En el año del 30º aniversario de la Bienal de Esculturas, regresan a la ciudad de Resistencia los primeros escultores, aquellos amigos que fueran invitados a finales de los `80 a participar de esta movida que daba sus primeros pasos. Es altamente enriquecedora su mirada vista retrospectivamente, porque ratifica el crecimiento de esta propuesta cultural que no ha cesado de evolucionar desde su primera edición. Los testimonios fueron tomados en el año 1995.
“En los primeros concursos tenía miedo: nunca había salido del taller, uno estaba en ese box y suponía que en cualquier momento te tiraban bananas, maníes, porque estabas como adentro de una jaula, pero la respuesta del público es tan linda que después a uno le gusta” confesaba Néstor Vildoza, escultor de La Rioja. Por su parte, Rafael Joaquín Roca, escultor de la provincia de Río Negro, destacaba que “esto es revolucionario, no sé si hay consciencia de lo que significa abrir la puerta del taller a la gente. Estos eventos van a hacer mucho más humanista y menos narcisista la escultura.”
“Era imposible que un escultor se plantara con sus herramientas en una plaza para trabajar y eso creo que es una conquista. No hay que tenerle miedo, es fantástico”, agregaba el escultor de La Pampa, Raúl Fernández Olivi. A su vez, Chalo Tulián, escultor de Mendoza, aseguraba que lo que ocurre en Resistencia es algo único. “Conozco varios encuentros en Argentina y esta concurrencia masiva del público sólo se da en Resistencia.”
“La gente pregunta como una manera de acercarse al autor de forma personal y eso es muy importante”, continuaba Roca. “A veces uno está muy embalado con el trabajo que está haciendo y no se da cuenta, pero es importante dedicarle tiempo a la gente, porque si no no tiene sentido, si esto fuera solamente hacer la obra, nos encerraríamos en nuestro taller y la haríamos más cómodos.”
Además, no se trataba tan sólo de realizar la obra. Como explicaba Fernández Olivi, “hay una actividad docente que tenemos que hacer en el público: tratar de entender su lenguaje, y al lenguaje del arte reunirlo con unas respuestas bastante simples, que es muy difícil dar”.
“El haber posibilitado que la gente conviva con las esculturas, con el arte, crea desde el niño una mentalidad distinta, uno ve que cuidan las esculturas, algo que no ocurre en otras partes” destacaba Tulián. En todo caso, “uno observa en la ciudad de Resistencia cierta base social de inmigrantes que evidentemente vinieron con proyectos muy concretos. Este concurso no sale de la nada, como caído del cielo, por iluminación: acá hay una base, una estructura. El Fogón de los Arrieros y la gente que componía ese Fogón han tenido mucho que ver en eso. Hay una acción que es lo más importante que uno ve.”