún momento de nuestra vida todos nos odiamos por haber cometido ciertos errores. Existen dos formas de vivir los errores: como una fuente de debilidad, como una vergüenza, o como una fuente de esperanza y de sabiduría. Si vemos nuestras equivocaciones como una debilidad que nos avergüenza seguramente las vamos a esconder.
Cuando ocultamos nuestro error, nos avergonzamos y comenzamos a odiarnos a nosotras mismas por él. Esta es la razón por la que no podemos aprender nada del error, y lo único que vamos a buscar en la vida es castigarnos por eso que hicimos. Después nos preguntamos: “¿cómo es posible que siempre me vaya mal económicamente?”, “¿por qué todo el tiempo tengo crisis con mis hijos?”. De alguna manera estamos buscando castigo, porque sentimos culpa y nos odiamos por ese error que en el pasado cometimos.
Para que tu error se transforme en una fuente de sabiduría para tu vida y para la vida de otros es importante que puedas hacer un recorrido de los pasos que diste hasta cometerlo para así descubrir dónde estuvo la equivocación. De esa manera, podrás corregir no todo el proceso, sino la parte que hiciste mal. Cometiste un error, y es tiempo de que vuelvas a hacer el recorrido para ver en dónde estuvo ese error, de lo contrario no vas a aprender de él, es decir, en lugar de ser una fuente de sabiduría va a ser una fuente de debilidad y de vergüenza.
Querida mujer, mirarte a través del error empaña todo lo bueno que tenés, hace que no puedas ver tu potencial. Por eso, pensá en ese error que no te perdonaste, ese error que ocultás porque te trae vergüenza, ese error por el que venís castigándote hace tiempo. Ahora, te invito a que hagas un recorrido para averiguar cuándo fue el día, la hora, el segundo que corriste el límite que tenías en tu vida y cometiste ese error. Cuando lo descubras, tu error se transformará en tu fuente de aprendizaje y de sabiduría, no te odiarás por él, lo soltarás y nunca más volverás a cometerlo.