Lunes, 23 de Diciembre de 2024
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Por Juan José Schmidt
Jueves, 2 de enero de 2014
Día del Winch
Rescate cultural de quienes fundaron Juan José Castelli. Es parte de la tradición de los alemanes del volga traída a las colonias de Castelli y mantenida por generaciones


En la madrugada del primer día del año, al oír el canto del gallo, Carlitos, que es un niño inquieto ya está despierto y sentado en la cama; Lentamente y sin hacer ruido se acerca hasta las camas vecinas donde descansan Pedro y José, sus hermanos, para despertarlos.

Andrés, Su padre, hombre rudo de campo saborea unos amargos delante de la cocina a leña, con mate y pava en mano; de cuando en cuando el fuego emite un sonido muy particular, “vendrán visitas”, dice para sus adentro; al acercarse María, que acaba de levantarse, le obsequia uno, sin decir palabra, extiende su mano izquierda, mientras con la derecha acerca una silla para acomodarse a su lado.

Las palabras lentas y espaciadas no dicen mucho, pero expresan un amor incondicional alimentado con pequeños gestos cotidianos; el acompasado canto del gallo y el mugido de las lecheras en el corral, marcan el ritmo de un día de descanso en una pampa silenciosa. De repente como un ventarrón se altera la paz matinal en la cocina, al unísono aparecen los tres hijos a la vista, Carlitos lleva la delantera, “buen día papá y mamá, feliz año nuevo”, “buen día” contestan sus padres al mismo tiempo.

Al matrimonio nada les sorprende su prontitud en levantarse, hoy no irán a la escuela, por estar de vacaciones, pero es un día especial para estos niños nacidos en una colonia lejana a las grandes ciudades.
Luego de una taza de leche caliente con pan y dulce de leche casero, ya están prestos a comenzar la jornada; vistiendo ropa de salir, pantalones cortos y zapatillas nuevas, se encaminan al campo vecino donde viven sus abuelos; al llegar, un perro negro y lanudo sale a recibirlos, olfateando les da la bienvenida; ingresan a la casa hasta quedar frente a el abuelo, que recostado en un sillón de madera con dos medialunas de base, se hamaca de adelante hacia atrás, mientras en su boca del lado izquierdo debajo de unos amplios bigotes descansa una pipa, que aparenta apagada, pero de tanto en tanto desata unos pequeños hilos humeantes.

La abuela lentamente aparece desde la cocina, de donde el aroma a compota recién elaborada invade toda la casa, acercándose al abuelo se sienta en un sillón que reposa vacío a su lado y juntos reciben el saludo de los niños; Carlitos toma la delantera recitando una letanía aprendida de memoria en alemán y luego hacen lo mismo los demás, deseándoles feliz año de dicha y prosperidad, los abuelos agradecen el gesto respondiendo también en alemán. Sin demora extraen de sus bolsillos los pañuelos que llevan para la ocasión, la abuela levantándose de su sillón se dirige a una habitación, sus pasos lentos hacen más impaciente la espera, sola y en silencio completa el ritual, dónde atándolos en las cuatro puntas los llena de masitas y caramelos; los minutos pasan lentamente, hasta que en la puerta aparece con su figura amplia, que un vestido inmenso de solo dos costuras se encarga de resaltar y un pañuelo en la cabeza sujeta su cabellera blanca recogida. Volviendo a los niños que sin inmutarse esperan impacientes, se los entrega a cada uno, al mismo tiempo que acaricia sus cabezas; despidiéndose toman rumbo hacia otro campo vecino, donde viven el tío Tomás y la tía Margarita, a Carlitos le comienza a latir con más fuerza el corazón, para él la recompensa será mayor, por ser éstos sus padrinos se bautismo.

El camino de tierra marcado por huellas de carro y pisadas de caballo, no impiden que el andar sea un poco más apresurado que de costumbre; De lejos ven la silueta de Tomás que camina por el patio, eso les da tranquilidad, seguramente ya ató con una cadena a un alambre extenso, donde sus movimientos se limitan a custodiar un extremo del patio, al perro que les causó más de un susto.

Al llegar a la casa la tía ya está a su lado, recitan el deseo en alemán como es costumbre, éstos agradecen el gesto y otros pañuelos se llenan de golosinas, el intercambio de palabras es mínimo, el ritual es de gran solemnidad, solo interrumpido por alguna risilla que se escapa de los niños.

Al continuar por el camino con el botín a cuesta, Carlitos está impaciente por saber que sorpresa le depara ese paquete que lleva en sus manos, que le acaban de entregar sus padrinos, no resiste la tentación y bajo un algarrobo a orillas del camino vecinal se detienen a abrirlos, sorpresa la de él, un billete envuelto en papel celofán en el fondo del paquete espera esfumarse entre bolitas, gomera o el juguete que vio en el pueblo y no se lo comentó a nadie.

Reanudan la marcha, aún queda un largo camino por recorrer, otros tíos y vecinos serán paso obligado de estos niños, al llegar el cruce de caminos vecinal se encuentran con otros niños, que avocados a la misma tarea se dirigen en sentido contrario, se saludan levantando y mostrando sus preciados tesoros. Minutos después, observan a sus primas; María, Rosa y Ángela, que montadas en un petiso, sin montura, y con solo un jergón marchan al trotecito, el caballo les facilita el desplazamiento a más velocidad; La mañana resulta corta, ya es tiempo de regreso, los pañuelos repletos de masitas y caramelos son acomodados en un bolso que la tía Teresa pone a disposición para hacer el trayecto a casa con más facilidad. Inician el regreso cuando el sol ya calienta demasiado en el verano del Chaco, con la impaciencia de mostrar a papá y mamá el trofeo obtenido. Su madre, al verlos llegar los recibe con un jarro de agua fresca para beber y con un pañuelo mojado refresca sus frentes empapadas en sudor.

En la cama cada uno separa los caramelos por colores y las masitas en sus diferentes formas, también Pedro y José se sorprenden al encontrar en sus pañuelos billetes y algunas monedas que descansan en el fondo, el valor no es importante pero si significativo para niños que escasamente visitan la ciudad y sus juguetes solo son carritos armados con cajas de dulce de membrillo con ruedas fabricadas por ellos mismos con latas de picadillo. La alegría invade sus mentes inocentes, comenzando un año nuevo cargado de emociones.
Estas golosinas son el trofeo que lentamente se ira consumiendo durante varios meses; seguramente todas las mañanas, cada uno de ellos abrirá el viejo ropero para contemplar esos anillos de colores con dulce, o caramelos masticables Que son una delicia.


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