El puente cumple 42 años: un ícono regional que excede la postal y despierta la nostalgia
Más allá del frecuente debate sobre su estado, el viaducto multiplica sentimientos fuertes. Es parte de la historia colectiva y personal. La reciente nota sobre Anna, una italiana cuyo padre fue uno de los ingenieros que trabajó en la obra, cosechó emotivos recuerdos de lectores de El Litoral
EMOTIVOS RECUERDOS DE SU INAUGURACION La firmeza después de cuatro décadas otorga un plus a este gigante de cemento parado en medio del bravo río Paraná. Representa uno de los íconos de la ciudad de las siete puntas que ya excedió una mera postal turística y va más allá: despierta nostalgia en varias generaciones y brotan fuertes sentimientos. Este es el presente del puente General Manuel Belgrano que hoy cumple exactamente 42 años.
Por sobre cualquier debate respecto de su estado, sea desde el conocimiento técnico o desde la misma ignorancia en la materia, el viaducto que une Corrientes y Chaco no deja dudas que sigue cumpliendo su misión: unir ciudades.
Pero desde hace un tiempo tiene valor agregado y dejó de ser parte de una imagen clásica de la ciudad para convertirse en una pieza de la historia colectiva, familiar, personal. El puente Belgrano atrapa sentimientos que se atesoran de manera muy especial en correntinos y chaqueños de 45 ó 50 años en adelante.
Son recuerdos que brotan como imágenes emitidas por un plasma de 55 pulgadas alimentado con testimonios cotidianos. Aparecen escenas en blanco y negro del multitudinario cruce de estreno en el otoño del 73, voces contando historias de obreros que dejaron su vida en la megaobra, de los que trabajaron con precisión única para vencer a la correntada, de los que operaron maquinarias y de aquellas referencias a los ingenieros italianos que iban y venían entre planos y estrategias para acomodar la mole en el Paraná.
Con el paso de las décadas y su frecuente uso, afloraron advertencias sobre el súbito incremento en la cantidad de los vehículos que lo transitan a diario, lo cual generó un riesgo en ascenso, a la par de una demanda regional por un segundo viaducto en el menor tiempo posible. Las discusiones sobre su entereza y su pase a retiro proliferan habitualmente, pero más allá de eso el puente siempre está presente en ambas orillas. El Belgrano es eso y mucho más. Es historia que late.
Tendiendo puentes Hace dos domingos, El Litoral dio a conocer la historia de Anna, la hija del ingeniero Armando Pocobelli quien trabajó en la construcción del puente Corrientes-Chaco. Ella vive en Italia y hace poco visitó la ciudad sólo para ver concluida la obra que admiraba tanto su padre, fallecido hace un lustro.
El caso de Anna generó un cúmulo de comentarios que llegaron a la Redacción a través de la web del diario, las redes sociales y los comentarios personales de lectores. En Facebook unos 3.040 lectores marcaron me gusta, se compartió más de 270 veces y se dejaron 93 comentarios.
También la docente Nancy Sarasúa autora del libro “Historia del Puente General Belgrano” (mencionada en el artículo en cuestión) describió, en un texto redactado especialmente para la ocasión, sus sentimientos respecto del caso Anna y el puente (Ver aparte).
Sarasúa, como la mujer que llegó desde Italia, tiene una historia familiar que une al padre con la construcción del viaducto sobre el Paraná. Esa conexión se repite en otros tantos casos y entre los comentarios aportados se destacó el de Guillermo del Bianco a través del Facebook. “Recuerdo que mi padre le arreglaba los camiones a la gente que transportaba desde Santa Catalina la tierra para rellenar la subida del puente, y siempre me llevaban con ellos en los viajes. Para mis ojos de niño era una obra faraónica.
El día de la inauguración fuimos a Resistencia sólo para estrenar el puente; recuerdo las horas interminables de cola que hicimos ese día para regresar. Imagino el orgullo que debe sentir esta señora porque su padre trabajó en esa monumental obra, que fue lo más avanzado de esa época. Recuerdo que vino a inaugurarlo el presidente Lanusse”.
El puente es puro recuerdo fresco que se va reactualizando. El viejo Belgrano es eso y más. Y si bien es el escenario del final de muchas vidas, también lleva el orgullo de las luchas populares y la resistencia a la barbarie.
Es, además, un camino (muchas veces tortuoso) de todos los días; es el desafío atlético; es la admiración desde la ribera; es el encanto de cruzar la mole desde abajo, navegando por el río; es el “hermano” de las costaneras correntinas, de la antigua y la nueva. Es, al fin y al cabo, sinónimo de unidad. ¿Qué Sentís?