“La gordita”, “la dulce”, “la llorona”, “la caprichosa”, “la buenita”, “la alegre”, “la divertida”, “la inteligente”, “la vaga”, “la creída”, “mami”, ¿de cuántas maneras además de tu nombre de pila te llamaron a lo largo de la vida? Frente a tantos nuevos nombres que la gente nos da, la única conclusión a la que podemos llegar es que cuando el otro te define, esa definición tiene más que ver con el otro que con vos.
Debemos recordar que descubrir quiénes somos es una tarea que nos toca a nosotras mismas, no a los demás. Profundizar en conocernos nos ayuda a amigarnos con nosotras, porque al conocernos escuchamos más lo que necesitamos y no tanto lo que necesita el otro. Profundizar en quienes somos también nos ayuda a darle dirección a nuestras vidas.
Por otra parte, al reflexionar en nuestra identidad logramos entender que tenemos capacidades. Muchas veces los problemas nos enferman, nos angustian, y no nos damos cuenta de que tenemos capacidades para resolver cualquier dificultad. Asimismo, cuando profundizamos en nosotras nos damos cuenta de que somos únicas, que no hay nadie igual a nosotras. Este es un concepto que siempre tenemos que recordar, porque lo peor que nos puede pasar es querer imitar a otra persona.
Nuestros padres, la gente, nosotras mismas nos hemos puesto nombres a lo largo de la vida, y muchas veces, en lugar de actuar como quiénes somos realmente, actuamos de acuerdo a esos nombres. Muchas mujeres se preguntan para qué están en este mundo, si será solamente para casarse y tener hijos, para trabajar de sol a sol, para cuidar a sus nietos, pero lo que en realidad deberían preguntarse es cuál es su propósito en el camino de la vida, porque cuando encontramos nuestro propósito, descubrimos nuestro nombre.
Si permanecés en el nombre que la gente te dio vas a terminar actuando eso que dicen que sos: “vieja”, “mala”, “resentida”, “la que nunca va a lograr nada”, “la inútil”.
Recordá: sos todo lo que necesitás para salir adelante en la vida. No permitas que los demás te definan, correte del nombre que te pusieron, y cada vez que venga un nombre que no es el que tenés, un nombre negativo, que te menosprecia, ponele freno y decí: “No. Yo tengo un nombre en mi corazón: el nombre que supera a todos los demás nombres que alguien quiera ponerme: ¡soy “mujer”, soy suficiente y tengo las herramientas que necesito en mi interior para ser feliz!