Lunes, 31 de Marzo de 2025
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Por Francisco Tete Romero - Segunda parte
Viernes, 28 de marzo de 2025
Chaco Puede, la ficción de la dictadura ataca otra vez
Releo el texto de esa editorial del diario El Territorio -23-09-1978-, cuyo título es “Chaco Puede es expresión cabal de que el país puede caminar”.


Emerge con nitidez la metáfora del crisol de razas como el mito cultural del Chaco post “Campaña de Pacificación del indígena chaqueño (1884-1911)”: la narrativa que enmascara un racismo velado, el que define y relata la conformación de una nueva “raza”, porque sostiene que la heterogeneidad étnica de nuestro territorio se resolvió - fusionó en una sola cultura, “razachaco”, en un solo modo de ser. Se trata de un nuevo mecanismo de colonización cultural, a través de la educación, en clave de “asimilación” e “integración” disciplinadora - homogeneizadora.

Evoco ahora lo que García Fanlo escribió sobre la argentinidad como una invención de la ciencia positivista, parafraseando el pensamiento de Carlos Octavio Bunge, a su juicio el intelectual más lúcido de la oligarquía argentina de principios del siglo veinte. Pienso que en el caso de la dictadura del ’76 la argentinidad del nuevo “ser nacional” fue un intento de reinvención cultural identitaria forjada por una ficción criminal. Porque como escribió Piglia citando a Paul Valery “la era del orden (autoritario) es el imperio de las ficciones”. Porque se necesitan fuerzas ficticias, simbólicas, para fundar un nuevo sentido común que legitime y naturalice los actos de ese poder autoritario como necesarios e indispensables para volver el caos con el que se designa el pasado en orden.


¿Qué significa “crisol de razas”?

El vocablo crisol de razas, del inglés melting pot, fue acuñado por Israel Zangwill en la obra teatral de 1908 The Melting Pot, y desde ese momento se usó para explicar la forma particular de integración de los inmigrantes en Estados Unidos. En su primera acepción significa, según el diccionario de uso del español (castellano para nosotros) de María Moliner, “recipiente de material refractario, que se emplea para fundir “y purificar materiales”. Y también, “lugar en el que se mezclan distintos grupos raciales y culturales”. En tal sentido, se lo asocia con la imagen de un caldero en el que se vierten, simbólicamente hablando, los elementos identitarios de distintas razas –luego se dirá, culturas, cuando ese término fue dejado de usar, al cabo de la Segunda Guerra Mundial, por su marcado sesgo de prejuicio y discriminación, matriz del ideario de los genocidios-, para que, fundidos en una sola nueva realidad, emerja de la heterogeneidad original una homogeneidad racial, étnica, cultural y lingüística.

La Argentina del Centenario, en mayo de 1910, fue el contexto de origen nacional en el que el crisol de razas aparece como horizonte conceptual de superación de los conflictos sociales existentes. Está presente en los discursos oficiales que celebran ese acontecimiento, el de una Nación que es un crisol de razas.

En cuanto a cómo fue aplicado este concepto a nuestro país, García Fanlo (2014) argumenta, que a “diferencia del melting pot norteamericano que presuponía una “americanidad” preexistente en la que los inmigrantes tenían que asimilarse, Bunge concibe el crisol de razas como una ingeniería social en la que tanto los argentinos nativos como los inmigrantes debían asimilarse en una argentinidad inventada por la ciencia positivista.

Por eso reconocerá en la incipiente clase media nacional la “base material del crisol de razas objetivada en los hijos de matrimonios compuestos por un varón inmigrante y una mujer argentina”. Porque a “esos hijos los acrisolaba o acriollaba un modo de ser que se definía por la incorporación de la aspirabilidad, la cultura del trabajo, y el patriotismo escolar como disposiciones prácticas que debían orientar su conducta para integrarse funcionalmente con el orden social argentino vigente en la época” (65-66).

Volvamos ahora a la editorial del diario El Territorio del 23 de septiembre de 1978.
La historia indicará afirma el emisor de la editorial que la fundación de un pueblo –Fuerte Esperanza- fue el principio del fin de lo que se conociera hasta entonces como Impenetrable, identificado como “tierras improductivas”, como “zona inhóspita” y aunque la palabra “bárbara” no aparece en forma implícita queda aludida cuando se refiere a la “tarea civilizadora” de fundar un pueblo en medio de esas tierras. Para convertirlas en “fuente de riqueza y producción”.

La historia de lo que vendrá con esta fundación dependerá de “nosotros”. El uso de esa primera persona del plural nos incluye como parte del “Proceso de Reorganización Nacional”. Como cuerpo social “sano” o mejor, “sanado”, tras la ardua y sacrificada tarea de restauración del orden.

Ese nosotros como “conjunto integral”, unido “por el nuevo espíritu del país”, por su “nueva filosofía”, la del “renacer de la Argentina”, que en el Chaco encarna en el hombre “de Raza Chaco”, es decir, el del crisol de razas (sólo constituido por el aporte de los inmigrantes según el discurso de la dictadura en 1978), “impregnado del auténtico ser nacional”, “imbuidos, de un auténtico espíritu argentino”, para construir un mañana “claro, diáfano, sin errores de un pasado penoso”, que nos dejó enseñanzas.

Ese es el horizonte de sentido del primer centenario de la primera colonización. Evoco aquí lo antes escrito sobre la argentinidad del nuevo ser nacional como reinvención, no ya de la ciencia positivista, sino ahora del discurso restaurador de la dictadura del ’76.
Fuerte Esperanza “es el punto de partida” de “ese renacer”, porque “será el símbolo de este país que aspiramos para nosotros y nuestros hijos”. Porque “la segunda colonización que emprende el Chaco es fruto de ese renacer” que debe abrevar de “aquel férreo e indomable espíritu de nuestros mayores”. Por eso se realiza la “Fiesta Nacional del Inmigrante”, como homenaje y proyección de su legado en el presente.
El “nombre elegido” para esa fundación es “un notable acierto”, afirma la editorial. Fuerte por poderosa, fuerte por su connotación de avanzada militar en el desierto, con fuertes y fortines. En la primera colonización, la fundación de Presidencia Roca en 1884, cuya primera existencia fue como fortín. En la segunda, Fuerte Esperanza. He ahí un campo semántico común.

Provincia “crisol de argentinos y crisol de extranjeros”. Esa será la expresión del gobernador de facto del Chaco, general Serrano en el suplemento especial del diario El Territorio del 23 de septiembre de 1978 cuyo título fue “Fuerte Esperanza. Baluarte de la Segunda Colonización. La gran batalla del Instituto de Colonización”.

“Significativas palabras de Serrano para dar la bienvenida al Presidente Videla”.
“El Chaco siguiendo con su tradición de provincia crisol de argentinos y crisol de extranjeros, ha asumido la responsabilidad de hacer un acto de reconocimiento a aquellas personas de otras tierras que han venido a trabajar y dar su vida y sus hijos por nuestra patria”, expresó el gobernador de la provincia del Chaco, general Antonio Facundo Serrano, al dar la bienvenida al presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, y a una gran comitiva de funcionarios nacionales y embajadores de distintos países” (el uso de la negrita es mía).

“Por esta razón el Chaco va a festejar aquí, en nuestra provincia, la Fiesta Nacional del Inmigrante y este es el motivo por el cual hemos invitado a las autoridades nacionales y extranjeras que hoy nos visitan.

Por ese mismo motivo, por la esperanza de pensar que nuestro país avanza trabajando en paz, mañana fundaremos una nueva población en el Chaco, fundaremos Fuerte Esperanza. Fuerte porque todas las avanzadas de nuestro país han sido precedidas generalmente por un Fortín de nuestro Ejército, y particularmente en el Chaco, Fuerte porque el clima exige temple, exige soportar la sed y mucho esfuerzo para trabajar en esa zona, y Esperanza porque la Esperanza es lo que todos tenemos como motor para seguir trabajando en paz”.

Dos campos semánticos quedan demarcados en esta nota y dos títulos que los anuncian: “Primera Fiesta Nacional del Inmigrante. Provincia “poblada por hijos de inmigrantes”; “Fuerte Esperanza: Verdadera cabeza de puente, para la segunda colonización del Chaco”. En el primer campo semántico se recorta, con claridad, que el uso de la representación “crisol de razas” para el Chaco se circunscribe a los inmigrantes, de origen extranjero, y sus descendientes, los argentinos de Raza Chaco.

No se nombran ni reivindican otros orígenes o aportes y la omisión de los pueblos originarios es notable. El segundo campo semántico orbita en torno de una fuerte imagen castrense: el Fortín, el Fuerte, la avanzada civilizadora que en “nuestro país” iban acompañadas por el Ejército. A esa imagen de fortín/fuerte se le agrega el carácter, el temple aguerrido, fuerte, que exigen el clima chaqueño. La Esperanza como sentimiento dialoga con el concepto de renacer, de fundar o refundar, que por 1978 la dictadura militar planteaba como segunda etapa, luego de haber ganado la guerra contra la subversión.

En la nota central de dicho suplemento se destaca, en primer lugar, el “ambicioso plan” creado hace más de dos años por el gobierno de facto, a través del Instituto de Colonización (muy elogiado) “para recuperar para el aparato productivo cuatro millones de hectáreas en la zona denominada “El Impenetrable”. En segundo lugar, se describe el proceso de desmonte y de traza de caminos para lograr el gran objetivo de “expansión de la frontera agropecuaria”.

“Los hombres del Instituto de Colonización… relatan con entusiasmo cómo día a día se desmontan kilómetros cuadrados de monte, o bien se trazan caminos internos en el espeso monte, se parcelan lotes, se busca agua…”

(…) La incorporación de cuatro millones de hectáreas a la producción chaqueña no ha sido mera expresión de deseos, sino el resultado de un coordinado plan que ha demandado una cuantiosa inversión acompañado de un adecuado apoyo crediticio, impositivo y técnico. Es una tarea titánica desde el trabajo de internarse en la maraña del monte, hasta la mensura de las parcelas, pasando por el estudio del suelo, la riqueza forestal, el régimen de lluvias, los yacimientos acuíferos, etc.

El Chaco, sin duda alguna, es mirado por todo el país porque no sólo ofreció sus tierras a sus hijos sino a todos “los argentinos con vocación agropecuaria”.

(…) La tierra espera y ayer fue lanzado el tercer concurso de este desafío que no solamente servirá para recuperar cuatro millones de hectáreas sino para llenar un importante vacío poblacional en la región…Esta es la realización de argentinos con vocación de servicio. Ese futuro luminoso comenzará a tener forma cuando el presidente de los argentinos teniente general (RE) Jorge Rafael Videla funde “Fuerte Esperanza”, mojón del programa nacional de expansión de la frontera agropecuaria de la Región del Gran Chaco”.

En el mismo suplemento del diario El Territorio, escribió también el teniente (RE) Guillermo Berry, interventor de la Administración del Instituto de Colonización” “El Impenetrable es incorporado velozmente al proceso productivo”.

“La Campaña del Oeste es un desafío que asumí cuando en marzo de 1976 me hice cargo de la administración del Instituto de Colonización. Aprobado el plan que se presentó al presidente Videla por parte del gobernador Serrano… nos abocamos a la tarea de vencer El Impenetrable y creo que al cabo de dos años y medio lo hemos logrado, aun faltando mucho por hacer (el uso de la negrita es mío).

Sin embargo, la concreción de 2.850 kilómetros de caminos de penetración más ciento cincuenta en circulación, el llamado a concurso y privatización de una significativa área que ha sido privatizada e incorporada al proceso productivo agropecuario y forestal de la provincia habla a las claras de lo realizado por el Instituto de Colonización”.

Después dirá que luego del desafío vencido hoy “ya no se puede hablar de El Impenetrable”. Argumentará que eso fue posible porque eliminaron “todas las trabas burocráticas” y trabajaron “con dinámica de empresa”.

“Una vez programada la Campaña del Oeste, nos abocamos –relata- para ver cómo podíamos mensurar y vender esas tierras para ir incorporándolas al proceso productivo consecuente en el programa nacional de expansión de las Fronteras Agropecuarias que significaban cuatro millones de hectáreas. Era tierra de nadie, recuerda.

Con el primer proyecto, se empezó a implementar lo que es la Campaña del Oeste, donde se han adjudicado en venta 299.183 hectáreas y en arrendamiento 27.758 hectáreas”.

(…) El teniente Guillermo Berry, definió a la “Campaña del Oeste”, que se realiza en los departamentos Gral. Güemes y Almirante Brown y representan el 50 por ciento de la superficie total de la provincia, como un desafío”.

(…) A todo el mundo y en especial a los colonos y sus hijos de esta tierra se les dio la oportunidad. Es así que tenemos inversores venidos desde distintos puntos del país. La respuesta dada por los productores del país fue amplia.

Aparece con claridad la visión geopolítica asignada por la dictadura al Oeste Chaqueño, particularmente al Impenetrable. Hay una razón explícita: la de la expansión de la frontera agropecuaria y de la actividad forestal cuya consecuencia, es el comienzo de la deforestación sistemática, previa privatización de las tierras fiscales, públicas, consideradas como “tierra de nadie”. Para lograrlo, el funcionario afirma que se abocó a “vencer El Impenetrable”. La implícita, aquí no dicha, formó parte de los Operativos Tobas que buscaban la eliminación de la experiencia de las Ligas Agrarias, tanto en su aspecto de aniquilamiento físico como de impugnación y condena social.
En el mismo suplemento, en el mismo día y diario, podemos leer la búsqueda de una genealogía histórica que atraviesa cuatro siglos, para subrayar que la fundación de Fuerte Esperanza es un acontecimiento parteaguas.

“El Pueblo a fundarse hoy evoca a casi cuatro siglos de distancia y por relevante coincidencia, a la primera ciudad del Chaco: Concepción de la Buena Esperanza”.
(…) A 300 kilómetros de Resistencia, y a 145 kilómetros de Juan José Castelli, en el antiguo paraje “La Bomba”, el presidente de la Nación teniente general Videla, fundará hoy Fuerte Esperanza”.

(…) Fuerte Esperanza, más allá de sus reducidos límites de hoy, se proyecta como símbolo de la decisión del Chaco de lanzar todas sus energías, en procura de una transformación sustancial de su última frontera por ocupar –El Impenetrable- a poco de menos de siete años de cumplirse del cuarto siglo de la fundación del primer asentamiento poblacional en su territorio y que, por singular y relevante coincidencia que une en el tiempo a ambos emplazamientos se denominó Concepción de la Buena Esperanza”.




IMAGEN Pedro Luis Raota. Acto de servicio (1978). Museo Provincial de Bellas Artes “René Brusau”.



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