Tomar una decisión es uno de los trances más difíciles que vivimos. Muchas veces las mujeres para tomar una decisión podemos estar dando vueltas horas y horas, y quizás terminamos el día sin resolver la situación. El hecho es que no tomar decisiones implica depender de otros, y depender de otros implica a su vez, sentirse inferior. Cuando no podemos tomar las riendas de nuestra vida corremos el riesgo que otro lo haga por nosotras.
Si alguna vez estuviste internada o enferma en cama, recordarás qué feo es cuando querés algo y tenés que pedirle a otro que te lo alcance, hasta para un vaso de agua tenés que depender de alguien, ¡eso es tremendo! Las personas prefieren ser independientes, sin embargo, cuando evitamos tomar decisiones y esperemos que el otro lo haga por nosotras, estamos dependiendo de la decisión de un tercero para nuestra vida.
A veces las mujeres “decidimos” no “decidir”, y es allí cuando comenzamos con un proceso de deterioro en nuestras vidas parándonos en una condición inferior frente a quienes toman la decisión por nosotras. Algunas mujeres dicen: “si otros toman las decisiones por mí, seguramente van a tomar mejores decisiones que yo”…
·yo sé que mi marido puede tomar mejores decisiones que yo en esta área,
·yo sé que mis hijos pueden tomar una mejor decisión en esa circunstancia,
·yo sé que las cosas van a mejorar cuando los otros tomen decisiones por mí.
Sin embargo esto es un error. Seguramente hoy te encuentres haciendo cosas que otro decidió por vos y no son las que vos hubieras elegido para tu vida. La gente siempre querrá que vos hagas lo que ellos quieren, pero sos vos quien tiene la autoridad para decidir qué deseás hacer. ¿Cuántas decisiones tomaste basada en el gusto de tu marido o de tus hijos? Desprendete de esas decisiones.
Si cada tanto mirás hacia tu interior y ves cuáles son las ideas que no son tuyas y que son ajenas, cuáles son los pensamientos que no te corresponden, si comenzás a hacer este ejercicio seguramente descubras que cada tanto te encontrás realizando algo que vos no decidiste.
Incorporá este proceso de limpieza como un hábito, revisá si tus expectativas son propias o ajenas.
No te engañes a vos misma, no bases tus decisiones en las emociones. La mayoría de las veces, las mujeres decidimos con nuestras emociones, “hoy decido esto porque estoy contenta”, “mañana estoy triste decido otra cosa”.
Cuando hagas algo, o establezcas una relación con alguien, dejá en claro qué es lo que querés, lo que buscás y esperás obtener de esa relación o situación que estás viviendo. Todos tenemos un interés cuando hacemos algo. ¿Cuál es el tuyo en esa relación que estás entablando? No hagas silencio, hablá con amor, pero hablá lo que esperás de la vida, hablá de tus sueños y tus expectativas. Ya sea en una relación de amistad, de trabajo, no ocultes tus palabras, manejate con la verdad y de esa forma perdurará ese vínculo y estarás actuando y decidiendo a favor de tu vida y de tus sueños.