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Por Cristian Muriel para Eschaco
Lunes, 20 de mayo de 2024
Perro sin dueño
Milei es el único dirigente político que acusa a los otros políticos de ser la casta y a su vez puede hablar desembozadamente de las legislativas del año que viene, en las que asegura que va a arrasar para imponer las ideas de la libertad. Nadie se ofende.
Puede viajar a España y acusar a la esposa del presidente de corrupta, puede insultar a los gobernadores y a los legisladores, se puede calzar una kipá y colgarse un crucifijo, todo está permitido para él.

Si un peronista organiza un acto, sugiere un acuerdo programático o se suma a una marcha, es un atorrante que en lugar de pensar en las necesidades de la gente está buscando un nuevo curro. Esto también pasa en la UCR, que expone internas descarnadas.

Se puede debatir hasta el infinito la afirmación convencional de que las críticas de Milei contra la casta proceden linealmente “de la gente”, pero eso no cambia el hecho de que quienes con más saña embisten contra cualquier conato de reactivación del músculo político peronista son los propios dirigentes peronistas que esperan que la próxima vez les toque a ellos. La famosa “pelea de gatos” de la que hablaba el General, pero a cielo abierto.

Milei se caga de risa mientras ellos van y vienen quemando horas de debates en el Congreso, jugando al Monopoly, avanzando un casillero y retrocediendo tres o cuatro. “Yo puedo manejar la coyuntura sin las reformas estructurales, porque es tanto lo que hay para liberar y todo lo que se está generando, que se puede hacer más allá de la Ley Bases”, se ufana el libertario. El “Pacto de Mayo”, sobre el que volveremos al final, es una más de las diez mil cosas que se le ocurren todos los días.

Más allá de esta festiva ruptura de los principios elementales del sentido común, todos los índices económicos del país son negativos. Milei necesitó poco más de cinco meses para desbaratarlos. Los memes no nos dejan mentir: la inflación de marzo es superior a la del mismo mes de 2023, pero lo que hace un año era diabólico hoy es patrocinado por las fuerzas del cielo. O nos están boludeando o se nos movió el coágulo.

No se pueden celebrar estos niveles de pobreza. Además, la inflación no “baja”; la inflación está o no está, pero siempre es una desviación de cero. Y mientras esté por arriba de cero seguirá peleando contra los salarios.

Por lo tanto, los ataques oficiales contra la narrativa de los derechos conquistados -entre otros, el del salario justo- no sólo son una táctica para instalar agendas y correr ejes, no sólo son las armas de asedio de una guerra psicológica de desgaste contra los sindicatos y los trabajadores, sino la piedra angular del cuerpo filosófico que promueve la aniquilación de los valores republicanos. Reseteo total. La pregunta es qué hacemos con eso.

En una entrevista en Norte, hace unos días el diputado Santiago Pérez Pons detallaba cómo el Estado chaqueño se retiró de la Salud, la Educación, la Seguridad, los servicios públicos. El superávit financiero del primer trimestre anunciado por el gobernador Leandro Zdero sería fiscalismo virtuoso si además el Estado hubiese seguido sosteniendo partidas sociales y el gasto básico para que la provincia funcione. Al haberse lavado las manos, el superávit es una abstracción, y su mediatización jovial, una torpeza política.

Pero Zdero no es boludo. Sabe que el reloj corre y cuando el cronómetro llegue a cero se pudre todo. Por eso está intranquilo con la postergación del “Pacto de Mayo”. Si hasta hace unos días pugnaba por ser el primero en viajar a Córdoba y firmarlo, ahora que no hay Ley Bases ni acuerdo fiscal -condiciones impuestas por el presidente para sellar el patriótico ritual- tampoco habrá pacto y, por lo tanto, tendrá que seguir galgueando. Como dice el dicho: “Le faltan dos cosas: el bandoneón y el Polaco”.

Y es que el “punto 11” no escrito de la firma de esa capitulación histórica de las provincias decía que el 26 de mayo comenzaba la Era de recibir palmaditas por mover la cola. Si, como dijo Clarín hace una semana, Zdero hasta se despegó de Gustavo Valdés, su padrino político, para lamer las botas de Milei, ahora que no hay Pacto de Mayo es un perro sin dueño. Eso sí, con superávit.



Por Cristian Muriel


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