Muchas mujeres, aun sin que se den cuenta, viven con sentimientos de culpa. Las razones son diversas. Puede ser porque tienen que dejar a sus hijos al cuidado de la abuela (madre o suegra) para salir a trabajar; o porque no le brindan a sus parejas o padres mayores el tiempo que quisieran; o incluso porque les fijan límites a sus hijos.
La culpa suele ser moneda corriente entre nosotras y nos resulta muy difícil deshacernos de esta emoción que tanto daño nos puede llegar a causar. A continuación te invito a analizar las culpas típicas de una mujer: • Por no cumplir con todas las tareas que creo que “debo” cumplir. No somos la “Mujer Maravilla”. A veces, no es posible cumplir con todo. • Por decir que no. Está bien, de vez en cuando, decir por ejemplo: “Hija, hoy no tengo fuerzas para cuidar a los chicos”. Todos necesitamos poner límites para cuidarnos. • Por no seguir los mandatos de la familia. Ciertas acciones quiebran los mandatos familiares (como elegir otra vida distinta de la abuela y mamá) pero todos tenemos el derecho de elegir. • Por ser exitosas. La culpa no nos permite disfrutar de todo lo bueno que hemos logrado en la vida, en especial, “cuando soy la primera en la familia que tiene éxito”. • Por pensar en nosotras de vez en cuando. Está bien (es sano) amarnos, cuidarnos y hacer cosas para nosotras con regularidad, y no deberíamos sentirnos culpables por ello. ¿Dónde se origina la culpa? Principalmente en dos lugares: 1. El “siempre”. 2. El “debería”. El “siempre” nos aleja del pensamiento creativo y nos limita; mientras que el “debería” nos empuja a hacer aquello que no deseamos (porque creemos que nos tenemos opción). Si sos de crearte culpa y te sentís en medio de un conflicto interno todo el tiempo, te animo a probar lo contrario: generarte satisfacción interna enfocándote en lo positivo, tomando decisiones y actuando. Sos responsable de cada decisión y acción tuyas pero naciste para vivir en paz. ¡Es tiempo de darte el valor que merecés!