¿Te da culpa enojarte? A veces las mujeres confundimos enojo con violencia, y creemos que, porque nos enojamos, somos violentas. La verdad es que podemos enojarnos con el otro sin ser violentas. También es muy común confundir estar enojadas con ser malas. Esto nos suele pasar, por ejemplo, cuando un hijo nos ve enojadas y nos dice: “¡Qué mala que sos mamá!”. Sin embargo, podés enojarte y ser la persona más buena del mundo. Además, a menudo confundimos límites con violencia. Nuestros hijos necesitan que pongamos límites firmes, pero esto no tiene nada que ver con la violencia.
Lo cierto es que, al enojarnos, creemos que vamos a perder el afecto de la otra persona, que estamos desagradando a alguien. A la mayoría de nosotras nos han enseñado que tenemos que agradar a todo el mundo, entonces, ¡¿cómo nos vamos a enojar, si debemos agradar?! Es así que evitamos enojarnos, y cuando lo hacemos, nos llenamos de culpa y angustia, tememos ser juzgadas, que nos llamen “mala”, “loca” o “enferma”. Hay pensamientos que siempre nos generan culpa y nos terminan perjudicando. Algunos de ellos son, justamente, “no me puedo enojar” o “si me enojo soy mala”.
Básicamente, hay dos fuentes de culpa en las mujeres: los “siempre” y los “debería”. Los “siempre” nos impiden actuar de una manera distinta. Decimos: “siempre tengo que ser la callada”, “siempre tengo que ser la que calme las cosas”. El “siempre” nos limita, nos convence de que nada puede cambiar, nos lleva a la resignación. Los “debería”, por su parte, también son grandes generadores de culpa, porque te obligan a hacer cosas que no querés hacer, pero no te dejan opción. Cuando no actuamos como deberíamos, como nos enseñaron, como se espera que lo hagamos, nos sentimos culpables.
“Siempre tengo que cerrar la boca”, “siempre tengo que estar sonriente”. ¿Por qué siempre tiene que ser así? Empezá a cuestionarte esos pensamientos aprendidos que están instalados en tu mente y que no te permiten avanzar. “Debería limpiar más la casa”, “debería invitar a cenar a esa persona”. No hagas las cosas solo para agradar a la gente. Empezá a tomar decisiones que te generen satisfacción, que te dejen en paz con la opción que desechaste.
Una mujer que rompe con sus “siempre” y sus “debería” es alguien que en todas sus decisiones crea satisfacción interna y no culpa. Correte de la culpa y el lamento, porque lamentándote no vas a producir nada. Dejá de dar vueltas en la culpa y generá satisfacción.