Me cuesta defenderme cuando alguien que quiero me lastima
Hay ciertas situaciones que ocurren con nuestros seres queridos que no podemos enfrentar. Por ejemplo, tu hija o tu pareja te hiere con palabras, y vos decís: “cada vez que me dice eso, yo quedo mal, llorando, deprimida”. Lo cierto es que existen familiares con quienes, sin darnos cuenta, firmamos un contrato tácito.
Por ejemplo, tu pareja llega del trabajo a ver el partido de fútbol. Se sienta en el sillón y dice: “Vieja, traeme una picada y que nadie me moleste porque está el partido”. Vos le empezás a preparar la picada, pero tardás más de lo que él esperaba, entonces te grita: “¿Por qué tardás tanto? No cambiás más, sos siempre la misma lerda inútil”. Lo cierto es que él siempre hizo lo mismo, así que si cuando termina el partido le decís: “Estuviste muy mal. Me dijiste lerda e inútil, me heriste”, él seguramente te responderá: “Disculpame, tenés razón. Es que estaba nervioso mirando el partido… vos sabés que cuando hay partido no me gusta que me molesten…”. Vos lo disculpás y todo sigue bien, hasta el próximo partido.
Él volverá a tratarte mal porque ambos tienen una regla interna que dice que cuando él ve el partido la que prepara la picada sos vos. Ese contrato es tácito y está firmado por los dos, así que él va a volver a esperar que vos hagas la picada, y, obviamente que se la lleves a tiempo. Así también nos ocurre con nuestros amigos o con nuestros hijos: en algún momento firmamos un contrato en esa relación y lo tenemos que cumplir si no queremos que haya problemas. Por eso, reflexioná: ¿qué contrato firmaste con tus seres queridos?
Romper un contrato, cambiar una regla, siempre trae problemas, dado que muchas veces el otro no quiere hacerlo porque ya se adaptó, se acostumbró. Sin embargo, cuando cambies la regla, si la otra persona está interesada en vos, entonces va a pensar: “Es cierto, el contrato está en nuestra mente, las cosas no tienen por qué ser solo de esta manera. Vamos a hacer “borrón y cuenta nueva”. Así, podrán cambiar las reglas y firmar un contrato que les convenga a los dos.
Cuando alguien te diga algo y vos no sepas qué contestar, no te angusties pensando en lo que le tendrías que haber dicho y no le dijiste, no te sientas mal, porque la situación te sorprendió y estabas desprovista. Dejá de dar vueltas y pensar durante días en lo que le tendrías que haber respondido. Recordá que lo que te ata te gobierna, y si tenés tu mente atada, estás gobernada por esa persona que ató, por ese pensamiento de “¡qué tonta que soy!, ¿cómo no respondí?”, y vos no naciste para ser gobernada, sino para ser libre y dueña de tu vida.