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Alberto Medina Méndez
Lunes, 23 de julio de 2018
Los recortes en la región preocupan mas de la cuenta
Muchos sectores de la opinión pública ponen un énfasis desmedido en las eventuales consecuencias negativas de una reducción del gasto estatal en las provincias del nordeste argentino. Se escuchan insólitos análisis que eluden la realidad en vez de concentrar energías en resolver el tema de fondo.


Pareciera que se cierne la tormenta sobre el país y especialmente
sobre las provincias del norte argentino. Al menos eso es lo que surge
de la liviandad con la que opinan muchos referentes políticos y de los
otros en estas horas.

Evidentemente han “comprado” el retrogrado relato de que un Estado que
gasta mucho es bueno y uno que gasta menos es malo. Lo repiten como un
axioma moral e intentan fundamentarlo con retorcidos ejemplos.

El debate pasa hoy por juzgar la temeraria decisión del Gobierno
Nacional de pretender que se comparta el esfuerzo en la reducción del
monumental déficit fiscal estatal con las provincias bajo el
controvertido criterio de la proporción de cada una de ellas en el
sistema de coparticipación federal.

Muchas jurisdicciones sienten que esto es absolutamente injusto porque
esa dinámica no toma en cuenta la responsabilidad con la que cada
distrito se ha desempeñado al momento de administrar sus presupuestos
locales.

En definitiva, este esquema premia a los peores y castiga a los
mejores. Después de todo, parece que da lo mismo hacer las cosas bien
que mal, o si se prefiere, no tan mal que espantosamente horrible,
como se confirma al observar empíricamente las cuentas publicas de
varias provincias del NEA.

Lamentablemente, mas allá de esta discusión, todo hace pensar que la
negociación entre la Nación y las provincias será muy dura. Fuera de
lo meramente retórico y de los alineamientos políticos, todos pelearan
por cada centavo y no será sencillo lograr acuerdos que conformen a
todos.

El presupuesto del año que viene es lo que se debe construir casi
artesanalmente y todo hace pensar que se pondrán sobre la mesa la
totalidad de los asuntos para abrir el intercambio y revisar punto por
punto.

En ese esquema el arte pasará por hacer propuestas inteligentes, salir
de la lógica tradicional y ganar el máximo de autonomía al momento de
hacer propuestas que sean viables y seductoras para todas las partes.

Pero lo mas importante es salir de esas falsas disyuntivas que
intentan plantear que el escenario presente es trágico solo porque los
gobiernos provinciales y municipales deberán ajustar y disminuir sus
erogaciones.

Esa premisa esta sustentada sobre la fantasiosa idea de que el Estado
es el motor principal de la economía regional. En realidad, no genera
riqueza alguna, sino que solo se consume la poca existente esa que
produce el sector privado con gran esmero y peleando contra molinos de
viento.

Es justamente al revés. La debacle actual es producto de ese dispendio
gubernamental, de esa desproporción entre lo que se crea y lo que se
gasta. Ningún plan económico puede sustentarse con esa visión y es
vital terminar con esa concepción sino se quiere recaer de tanto en
tanto.

La tarea ahora no es montar una gran parodia sino ponerse manos a la
obra y hacer lo necesario para salir de ese circulo vicioso. No hay
que pensar en que servicio publico dejar de prestar sino en exterminar
el despilfarro.

El municipio o la provincia que afirme que gasta bien, que es
eficiente administrando los carísimos impuestos que pagan los
ciudadanos con enorme sacrificio personal, miente descaradamente y sin
pudor.

Todos saben que los gobiernos son ineficaces y que no son cuidadosos
al distribuir los dineros públicos. Es una característica intrínseca
del sistema y es muy saludable asumirlo con dignidad en vez de
refutarlo infantilmente.

El Estado, en general, compra mal, paga más de lo necesario, negocia
con laxitud y es poco profesional al ejecutar presupuestos. Esto no
sucede porque si, sino por una multiplicidad de situaciones que están
largamente descriptas y ejemplificadas en toda la literatura
especializada.

En vez de enojarse con este tipo de consideraciones va siendo tiempo
de hacerse cargo y revisar con un criterio mas despiadado cada uno de
los ítems para identificar aquellos que no impactan en las verdaderas
responsabilidades y obligaciones de los gobiernos.

No se trata de prestar menos servicios, o de hacerlos retaceando
calidad, sino de sacarse de encima sin piedad todo aquello que no
aporta, que no ayuda, que forma parte de las mañas de la política y
que tan celosamente guardan como secretos quienes se aprovechan de
esas ventajas.

Los agoreros que vaticinan un caos local solo intentan sacar provecho
de una circunstancia política particular asustando a todos. Los que
subestiman la cuestión también solo aspiran a minimizar un eventual
costo electoral.

En vez de que los dirigentes jueguen al gato y al ratón lo que resulta
imprescindible hacer es tomar el toro por las astas y ocuparse de
acordar políticamente un razonable recorte del indisimulable derroche
cotidiano.

La inmensa cantidad de gastos superfluos que burdamente se esconden
deliberadamente con nombres grandilocuentes y aquellos otros que
parecen casi imperceptibles suman enormes cifras. Es allí donde se
debe trabajar fuerte para cerrar esta brecha que es la causa real de
muchos tropiezos.



Alberto Medina Méndez

amedinamendez@gmail.com

54 9 379 4602694

Twitter: @amedinamendez

FUENTE: DIARIO EL LITORAL


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