La fundación Urunday participó del Primer Simposio de Escultura en Mendoza, la comitiva estuvo encabezada por el presidente de la Institución. Fabriciano, quien a su regreso destacó:
“Este viaje nació de la invitación que nos realizara el Decano de la Facultad de Artes y Diseño, Carlos Brajak, quien a mediados del año pasado nos había pedido asesoramiento para la organización y realización de un proyecto escultórico orientado al “arte público”, la Facultad de Artes y Diseño de Mendoza deposito sus ojos en la capital de nuestra provincia y comenzó a trabajar en un proyecto similar al de la Fundación Urunday, y es por ello que las obras realizadas serán emplazadas en el Campus Universitario y allí conformaran un circuito artístico que con el paso del tiempo, estoy seguro llegara más allá de la institución educativa.
El público de la ciudad y la comunidad universitaria tuvieron la oportunidad de recorrer el predio, observar el trabajo de los escultores y ser testigos del nacimiento de una obra de arte.
Este viaje nos ha permitido también promocionar nuestra Bienal Internacional, pero por sobre todas las cosas también a legitimado nuestro visión: Hacer del ARTE un BIEN de todos.”
I PRIMER SIMPOSIO DE ESCULTURA, EN MENDOZA.
Palabras del Decano de la Facultad de Artes y Diseño, Carlos Brajak
Mi entusiasmo por el Primer Simposio de Escultura proviene de la esperanza de compartir la amistad y la utopía del arte como fuente de la vida en la universidad. El arte está presente desde su creación, es parte instituyente de nuestra identidad universitaria. Maestros extraordinarios dan continuidad y tensión a través del tiempo a significados estéticos diversos, también de solidaridad y reciprocidad social, por encima de una historia política contextual marcada por la discontinuidad. Uno de ellos, Luis Quesada, institucionaliza el ideal colectivo de integrar el arte a los espacios de las actividades cotidianas y académicas: proyecta el Museo Universitario de Artes, aprobado por unanimidad por el Honorable Consejo Superior de la Universidad Nacional de Cuyo en 1986.
El origen de la idea de instalar núcleos de interés estético en los espacios arquitectónicos y exteriores posee más de cinco décadas. Menciono el proyecto de la Plaza de ceremonias presidida por una escultura de Lorenzo Domínguez, metáfora ecuménica, de paz activa mundial, en cuya fundición al bronce intervine como ayudante técnico a finales de los años sesenta. El Portal de la Universidad, escultura a escala monumental de José Carrieri, concebida como umbral simbólico de ingreso al campus, y anticipación de la plaza, queda en maqueta.
A pesar de los antecedentes mencionados y otros sin detallar, la socialización de la comprensión del arte todavía no es concretada plenamente en nuestra comunidad y en el diseño del centro universitario. Los reconocimientos de sentidos estético, simbólico, de afectos y referencias identitarias que unen orgánicamente habitantes, naturaleza, arquitectura, obras de arte en un paisaje culturalmente vivo es -parcialmente- deseo en proyección al futuro.
Esta reunión en Mendoza de artistas excelentes provenientes de distintos puntos del país y locales, nos declara herederos de sus “legados poéticos en obra”: un vasto conjunto de esculturas talladas en troncos de urunday a emplazar en el campus. La notabilidad de las trayectorias artísticas de los escultores anticipa la calidad estética de las obras de arte, al mismo tiempo, éstas constituyen testimonios magníficos del esfuerzo colaborativo, generoso, entre diferentes personas, instituciones y la UNCuyo.
En síntesis, valoro el simposio y deposito en él caras expectativas por tratarse de un salto cualitativo hacia “el futuro deseado”, por construir un “paisaje en acción” interactuante con la vida cotidiana, intelectual y creadora de los habitantes universitarios. Intervenido artísticamente, el paisaje abre la posibilidad de interpretarnos y expresarnos colectivamente a través de la memoria, historia, identidades, imaginarios.
Si preguntan cuál es mi aporte a la visión del centro y comunidad universitaria, prefigurado a través de los enlaces generacionales de maestros y discípulos, es una idea sencilla: expandir el oasis norte al campus con aplicación del binomio arte + naturaleza. Y poner en acción los diferentes significados de la palabra “oasis”. En la geografía, refugio de agua y verde en el desierto, en la existencia, remanso de paz; en ambas vertientes semánticas, calidad de vida. Imagino obras de arte a escala del paisaje, integradas a fuentes de agua, plantíos, arboledas, la incorporación de agentes dinámicos de la naturaleza: viento, luz solar, agua en movimiento; desplazamientos de los caminantes, cambios de percepción, sorpresas, imaginarios movilizados.
La base es la idea simple y antigua, preservada en la memoria colectiva de numerosos grupos humanos, del agua y la vegetación que hacen posible la vida en las planicies áridas -como las de Cuyo-. Pero no sólo se trata de vida a secas, primaria, también de vida anímica y social, que es la fuente de la que fluyen las imágenes convocadas a la creación de sentido, mitos, símbolos, formas y espacios en las obras de arte, esculturas.