Al cumplirse 89 años de la Masacre de Napalpí los organismos de Derechos Humanos y los representantes del Estado integrantes de la Comisión Provincial por la Memoria rendimos homenaje a las víctimas de aquel funesto 19 de julio de 1924. Tanto la Masacre de Napalpí como la Matanza de Rincón Bomba y la Masacre de Margarita Belén, cada una con sus particularidades, forman parte de una idéntica modalidad de ejercer el terror para reprimir y castigar las resistencias del pueblo a la opresión.
Los mocovíes, qom y shinpi masacrados en Napalpí eran cosecheros de algodón. Es importante no olvidar esto, porque allí reside la raíz de la matanza: un acto de represión a trabajadores rurales sublevados contra la explotación a la que los sometían los obrajes forestales apadrinados por el poder político de turno. ¿Qué pedían los masacrados en Napalpí? Pedían dejar de ser esclavos de los latifundistas, pedían la libertad para los hermanos presos por luchar que estaban detenidos en la cárcel de Resistencia, pedían la reapertura de la escuela para sus hijos, pedían títulos de propiedad para los colonos indígenas, perdían ganar en pesos y no en vales de la patronal. Ya que no podían regresar al monte y vivir de la caza y de la pesca de acuerdo con sus costumbres ancestrales, exigían títulos de propiedad para los colonos indígenas y un salario digno, en pesos y no en vales de la patronal.
Napalpí no fue una masacre aislada. Nunca lo son. Durante buena parte de nuestra joven historia las matanzas fueron una metodología recurrente del poder político. Pocos años antes, entre 1920 y 1921, la peonada anarquista y libertaria de la Patagonia rebelde fue fusilada por el Ejército en defensa de los estancieros que pagaban salarios de hambre pero no toleraban huelgas.
Repudiamos a los genocidas Fernando Centeno - gobernador del Territorio-, a los policías José Machado y Saénz Loza y al colaborador civil Agustín Cabal. Todos ellos actuaron como una herramienta del poder económico, de la misma manera que lo hicieron Videla, Nicolaides y Manader durante los años setenta.
Durante décadas, la Justicia negó el crimen y archivó la investigación. Fue gracias al testimonio de personas como Melitona Enrique y Rosa Chará y a la labor investigativa de los escritores Juan Chico, Pedro Solans, Vidal Mario y del legislador Claudio Ramiro Mendoza y otros que la verdad histórica de lo ocurrido superó a las mentiras de los asesinos. Con estas menciones queremos destacar que la construcción de nuestra identidad es un trabajo colectivo y que no puede cometer omisiones. Ese esfuerzo por apuntalar el relato fidedigno de los crímenes perpetrados desde el autoritarismo de los poderosos tiene su reflejo hoy, cuando las nuevas generaciones se acercan a conocer su pasado.
Para que la memoria no se degrade en una efeméride estéril es necesario ejercerla en relación con el presente y de cara al futuro. Esa es la única manera de ponerle un punto final a la impunidad y desterrar de nuestro suelo la posibilidad de repetir errores y padecer nuevamente las mismas calamidades, los mismos crímenes.
ASOCIACIÓN EX DETENIDOS POLÍTICOS DURANTE LA DICTADURA MILITAR
H.I.J.O.S. - CHACO
COMISIÓN DE FAMILIARES DE DESAPARECIDOS POR RAZONES POLÍTICAS