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Por Gabriel Solano
Martes, 8 de mayo de 2018
Un gobierno fracasado nos lleva al FMI
El anuncio de Macri de que buscará un rescate del FMI fue la confesión más contundente de que las medidas anunciadas de manera improvisada al fin de la semana pasada habían fracasado. La suba de la tasa de interés al 40% y la obligación de que los bancos se desprendan de parte de sus tenencias en dólares no lograron revertir la corrida contra el peso. La corrida cambiaria comenzó a entrecruzarse con la caída de la bolsa. La cotización de las empresas argentinas en Wall Street y en la bolsa local se derrumbó aún más que la moneda. La pérdida de valor en pocos días adquirió una velocidad inusitada.

Lo precipitado de la decisión debe entenderse por el contexto. El próximo martes vencen Lebac por un equivalente a 600.000 millones de pesos y la posibilidad de que se renueve ese monto fabuloso era improbable. Se corría el riesgo cierto de una corrida aún más fuerte que las vistas estos días, que llevase el dólar a 30 pesos.

El anuncio de que mañana finalmente se aprobaría en el Congreso la ley de mercado de capitales en acuerdo con la oposición pejotista no causó tampoco el fenómeno esperado. Sencillamente, llegó tarde. La desregulación aún mayor del sistema financiero, favoreciendo todo tipo de mecanismos especulativos, no logró atraer al capital financiero internacional; al revés, la única puerta utilizada fue la de salida.

Macri y Dujovne atribuyeron la aceleración de la crisis económica a las condiciones internacionales, en particular a la suba de la tasa de interés de los EEUU y al valor ascendente del petróleo. Sin embargo no explicaron por qué la corrida cambiaria se concentra en Argentina y no ocurre lo mismo en otros países. El peso argentino fue la moneda que más se devaluó en lo que va del año, esto a pesar de tener la tasa de interés más alta. Este premio a la especulación financiera tampoco detuvo la fuga de capitales, que llegó a los 8.000 millones de dólares en los últimos meses.

El impacto tan brutal del cambio de las condiciones internacionales en el país no solamente habla de que Argentina, por el endeudamiento serial llevado adelante hasta ahora, se ha transformado en un país francamente vulnerable. Tiene que ver además con la crisis interna. Durante los dos años de gobierno macrista se acumularon una serie de contradicciones que acaban de hacer implosión: tenemos un déficit fiscal que supera el 7% del PBI, un déficit comercial récord que marcha a un ritmo de 18.000 millones de dólares anuales y de balanza de pagos de 30.000 millones. El ingreso de capital de corto plazo –el llamado carry trade– valorizó artificialmente la moneda local agravando todas las contradicciones. El BCRA, por su lado, se transformó en una bomba de tiempo para toda la economía. Las LEBAC, que superan el 1.2 billón de pesos, requieren una emisión enorme para hacer frente a intereses que con una tasa del 40% superan los 480.000 millones de pesos anuales.

La inviabilidad del plan económico se puso de manifiesto en un detalle nada menor: Aranguren debió renegociar el aumento de las naftas con las petroleras –aunque sólo consiguió que se haga en tres cuotas del 4% cada una–, ante la evidencia de que un aumento que siga el tipo de cambio hubiese representado intolerable y hasta detonado una rebelión popular. Pero la dolarización de las tarifas y precios fue concebida para las devaluaciones; si cuando ésta ocurre no se puede aplicar quiere decir que estamos ante una economía inviable.

La vuelta al FMI representa el intento de un salvataje que sirve para refutar que Argentina tenía reservas suficientes para hacer frente a una fuga de capitales que se transforme en una crisis financiera y bancaria. La vuelta al FMI no será gratis: representa antes que nada la decisión de avanzar en un ajuste de enormes dimensiones. En su informe de la revisión del artículo IV, el FMI recomendó bajar las jubilaciones, subir la edad para jubilarse a los 70 años, despedir empleados públicos y avanzar decididamente en la reforma laboral. Un ajuste de este tipo refuta toda idea de ´gradualismo ´ y plantea un choque aún más agudo con los trabajadores y todo el movimiento popular.

Ante el fracaso del gobierno y su intento de descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, es necesario pasar de inmediato a la acción. Es necesario un paro activo de la CGT, la CTA y todos los sindicatos contra el acuerdo con el FMI, para voltear el tarifazo y la reforma laboral, e imponer una reconvocataria inmediata de las paritarias.

Para que la crisis no la paguen los trabajadores es necesario un programa de fondo: anular el tarifazo, nacionalizar los recursos naturales y energéticos, nacionalizar la banca para parar la fuga de capitales y repudiar el pago de la deuda usuraria.



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