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Alejandra Stamateas
Jueves, 26 de julio de 2018
Quiero terminar esa relación que me está enfermando, pero no me atrevo
Cuando hablamos de una relación que nos enferma podemos referirnos a cualquier tipo de relación —por ejemplo, con un hermano, un primo, una amiga, con una madre o un padre, con una pareja o un jefe— que daña nuestra vida, que nos agota, y a la que no podemos ponerle un límite porque no nos atrevemos. Lo primero que debemos tener en cuenta en relación a nuestras emociones y acciones es que muchas veces solo vemos nuestras reacciones, pero no tomamos conciencia de lo que hay detrás de ellas, y que es, justamente, lo que las provoca. Decimos: “Estoy en una relación que me está enfermando, pero no me atrevo a salir de esta situación”, y no vemos lo que hay detrás de ese “no me atrevo”, no advertimos por qué no podemos terminar con esa relación que es perjudicial para nosotras.


Cada vez que aflora una emoción, nosotras la experimentamos. Así, afirmamos: “me siento triste”,“me siento enojada”, “me siento alegre”. Sin embargo, no nos quedamos solo en el sentir la emoción, sino que además, recorremos mentalmente un camino que ya conocemos. Por ejemplo, cada vez que sentimos tristeza nos amargamos, nos tiramos en la cama y no salimos en todo el día. Frente a esa emoción repetimos una y otra vez el mismo circuito, y por eso no podemos resolver la situación. En nuestro cerebro recorremos siempre el mismo camino o “surco mental”, y esta es la razón por la que, frente a un mismo problema, invariablemente respondemos de la misma manera.

¿Qué hacemos entonces para terminar con esas relaciones que nos dañan y nos enferman? Debemos pensar nuestras emociones. No solo tenemos que sentir la emoción, también debemos pensarla. Por ejemplo, si sentimos enojo, es necesario que nos detengamos a reflexionar: “¿Por qué me quedo en una relación que me está dañando, que me lleva a sentir esta emoción, que hace que me enoje de esta manera?”. Sentir está bien, pero tenés que dar un paso más y analizar la emoción, examinarla. Cuando no te atrevés a hacer algo tenés que pensar qué es lo que te está impidiendo hacerlo. Necesitás hablarte la verdad, no te podés mentir: pensá la emoción, ¡ya no vayas más por el mismo camino!

¿Por qué no podés alejarte de esa persona que te está enfermando la vida?, ¿por qué no podés ponerle un límite? Pensalo y decite la verdad. Tal vez lo que te ocurre es que te sentís sola, que sos omnipotente y creés que podés con todo, o quizás es que tu estima está lastimada. Evitá recorrer el mismo circuito mental que construiste, porque si lo hacés, el resultado que obtendrás va a ser el mismo: seguirás aguantando, te enfermarás y perderás calidad de vida.


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