Por este camino, no hay futuro para las PYMES y la producción nacional
Sr. Presidente de la Nación: Desde la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME) expresamos nuestra profunda preocupación pos sus palabras del día de ayer al ratificar cuál es el camino que propone para salir de la actual crisis y arribar a un futuro de supuesto crecimiento.
Los micro, pequeños y medianos empresarios constituimos parte esencial del tejido productivo en todo el país. A nuestras empresas les va bien cuando al conjunto de los argentinos les va bien, porque dependemos esencialmente del mercado interno y de la marcha de la economía real, esa que no aparece contemplada en el camino que usted ha trazado desde el inicio de su mandato y que ahora profundiza dejando el timón en manos del FMI.
Desde nuestra entidad, alertamos ante las primeras medidas económicas dispuestas por su gestión: “En estos primeros 30 días de gobierno, hay una certeza: se trata de desmantelar todos los elementos de que dispone el Estado para intervenir efectivamente en áreas esenciales. Desde la perspectiva de las Pymes y los productores, lo primero que surge es la desorientación en cuanto a las variables en los planos productivo, impositivo, financiero y de protección de la industria nacional”.
Cuando comenzaron a hacerse sentir las consecuencias negativas de la desregulación cambiaria y financiera, la apertura comercial irrestricta y la caída de la demanda en el mercado interno, desde la entidad comenzamos a pedir se declarara la Emergencia Pyme. No sólo no se nos escuchó. Se avanzó redoblando la apuesta hacia un modelo económico basado sobre el endeudamiento externo para cubrir el enorme déficit en dólares que esas políticas trajeron aparejado.
Hoy, ante el peligro de insolvencia al que al que llevó el desproporcionado crecimiento de la deuda, se pide a los sectores más castigados realizar mayores sacrificios, tal como lo demandan las consabidas recetas de ajuste del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, los micro, pequeños y medianos empresarios advertimos que el sacrificio es altamente desigual.
Concretamente: la crisis que perjudica a las Pymes y al trabajo nacional, beneficia al sector financiero de intermediación, a los especuladores locales y globales, a las grandes empresas formadoras de precios, al complejo agroexportador, las compañías mineras y de energía, que ven crecer sus dividendos con viento a favor. En tanto, las Pymes cierran o deberán “reconvertirse”. Que es lo mismo, porque ninguna pequeña empresa se crea, crece y se sostiene con esfuerzo de generaciones para terminar cambiando de rubro, perdiendo capital achicándose y despidiendo a sus empleados.
Esto no sucede a causa de la “ineficiencia” de nuestras empresas, sino por decisiones de políticas económicas que nada tienen que ver con el fomento de la producción y el trabajo nacional, y de un Estado que renuncia a su papel de velar por los intereses del conjunto de los sectores que constituyen el entramado económico y social.
Estas políticas se reflejan hoy en el proyecto de Presupuesto Nacional que su Gobierno y el FMI buscan imponer. Tal como está planteado, es un Presupuesto para el sector financiero, no contempla un crecimiento del consumo interno ni el fomento de la economía real, quita recursos al trabajo y a las políticas de apoyo sectorial.
Ya que de asumir la “realidad” se trata, el Presupuesto, que determina el futuro económico, debe contemplar los intereses de todos los actores productivos y sociales, que deben ser escuchados en el Congreso. Y además debe adecuarse a los nuevos parámetros monetarios y a la toma de nueva deuda, que parece ser principal objetivo de estas políticas.
Lamentablemente, los recursos obtenidos a través del endeudamiento, no se destinarán a la inversión productiva y la creación de empleo genuino, sino a atender los intereses de la deuda para continuar por el mismo camino que nos ha llevado al aumento de las cifras de pobreza que usted mencionó en su discurso.
Pero la pobreza no es un hecho aislado: es resultado del aumento del desempleo, la caída de la actividad en todos los rubros de la economía real, la destrucción de la industria, el comercio, los servicios y las economías regionales, la falta de toda posibilidad de financiamiento, las altísimas tasas de interés, el alza de insumos y tarifas dolarizados, la inequidad tributaria, la alta inflación con una perspectiva de devaluación creciente que condena al consumo masivo y a las Pymes a la extinción.
El nuevo programa que anunció la directora del FMI junto con el ministro de Hacienda, como usted mismo lo ha expresado, profundiza este camino de mayor pobreza, recesión y pérdida de puestos de trabajo para millones de compatriotas. El ministro de Producción, por su parte completó el panorama diciendo que el futuro mejor, cuando llegue, será para quienes exporten. Es decir, para un mínimo porcentaje de empresas Pymes.
Le pedimos que nos escuche, queremos participar de las discusiones para buscar una alternativa a este modelo económico, porque estamos convencidos de que no hay “un solo camino” posible. Es indispensable que, con el mismo realismo con que se dan algunas cifras, se vea la realidad del sector que da el 80 % del trabajo y constituye más del 90 por ciento de las empresas del país. Los empresarios Pymes no somos los que “un día serán grandes”. Ese razonamiento relega a decenas de miles de productores, industriales, prestatarios de servicios y comerciantes a la base de una pirámide donde sobrevive el más “apto”.
Sin embargo, todos somos aptos, estamos comprometidos en nuestra tarea diaria y dispuestos a poner el hombro junto con los trabajadores ocupados y desocupados, los jubilados, la economía social, los cooperativistas, los docentes, los estudiantes, los médicos, los investigadores y científicos, no sólo para arribar a “la otra orilla”, sino para tener un horizonte de bienestar y crecimiento conjunto.
Lo que necesitamos no son prebendas, alivios ni discursos salvadores, sino un proyecto económico, productivo y social que nos incluya y un Gobierno que no nos deje librados a la peor tormenta, la de un país que renuncia a sus decisiones soberanas, a su propio desarrollo y a una vida digna para todos sus habitantes.