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Alejandra Stamateas
Jueves, 8 de febrero de 2018
Quiero y puedo
¿Hay cosas que te gustaría hacer pero no te atrevés? Tal vez pensás: “me gustaría hacer un viaje, volar en parapente, emprender un negocio”, y siempre terminás concluyendo: “pero no me animo”. Hay áreas en nuestra vida que a veces están detenidas, y si bien nos gustaría lograr mucho más, no nos atrevemos: tenemos el “síndrome del no me atrevo”.


Algunos especialistas afirman que una persona que no se atreve es alguien que ha sido criado por padres muy autoritarios o que no ha tenido la oportunidad de recibir educación, y por esta razón creció con miedo a arriesgarse en la vida. Otros aseguran que las personas que han sufrido violencia y cuya estima ha sido muy lastimada suelen ser personas que no están dispuestas a aceptar riesgos.

También hay personas que vienen arrastrando de generación en generación conceptos equivocados como el de la predestinación: como el destino está escrito, no vale la pena arriesgarse a hacer algo nuevo. Otro concepto que muchas personas que no se atreven a arriesgarse tienen arraigado es el del rescate prematuro, que consiste ayudar a alguien antes de que pida ayuda.

“Dejá que yo lo hago” es una frase que muchos escuchamos de parte de nuestro padres cuando éramos chicos, y si bien puede entenderse como un acto de amor, lo cierto es que en las mujeres este acto genera impotencia, la sensación de que no podemos, de que no estamos capacitadas. Ese es el gran problema de cuando nos rescatan prematuramente, sin que pidamos ayuda.

Para salir del síndrome del no me atrevo, lo primero que debemos hacer es asumir un comportamiento capaz, y eso se logra cuando no asociamos error con incapacidad. Que nos equivoquemos no significa que no sirvamos, simplemente nos equivocamos, y al equivocarnos entramos al circuito de éxito-fracaso, es decir, esto me sale bien, esto me sale mal. Este circuito éxito-fracaso es la manera de aprender.

Por otro lado, frente a cualquier situación difícil, tenemos que pensar que nadie va a venir a nuestro auxilio —aunque sí haya alguien que nos puede ayudar—, y por lo tanto, debemos ver cómo resolveremos solos el problema.

Es importante que siempre podamos pensar cómo solucionaríamos nuestros conflictos, porque ciertamente en nuestro interior tenemos todas las respuestas a todas las dificultades que se nos presenten.


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