Me pongo a pensar en todas las mujeres que mueren cada día en Latinoamérica a manos de sus parejas o ex parejas y me da mucha impotencia.
Hoy me aturden los datos del Observatorio de Femicidios en Argentina, se registraron 307 femicidios, es decir, uno cada 27 horas. De dicho total, 300 fueron femicidios vinculados y de mujeres y niñas, otros 7 de personas Trans y lo aún más triste es que 58 de estas mujeres contaban con denuncias previas, el Poder Judicial tiene que grabarse a flor de piel estos números y tomar cartas en el asunto con niveles de respuesta más ágiles.
Una vez más está claro que el Estado debe reforzar la responsabilidad que le cabe y activar las políticas públicas necesarias, además de ampliar las campañas de prevención, concientización y contención, como por ejemplo la aplicación de la ley N°906-J, el “Programa Provincial de Prevención y Asistencia Integral a las Víctimas de la Violencia Familiar” o la sancionada ordenanza 12310 “Programa Municipal de Capacitación y Formación en Violencia de Género y el Empoderamiento de la Víctima”.
Creo que se requieren recursos humanos calificados y económicos para identificar y atender al primer pedido de ayuda, porque la justicia es lenta y cuando llega muchas veces ya es tarde.
Cada vez que veo en las noticias que otra mujer murió asesinada se reafirma mi hipótesis de que “nos están matando como moscas”, mientras la sociedad parece poco movilizada ante las estadísticas y al mismo tiempo la vida parece valer muy poco.
Me pregunto, ¿qué nos pasa, por qué tanta violencia y tanta saña? ¿Es acaso la sociedad la que fomenta esa cultura? ¿Qué responsabilidad nos cabe a los políticos y a los funcionarios en el cumplimiento de las leyes, de los protocolos? ¿Cómo podemos ayudar a sanar y a no sentirse dueños de otras?
Son muchas preguntas las que tengo, todas me llevan a sentirme un tanto desilusionada, pese a esto nunca me voy a dar por vencida porque no somos estadísticas y porque a pesar de que los femicidios forman parte de datos de un problema que parece no tener fin, elijo seguir trabajando con y para las mujeres y niñas para revertir esta situación.