Hay mujeres que temen grandemente accionar y enfrentar la realidad. En el fondo, no se creen capaces de asumir compromisos. Son personas que rara vez logran hacer realidad aquello que desean y viven de fantasía en fantasía. Se quejan de su situación actual y sueñan con una vida mejor. Pero no accionan para alcanzarla.
La mente de estas mujeres posee estructuras que son inamovibles. En consecuencia, solo se sienten “en casa” en zonas conocidas y las aterrorizan los cambios. Los desafíos las paralizan. Los proyectos que puedan llegar a armar pronto se desvanecen por el miedo a cometer algún error.
El miedo al fracaso, a hacer algo y que no nos vaya bien, siempre nos detiene y nos mantiene pasivas. Nos hace permanecer en los lugares conocidos y seguros y nos aleja de los riesgos sanos que nos podrían llevar al éxito. Pero, ¿cuál es la raíz de este miedo a la acción? La falta de confianza en una misma, es decir, percibirse como incapaz. Querida mujer, vos y yo somos valiosas y capaces de hacer todo lo que nos propongamos. Por eso, si nos encontramos estancadas en este sentimiento negativo, necesitamos cambiar nuestros pensamientos y creencias y comenzar a vernos bajo otra luz. Y, sobre todo, a confiar en nosotras.
Porque cuando un ser humano confía en sí mismo se anima a correr riesgos y se vuelve proactivo. Es decir, que acciona sin que se lo pidan. Hoy en día vemos a mucha gente que se encuentra abatida debido a las circunstancias difíciles que están atravesando. No logran, aunque lo deseen, ponerse de pie y defender lo que es de ellos porque carecen de autoconfianza.
Para quebrar este miedo tan destructivo y hacer crecer nuestra confianza (en nosotras y en la vida), tenemos que desechar toda idea que nos limita, aprender de nuestros errores del ayer y seguir caminando hacia la meta. También tenemos que evitar hacer caso de las voces externas que nos dicen que no se puede, que no hay lo suficiente, que no somos merecedoras. ¡Y accionar! Si anhelamos una vida mejor, es fundamental aplastar la inacción y movernos.