Este 17 de abril se conmemoran los 17 años de la Masacre de Eldorado dos Carajás, al sur del estado de Pará, en la Amazonía brasileña, cuando 19 integrantes del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil fueron asesinados y 46 fueron heridos.
La masacre fue atribuida a la policía militar, quien cumplía órdenes expresas del gobernador del estado, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña al que pertenecía el entonces presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.
Los campesinos sin tierra pedían tierra para poder trabajar, para poder asegurar el sustento a sus familias, para poder seguir viviendo en la tierra que amaban. Hombres, mujeres y niños se movilizaban para llamar la atención y reivindicar expropiaciones de tierras en el sur del estado, entre ellas la de la hacienda Macaxeira en la cual estaban acampados desde hacía algún tiempo.
En Argentina, la lucha campesina tiene sus masacres en Oberá, en Napalpí, en tantos lugares donde a los que pedían justicia se les respondía con la violencia. La lucha campesina en nuestro país recuerda a Antonio Olivo y Pantaleón Romero, mártires de la justicia entre los campesinos de Perugorría; a Wenceslao Pedernera, dirigente del Movimiento Rural Diocesano, mártir en La Rioja; a los compañeros y compañeras perseguidos, encarcelados, desaparecidos y asesinados de las Ligas Agrarias; a Cristian Ferreyra en el Salado Norte; a Roberto López, de Colonia La Primavera; a tantos otros que viven en la memoria del Pueblo.
Un modelo productivo concentrador de la riqueza, depredador de los recursos naturales, contaminador del medio ambiente, expulsor de los campesinos de sus tierras se ha consolidado en las últimas décadas en nuestro país. La expansión de la frontera agropecuaria, en especial con monocultivos de soja y arboles, no respeta los derechos adquiridos por los pueblos originarios y campesinos. Los predios campesinos y las comunidades donde ellos residen son permanentemente pulverizados con mezclas de plaguicidas altamente peligrosos que inciden en la salud de la población, máxime en los niños, provocando enfermedades agudas y crónicas.
La deforestación que los deja sin alimentos proveniente del monte, las pulverizaciones que contaminan las aguas, los suelos y su cuerpo y también los ataques directos al proio cuerpo de cada campesino son las formas que el modelo económico y productivo concentrador ha escogido para amedrentarlos y así obligarlos a dejar sus espacios de vida. Lejos de ello cada familia campesina resiste día a día a partir de las acciones cotidianas.
Como nos enseñan desde hace décadas nuestras Madres y Abuelas en su lucha inclaudicable, el futuro libre, justo y soberano de nuestro pueblo no podrá forjarse mientras no exista MEMORIA, VERDAD y JUSTICIA.
Frente a la persecución e intentos de desalojo que sufren y frente a los que resisten miles de familias campesinas de nuestro país, demandamos el urgente tratamiento y sanción del proyecto de ley de freno a los desalojos, presentado por las organizaciones campesinas en el Congreso de la Nación y su ampliación para que el mismo contemple una regulación del uso social de la tierra, bien común no renovable y estratégico tal como lo resalta continuamente nuestra Presidenta.
Profundizar hoy es sinónimo de avanzar en la construcción de un modelo productivo inclusivo y sustentable ambiental, económica y socialmente, que garantice la soberanía y la seguridad alimentaria y democratice el acceso al agua y la tierra.
Por la memoria de nuestros mártires y comprometidos con el proyecto nacional, popular y democrático, nos comprometemos para seguir construyendo estas propuestas.