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Por Rodrigo Lloret
Miércoles, 13 de marzo de 2013
Francisco I, un desafío al poder de Cristina
Cristina Fernández de Kirchner suele mostrarse inflexible contra los que osan desafiar su poder. Repitiendo el feroz esquema de liderazgo que había iniciado Néstor Kirchner, la Presidenta demuestra que nada ni nadie puede poner en duda quién manda en la Argentina. Ni la oposición, ni el campo, ni los medios, ni los empresarios... ni el Vaticano.



Que el argentino Jorge Bergoglio se haya convertido en un sorpresivo papa es una muy mala noticia para la Casa Rosada. Desde ahora, Cristina tendrá que compartir escenario –y poder– con la figura más importante de la Iglesia.

Tanta confusión hubo en el Gobierno tras el “Habemus Papamm”, que mientras Francisco I recibía felicitaciones de todos los líderes del mundo y su cara sonriente aparecía en todos los portales de internet del globo, Cristina dudaba sobre qué decir. Luego de un par de horas, difundió en su cuenta de Twitter una escueta carta en la que le deseó una “fructífera tarea pastoral” a Bergoglio.

El primer papa de América latina, el primer papa no europeo, el primer papa de Argentina solo recibió dos párrafos de Cristina. Efectivamente, la designación de Bergoglio no fue una bendición para la Presidenta.

El diario PERFIL ya había anticipado que Bergoglio no era el candidato favorito para la Casa Rosada. Hace dos semanas, se había informado que si los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina elegían a un argentino para comandar al Vaticano, el candidato K era Lonardo Sandri. Nadie prendía velas por Bergoglio.

Aunque el Gobierno reconocía que Sandri –un candidato fuerte en la previa, pero que no tuvo apoyo en las votaciones– era una figura más conservadora que Bergoglio, se destaba que era un cardenal mucho más diplomático y menos confrontativo. En cambio, el kirchnerismo remarcaba que Bergoglio sería inmanejable.

El Gobierno rechazaba el nombramiento de Francisco I porque sabía que podría ser un papa que podría competir con el liderazgo de Cristina. De hecho, el nuevo Santo Padre demostró al frente del arzobispado de Buenos Aires que sus sermones no escatimaban críticas ni condenas a la dirigencia política.

¿Qué pasará, ahora, cuando el reto público de Francisco I se pronuncie frente a millones de fieles en la plaza de San Pedro? ¿La Presidenta responderá desde su atril y por cadena nacional? Son solo algunos de los primeros interrogantes que sobrevuelan la Casa Rosada desde que Cristina encontró un desafío que no contaba.

(*) Editor de internacionales de Diario PERFIL. Especial para Perfil.com


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