Francisco I, nunca mejor elegido el nombre del Papa
Cambio y austeridad en el gobierno central de la Iglesia Católica; una mayor sensibilidad hacia los laicos y sus problemas; una aguda percepción de los problemas sociales y económicos (es una contribución básica de todo argentino que se precie); un nuevo impulso evangelizador; un diálogo fecundo con el judaísmo y el islamismo…
Son varias las novedades que promete el papado de Francisco I. A propósito: nunca mejor elegido el nombre de un Papa porque si algo distingue a Jorge Bergoglio es su austeridad, un desapego por los oropeles del poder y una dedicación sincera por los pobres y sus padecimientos cotidianos como lo demuestra el respaldo a la tarea de los sacerdotes en las villas miseria de la Capital Federal. Igual a San Franciso de Asís.
Su elección ha sido sorpresiva ya que el gran favorito era el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, pero Bergoglio es muy conocido entre sus pares y en el último cónclave sacó muchos votos hasta que él mismo aconsejó a quienes lo apoyaban que respaldaran al cardenal Ratzinger, luego Benedicto XVI. Uno de los aspectos que jugaba en contra de Bergoglio eran los rumores sobre una tendencia a la depresión frente a los problemas, pero en sus primeras palabras como Papa se lo ha visto en óptima forma.
La llegada del primer argentino al papado promete muchos cambios en la Curia Romana, es decir en el gobierno central de la Iglesia. Por un lado, Bergoglio no se lleva bien con sus colegas que diseñaron el actual esquema de poder interno; por el otro, uno de los problemas de Benedicto XVI fue que nunca logró hacer pie en esas arenas movedizas. Habrá que ver, en este sentido, a quien designa como secretario de Estado, es decir como virtual jefe de gabinete o primer ministro.
En la agenda del nuevo Papa también figuran la situación de los católicos separados y vueltos a casar, el celibato sacerdotal, la crisis económica y social en Europa, la evangelización en China y la siempre difícil relación del catolicismo con el mundo moderno.
Yendo a un plano menor, aunque inevitable, su elección es una mala noticia para la presidenta Cristina Kirchner, que heredó de su marido, Néstor, una fuerte inquina hacia el nuevo Papa. Por su lado, a Bergoglio se le ha escuchado palabras muy duras contra los Kirchner, a quienes más de una vez ha dedicado un calificativo que reserva solo para contadas ocasiones: “hipócritas”, les ha dicho.