A propósito del debate parlamentario sobre el aborto
Los Diputados Nacionales del nordeste han fijado, finalmente, posición sobre el proyecto analizado en la Cámara baja y aparentemente votaron en consecuencia. Cada uno a su manera hizo lo que entendió adecuado, pero un aspecto importante fue pasado por alto sin que casi nadie tome nota.
Luego de largas horas de discursos, de encendidas posturas y una tensa vigilia en las calles, se concretó una ajustada e histórica votación. Ya quedó habilitada la siguiente escala de esta propuesta, es decir la del Senado.
Algunos interesantes reportes periodísticos de la región contabilizaron cuantos legisladores sentaron postura de un lado y del otro, poniendo inclusive mucho énfasis en la calidad de las exposiciones públicas.
Indudablemente, lo de despenalizar el aborto nunca estuvo en agenda ni política, ni legislativa al momento de que los actuales diputados fueran oportunamente electos. No lo estaba en 2015, ni tampoco en 2017.
Por esa razón resulta algo difícil cuestionar demasiado cualquiera de sus posiciones ya que estos asuntos no fueron temas de discusión durante las campañas políticas en las que esos dirigentes resultaron elegidos.
Lo que claramente quedo en evidencia es que muchos de ellos no son excelentes oradores y que a la hora de razonar tienen serias dificultades para hilvanar una secuencia de ideas y conectarlas con cierto criterio.
Independientemente de la vereda en la que haya quedado parado cada parlamentario en este debate, lo que es indudable es que los locales no estuvieron entre los más destacados de esa extensa lista de interlocutores.
Tampoco eso sería un problema en sí mismo. Solo que pocas veces en la historia política de un país se presentan oportunidades tan claras como estas de que gran parte de la sociedad este tan pendiente de una sesión.
Ahora no se debe pasar por alto un aspecto enormemente trascendente que tiene que ver con la representación de los legisladores. Los que ocupan una banca en esa Cámara no están allí para establecer posturas personalísimas.
A veces se pierde la perspectiva y se desatiende lo realmente importante. Un Diputado Nacional representa a los habitantes de su provincia y no a un bando político partidario, a un sector social, ni siquiera a sí mismo.
Mucho se ha dicho en la previa sobre la libertad de conciencia. Podría ese ser considerado un punto relevante pero, sin menospreciarlo, sigue siendo una mirada muy individual que excluye la cuestión de la representatividad.
Nadie dice que hubiera sido simple salvar esta compleja cuestión, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que esta temática no fue promesa de campaña, pero sí se podría haber intentado hacer algo concreto al respecto.
Por ejemplo algunos legisladores fijaron posición tempranamente, inclusive antes de tomar contacto con el proyecto legislativo. No se permitieron ni siquiera la lectura del mismo. Mucho menos el conocer otros argumentos.
Obviamente que en esos casos se ha tratado de personas que tenían miradas preexistentes sobre este asunto y no es que dichas visiones se derivaran de preceptos partidarios o de sus respectivos líderes políticos.
De hecho, la eterna ambigüedad de la política nacional y domestica dejó al desnudo, nuevamente, la absoluta ausencia de posturas sobre los temas importantes que tienen los partidos tradicionales por estas latitudes.
No hay principios de ningún tipo, no hay convicciones profundas, tampoco marcos genéricos que al menos orienten, ni siquiera existen ámbitos adecuados para establecer debates ni fuera ni dentro de los partidos.
Otros Diputados prefirieron jugar a las escondidas, se hicieron los misteriosos, ocultaron deliberadamente posturas ya conocidas por sus entornos para luego aparecer como comprometidos con ciertos ideales.
Faltó nivel y vuelo intelectual y se notó demasiado. Faltó talento personal y también cintura política, pero lo más criticable es que faltó humildad para entender que están allí para representar a otros y no solo a sí mismos.
Pudieron organizar gigantescos encuentros con la sociedad civil, consultar a los más afamados especialistas, a los académicos y a los intelectuales, rodearse de los mejores, estudiar hasta el cansancio, comparar legislaciones y hasta involucrarse. No lo hicieron y se notó mucho.
La mayoría de los ciudadanos de la región, más allá del lado en el que se ubiquen frente a esta polémica, pueden haberse sentido totalmente decepcionados, difícilmente estarán orgullosos de sus representantes, porque simplemente no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Ahora le toca al Senado. La dinámica será diferente por muchos motivos, pero algo de lo descripto anteriormente también le cabe en esta ocasión a quienes pronto tendrán que votar allí este controvertido proyecto.
Ante los errores se pueden tomar distintas actitudes. Hacer de cuenta que no existen y repetirlos hasta el infinito es siempre una opción. Otra variante es asumirlos y aprender de ellos para que la próxima vez no se repitan.