“Lo que ella expresa es lo que piensa y yo no censuro, no limito su libertad, porque pues la han emprendido contra ella, desde luego contra mi hijo, entonces, es conmigo, yo soy el que está conduciendo el proceso de transformación”-
Así se refiere un primer mandatario respecto a su esposa. ¿A quién pertenecen estas palabras? ¿al presidente Alberto Fernández? Pareciera que sí, pero no. Y en ese caso… ¿cuál debería ser el rol de la pareja de un mandatario? ¿Y si fuera a la inversa? ¿Cómo suena el término primer caballero?.
Beatriz, una cuestión de clase
En la bajada de la nota están las palabras que presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al referirse a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller: escritora, periodista, investigadora. La primera mujer de un presidente de México que tiene un doctorado.
Durante la campaña presidencial en 2018, puso el tema en debate: "Para la verdadera transformación de la vida pública de México, tenemos que comenzar a pensar y actuar diferente. Pongamos fin a la idea de la primera dama. En México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda, con todo respeto a las mujeres que han estado antes en ese papel, decir primera dama es algo clasista".
Beatriz Gutiérrez Müller se ha negado rotundamente a que la llamen “Primera Dama”, pero no sale de la escena política, tanto por sus polémicos tweets como por sus llamativas ausencias. En julio pasado, Beatriz posteó en Twitter que ya no hay primera dama ni familia presidencial, ni siquiera (en su caso), una esposa que pretenda postularse para algún cargo público.
En sus palabras: "La compañera de un presidente debe participar en todo lo que pueda hasta un límite. No hablo para nada en una esposa que se convierte en una sombra complaciente, silenciosa o dócil ante un sistema que perpetúa las desigualdades", explicó. "Estoy obligada a decir y hacer las cosas diferente. Ya no nos ven como un adorno, tenemos espíritu, corazón, iniciativa y coraje. Vamos a feminizar la vida pública".
Cristina, escalera al podio político
El rol de primera dama proporciona un ventajoso posicionamiento político. Tiene sin buscarlo, toda la atención de la prensa y de la ciudadanía, que sigue atentamente tanto sus éxitos como sus desaciertos. Si bien se las evalúa permanentemente por su manera de vestir y de comportarse, muchas de ellas provienen también de la militancia política, tienen posicionamiento personal y agenda propia.
Ha habido cinco casos de primeras damas que después de serlo, accedieron a la presidencia. Dos de ellas argentinas: María Estela Martínez (1974) y Cristina Fernández (2007), mas Park Geun-hye en Corea del Sur (2013), Janet Jagan en Guyana (1997) y Mireya Moscoso en Panamá (1999). Pero es Cristina Fernández la única que ha sido senadora nacional y ha integrado tres veces el binomio presidencial: dos veces presidenta, y ahora vicepresidenta, manteniendo su liderazgo político durante 20 años.
Existe además una lista extensa de mujeres que lograron diversas posiciones de vicepresidente, legisladoras, gobernadoras y otros cargos políticos. Se destaca la casi-presidente de USA Hillary Clinton, que obtuvo 2,8 millones de votos más que Donald Trump (2016) y sin embargo no accedió a la presidencia.
Juliana, no es un concurso de belleza
La esposa del ex presidente Macri parece una modelo. Elegante, preparada para posar y obediente a los asesores de imagen. Criada en círculos de lujo, golf y colegio bilingüe, inicia su relación con Mauricio en el gimnasio de Barrio Parque (CABA). Para ambos, su tercera relación. Empresaria textil, fue involucrada judicialmente en una megacausa de empresas textiles que “tercerizaban” la elaboración de sus productos, contratando talleres clandestinos con trabajo esclavo. Su hermano fue sobreseído por el ex juez federal Guillermo Montenegro (que fue posteriormente ministro de Seguridad de Macri) y ella negó haber sido parte de la empresa familiar.
Acompañó siempre a su marido, en actos protocolares y políticos, poniendo siempre la cuota de glamour necesaria para fidelizar a los votantes del sector. La mujer perfecta: delgada, saludablemente bronceada y siempre sonriente, que habla poco, toma clases de cocina, arregla su jardín o juega con su hija. Siempre manteniendo su lugar y las formas. Son famosas las imágenes abrazando niños o junto a personas vulnerables. Todo muy cuidado, observado de cerca por 1,8 millones de seguidores en Instagram.
Fabiola, primera dama de hecho
En momentos de avance de la militancia feminista, donde se disputan paridades y espacios de poder, la política conservadora que atrasa más de 70 años aún sigue mostrando como ideal a una mujer, esposa y madre perfecta, que marca tendencia con sus outfits, despolitizada y desvinculada de las problemáticas actuales.
Abonando discursos de odio, del otro lado de la grieta se pone el ojo en Fabiola Yáñez, la primera dama en pareja de hecho, o conviviente, en la República Argentina.
Se cuestiona su pasado como modelo, actriz y periodista, su color de cabello teñido de rubio, su origen de clase popular e itinerante. Antes de vivir en Buenos Aires, Fabiola vivió en las provincias de Rio Negro, Misiones y Santa Fe.
En sus palabras: “Soy peronista. Tengo muy arraigado el valor de la solidaridad, pero no tuve ni tengo militancia política. Prefiero comprometerme humanamente y no detrás de un partido. Yo nací en una familia pobre. Por eso cuando voy a los comedores… yo conozco lo que es un piso de tierra y no me shockea. Siempre viví en ciudades muy chicas y ahí es más fácil apreciar la sencillez y las necesidades de la gente.” (*)
Los adjetivos discriminantes originaron una presentación judicial ante el Fuero Civil y Comercial debido a injurias recibidas por parte de la empresa Google. El 12 de noviembre, las búsquedas de su nombre en el portal más navegado de Internet aparecían con leyendas difamantes y misóginas.
Pero más allá de cuestionar su vestuario o sus actividades solidarias y el uso de medios oficiales, se ve una intencionalidad política muy clara en el cuestionamiento a su persona. Se sabe que no es hacia ella. Es hacia lo que representa, a que una mujer “común y silvestre” pueda llegar a ocupar uno de los lugares más expuestos de la institucionalidad en la Argentina.
Posiciones reaccionarias del siglo pasado siguen apareciendo, avanzado el siglo XXI. Rara vez se cuestiona al hombre, menos aún si es blanco, de ojos claros, universitario y de clase acomodada. Debe haber algo movilizante en el rol de primera dama, a pesar que la vara quedó alta desde 1952.
Por algo todas, más allá de los partidos y los gobiernos, queremos ser Evita.