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Alejandra Stamateas
Martes, 4 de junio de 2019
Rompiendo con la vergüenza
La vergüenza es esa sensación de hacerte pequeñita. Cuando sientes vergüenza todo tu cuerpo lo manifiesta: te sonrojas, transpiras, empiezas a encorvarte, a poner los brazos hacia adelante y a inclinar tu cabeza delante de los demás. Tal es así, que las personas que te rodean parecen más grandes. Incluso llegas a pensar que tú eres torpe, mientras que los demás son perfectos y nunca se equivocan.



Para las mujeres que sienten vergüenza, los otros son inalcanzables, son poderosísimos. Por eso sienten que se achican, que nunca van a llegar, que no van a poder y que no lo van a lograr. Pero no son las personas las que tienen poder, sino que es uno quien se los otorga.

Si los padres, algún amigo, la pareja, alguien significativo, han avergonzado continuamente a esa mujer, ella comienza a tener una visión del mundo como si lo mirara desde abajo. Como se cree menos, adopta la actitud de esperar que los otros les digan qué hacer, qué decir, cómo actuar. No se siente libre de hacer, de opinar, de tomar decisiones, de decir lo que siente, de mostrar su saber. Y así es como muchas mujeres se bloquean y se paralizan. Las mujeres que no pueden salir de la vergüenza, siempre se van a sentir fracasadas, porque todo lo que se les presente, o lo que ellas mismas anhelen o se propongan, las va a paralizar. Por lo tanto, sus sueños quedan inhibidos, quedan anulados totalmente. Necesitamos saber que la vergüenza nos inmoviliza, nos apaga y nos quita las ganas de soñar. Por eso, si sientes que la vergüenza tiene el control de tus emociones, busca ayuda, es saludable contar lo que nos sucede. No te guardes lo que sientes, no lo niegues. Las mujeres tendemos a ocultar lo que nos ocurre para que los problemas pasen desapercibidos. Pero, en cambio, pregúntate: “¿Cuál es el desafío que tengo para este tiempo?”. Identifica lo que te molesta y fija una meta para superar esa dificultad.

Es fundamental que registres tus progresos y te felicites por los éxitos alcanzados. Si te costaba hablar con una persona y un día diste el primer paso para conversar, aunque sea del clima, ¡felicítate! Si te daba vergüenza retomar la universidad por lo que te iban a decir, pero te anotaste y empezaste a cursar, prémiate por ese logro.

Tienes que felicitarte y premiarte cada vez que hagas algo que te desafíe a vencer la vergüenza. Lo que realmente importa es que tú lo estás superando, que tú te has animado a lo nuevo.
¡No dejes de avanzar! Cuando vuelvas a pasar por la misma situación que te produce vergüenza, considera empezar a actuar de una manera totalmente diferente de la que lo hiciste hasta ahora. Cuando proyectas nuevos objetivos positivos y te preparas para alcanzarlos estás fortaleciendo tu autoestima.



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