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Por Carim Peche
Martes, 15 de abril de 2014
De la pizza con champagne al fernet con cola
Que los argentinos hayamos celebrado el reconocimiento por parte del gobierno nacional de que hay inflación, demuestra esa complejidad en la que estamos inmersos como también la imperiosa necesidad de que no nos mientan más. Tanto el 3,7% de enero como el 3,4% de febrero y un porcentaje similar en marzo fueron muy cercanos al 4,6% o índice “mamarracho” del Congreso Nacional, denominado así por el Jefe de gabinete de la Nación Jorge Capitanich.

Claro que ese sinceramiento parcial no responde al convencimiento del modelo kirchnerista de reconocer y revertir los errores de su política económica sino a la exigencia del FMI (Fondo Monetario Internacional) como condición indiscutible para acceder al financiamiento internacional que hoy está requiriendo el gobierno nacional, algo impensado hace unos años atrás cuando el propio Néstor Kirchner los había desafiado diciéndoles desde Gualeguaychú “…que dejen de dar órdenes porque ya rompimos con esas ataduras que trajeron hambre y tragedia a Latinoamérica y a Argentina…”.
Y digo sinceramiento parcial porque con esta nueva metodología de medición no se refleja la realidad dado que el nuevo IPC-Nu (Nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano) mide según seis canastas regionales y no incluye a la Capital Federal y el Conurbano Bonaerense que es donde más se siente el aumento de precios en rubros de marcada incidencia como transporte y combustible. Precisamente es en este punto donde radica la diferencia con el índice del 4,6% dado a conocer por el Congreso Nacional.
Es decir que este nuevo índice tiene mucho más que ver con la necesidad de abrir puertas al endeudamiento que con poner en marcha un verdadero programa antiinflacionario. Lo mismo ocurre con otras estrategias inconsistentes como el “congelamiento” de precios de Guillermo Moreno o el aggiornado programa de “precios cuidados” sobre una canasta insuficiente de 194 productos recientemente a ampliada a 302 incluido el Fernet. Esta novedosa incorporación quizás simbolice para el kirchnerismo “la década ganada” y ratifique los dichos de la presidente de que estamos mejor que Australia y Canadá así como para el menemismo de los años 90 la pizza con champagne representaba el ingreso de la Argentina al primer mundo.
A modo de comprender el porqué de los cuestionamientos sobre esta nueva metodología de medición y para no ser automáticamente rotulados de “desestabilizadores”, debemos decir que el INDEC produce varias canastas: una general que surge de la Encuesta de Gastos, otra que se selecciona para medir los precios y la mínima para estimar los niveles de supervivencia física y social. El organismo blanqueó sólo la variación mensual de la inflación pero no los precios que releva en la calle que no publica desde el año 2008. Si hubiera difundido las canastas Básica Total (CBT) y Básica Alimentaria (CBA) transparentadas con precios reales habría tenido que oficializar una fuerte suba de la pobreza y la indigencia hecho que probablemente no ocurrirá ya que nuevamente opacaría la credibilidad el nuevo índice.
Es absolutamente necesario que el gobierno nacional ponga en marcha políticas antiinflacionarias básicas como lograr equilibrio fiscal sobre la base del control del gasto público, una reforma tributaria orientada a reducir o eliminar impuestos que afecten a las clases trabajadores y más vulnerables como el IVA sobre los alimentos o el impuesto al trabajo como es la retención de ganancias sobre sueldos y jubilaciones pudiéndose gravar otras actividades hasta ahora exentas como la renta financiera y desgravar la reinversión de utilidades de manera de fomentar la inversión generando desarrollo con la consecuente creación de puestos de trabajo genuino entre otras medidas que serían de efecto positivo.
Al único que beneficia la inflación es al estado porque recauda más en concepto de impuestos. Para combatir la inflación no se necesitan grandes programas, sino decisión. Pero nada es gratis. Cualquier política económica tiene costos, y bajar la inflación tiene costos para el modelo kirchnerista derivados de su menor disponibilidad de caja.
También es imprescindible recuperar la confianza y las expectativas como variables de alta incidencia en la economía, fundamentalmente la confianza institucional. El modelo kirchenrista deberá decidir entre seguir sosteniendo la caja política y su manejo discrecional o ir en busca del bienestar para “todos y todas”..

(*) Dr. Carim Peche
Pte. Interbloque de diputados Unión por Chaco


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