Señor Gobernador, no puedo decir que tengo el agrado de dirigirme a Ud en esta oportunidad, ya que los motivos que me llevan a escribir estas líneas estrujan mi alma rompiendo mi atribulado corazón…
Estos días estuve recorriendo algunos de los barrios más marginados de nuestra querida Resistencia, entre ellos San Antonio y La Rubita. Y la realidad de la cual pude ser testigo ha helado mi sangre.
Me encontré con personas viviendo en un estado deplorable, en asentamientos precarios, entra la basura, rodeados de agua servida, residuos pudriéndose, ratas, cucarachas, animales enfermos y todo tipo de alimañas.
He visitado un merendero que se encarga de brindar alimentos a más de 40 niños y vergüenza me dio ver en las condiciones en las que esos chiquitos tienen que ir al baño, apenas tenían un excusado rodeado de chapas de zinc, terriblemente sucio, precario, y por una cuestión humanitaria y cristiana dada mi formación política no pude mirar para otro lado, por lo que mandé de inmediato a que se les hicieran baños decentes.
Los hermanos de este barrio no tienen para cubrir sus necesidades más básicas. Tienen HAMBRE Sr. Gobernador. No tienen agua potable, no cuentan con sanitarios ni viviendas dignas, están enfermos, olvidados por el Estado, en completo estado de abandono de persona, y lo más triste, es que todas estos niños que tienen la desgracia de nacer en estas condiciones, se encuentran condenados a vivir las mismas miserias de sus padres, sin posibilidad alguna de poder salir adelante, ya que con hambre en sus pancitas y tristezas en sus almitas, no pueden siquiera pensar en acudir a la escuela para educarse y así aspirar a una mejor calidad de vida. Estos niños desnutridos y enfermos, que han sido dejados atrás por este macabro sistema, no pueden desarrollar sus mentes, cuerpito y cerebros como debiera ser, de manera que nunca podrán tener las capacidades mentales de un niño normal que ha adquirido los nutrientes elementales durante sus primeros años de vida, por lo que el daño que se les ocasionó es irreversible.
No le estoy escribiendo hoy como Secretario General ni como persona pública, sino como ciudadano consciente y preocupado por mis hermanos más carenciados y exijo que tome cartas en el asunto y se encargue de asistir a esta pobre gente.
Me niego a aceptar que en una ciudad capital en donde tantos funcionarios se encuentran siendo investigados por fraude al Estado y enriquecimiento ilícito y con una Casa de Gobierno allanada, a pocos metros tengamos hermanos sumidos en la miseria, muriéndose de hambre como de enfermedades, siendo ignorados y abandonados por el Estado.
Ruego a Dios ilumine su mente y su alma y pueda hacerse eco de este pedido desesperado.