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Mariano Moro
Jueves, 29 de junio de 2017
PASO
Los procesos electorales son esquemas reglados con la finalidad de designar a quienes son las personas que van a organizar la sociedad durante un cierto tiempo. O sea se elige dentro de un determinado grupo de personas a los que van a tomar las decisiones que determinen la forma de vida del grupo social. Esto se basa en un conjunto de derechos políticos de elegir a los gobernantes y ser elegido como tal. En un comienzo los electores eran calificados, o sea se requerían ciertas calidades para poder participar de la elección. Como una mejora con miras a dar mayor equidad, se fueron sacando estas diferencias hasta incluir todos los ciudadanos argentinos mayores de edad e incluso menores en forma facultativa. Una de las características del sistema electoral argentino es que es obligatorio, estableciendo incluso penalidades a quienes no participan.




La herramienta que organiza las elecciones son los partidos políticos, reconocidos por el art. 38 de la Constitución Nacional y las leyes que reglamentan su funcionamiento y 88 de la Const. Provincial. De acuerdo a nuestras leyes, para poder llegar a participar de las elecciones como candidato, el postulante debe actuar dentro de un partido político, y es acá donde se conforman las listas o agrupaciones que competirán en representación del partido (o alianza de partidos). O sea que el inicio del proceso electoral se encuentra en esta previa elección dentro de cada partido, y aunque parezca de menor trascendencia que la elección general, sin duda es determinante de la legitimidad de todo el proceso electoral, porque su eficacia asegura el ejercicio del derecho a postularse en igualdad de condiciones, con el requisito del consenso de votantes necesario.

Los partidos políticos, como toda organización de personas, son lo que las personas que lo forman hacen de ellos. Como tal bien organizados son positivos para la sociedad, pero distorsionados son altamente lesivos, esto es cuando su estructura y funcionamiento permite el abuso de poder y la toma de decisión en forma arbitraria por elites privilegiadas, son instituciones altamente nocivas para el sistema democrático, funcionando de filtro y máquinas de impedir en lugar de asegurar el debido ejercicio del derecho a participar en la vida pública.

Las elecciones generales serán útiles para la democracia si quienes llegan a ella son el resultado de un sistema de postulación igualitario que asegura el libre acceso a los cargos, porque de lo contrario las elecciones generales son la fachada de un proceso dañino que solo postula a quienes son parte de un sistema viciado de selección. Se aplicaría en el caso aquella vieja teoría del derecho que dice que el fruto del árbol envenenado tiene consigo el veneno de su origen. Si el sistema de selección interna en los partidos no es transparente ni garantiza la igualdad de posibilidades, las elecciones generales son una “parodia”, una ficción de elección.

Es por esto resulta tan importante la reglamentación del funcionamiento del origen del esquema de postulaciones. En este sentido para transparentar el proceso interno de elección, se establecieron las “PASO” o primarias abiertas, simultaneas y obligatorias, que tanto trastorno causa por la repetición de elecciones y el costo de su producción, cuyo mantenimiento está siendo actualmente cuestionado.

Lo primero en este sentido es no apresurarse a dar conclusiones sin entender de lo que se habla. Sin duda que el proceso de primarias tiene graves falencias, pero la solución no es su derogación, sino trabajar para mejorarlas, porque ellas son una mejora del sistema oscurantista que regía antes. La verdad es que si fueran eficientes, su costo estaría absolutamente justificado. El tema es que no lo son. Si bien mejoraron el sistema anterior, no se han obtenido los resultados esperados, no solo por la rigidez delas estructuras partidarias, sino por cuestiones instrumentales como los costos de las campañas, o la total anarquía en la forma de llevarlas adelante, la publicidad, los métodos de sufragio y escrutinio, etc… Con las formas de comunicación y sistemas de manejo de la información es necesario buscar formas de realización de las votaciones más dinámicas, y menos traumáticas, más sencillas y económicas. El sistema de boletas que demanda la impresión de toneladas de boletas en el país, o los sistemas de lemas que no lo entienden ni quienes los diseñan son claros ejemplos de aspectos que hay que erradicar.

La opinión publica pareciera tener consenso respecto de la crítica a la clase política, pero si pensamos que para ser político no solo hay que tener vocación sino cartera, tiempo, logística, etc, vemos que de hecho es claramente inaccesible para alguien que debe cumplir con sus obligaciones laborales para poder subsistir, convirtiéndose la política en una “profesión” para algunos pocos que no necesitan trabajar o para quienes dependen inveteradamente de un cargo público.

Entonces la tarea no es quejarse del costo de las primarias sino trabajar en mejorar el sistema, fortaleciendo los controles para garantizar la posibilidad no solo formal sino real para poder ejercer el derecho a ocupar cargos electivos, trabajar sobre el funcionamiento interno de los partidos para garantizar el acceso en igualdad de condiciones para quienes quieren postularse.

En este orden de ideas, debemos también preguntarnos si luego de doscientos años de independencia, y más de ciento cincuenta años de vida institucional debemos seguir manteniendo la obligatoriedad del sufragio. Pareciera que en algún momento debemos reconocer la mayoría de edad del pueblo argentino y liberar a su conciencia el deber cívico de participar en el proceso electoral. No son pocos los países, ni los más atrasados los que tienen el voto voluntario sin que esto presuponga un quiebre democrático sino todo lo contrario, un grado de madurez y responsabilidad del pueblo que permite el crecimiento cívico. El voto obligatorio tiene un neto sesgo autoritario y paternalista que genera un vínculo represivo del estado para con la población.

Nuestro país, en lugar de controlar la transparencia de quienes ejercen el poder, esto es de los mecanismos de funcionamiento de los partidos, controla a la gente sancionándola cuando no va a votar, pero haciendo la vista gorda de cómo se llega a la selección de quienes compiten en las elecciones y del desarrollo del proceso. Este es un aspecto central sobre el que se debe trabajar, sobre todo porque la democracia se asienta fundamentalmente en el derecho de participación en el ejercicio del poder y la toma de decisiones por parte de las minorías, y si no hay control ni transparencia que garantice el acceso a las postulaciones para las elecciones esto no ocurre.

MARIANO SEBASTIAN MORO
ABOGADO


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