El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas derrocaron al Gobierno constitucional e instalaron en nuestro país la dictadura militar más sangrienta de la historia nacional. A lo largo y a lo ancho del país desplegaron su plan de terror, miedo, violencia. Persecuciones, amenazas, muertes, desapariciones de personas, fueron una constante a partir del golpe militar.
La última dictadura militar ha marcado una fractura histórica en el devenir histórico argentino: hay una Argentina anterior a 1976 y otro país posterior a 1983. El retorno a la democracia significó la destrucción de una país profundamente conflictivo pero vital, aunque débil y empobrecida, que aún después de transcurrido más de un cuarto de siglo de su recuperación, aún no alcanza a cobrar forma definitiva, muchas veces por el exceso en el ejercicio de los derechos que afecta los derechos de otros; otras por no encontrar los mecanismos para el abordaje y resolución de las problemáticas del ciudadano. Como era habitual en estos golpes, las Fuerzas Armadas anunciaron su propósito de reconstruir una auténtica democracia republicana. Mientras tanto asumían la totalidad del poder, que repartieron entre las tres fuerzas, y suspendieron la vigencia del orden jurídico. Sólo quedó en pie una débil institucionalidad, que tampoco fue respetada por la dictadura. Los militares no solo se propusieron restablecer el orden sino eliminar de raíz las causas profundas de los conflictos: la implementación de una práctica estatal de un terrorismo clandestino. La operación y sus fases son hoy bien conocidas: el secuestro, la tortura, la detención en campos clandestinos y la desaparición final. La Justicia Argentina ha establecido que se trató de un PLAN GLOBAL, con una necesaria organización administrativa, cuyas decisiones finales- la ejecución y desaparición- eran tomadas por jefes del más alto nivel. La represión se extendió a todo tipo de militancia social y política: obreros, estudiantes, sacerdotes, abogados, periodistas, etc., fueron los grupos más castigados. La represión brutal y un discurso masivo monolítico e incontestado aseguraron el triunfo de la dictadura por sobre cualquier disidencia. Terrorismo, secuestro, violaciones, torturas, desaparición de personas, fusilamiento, etc etc, ha ido cambiando el ánimo de la sociedad. Y comienzan a hacerse sentir voces disidentes: la Iglesia, los sindicatos, los partidos políticos, y otras muchas provenientes de la sociedad misma, como la que se escuchaba en los juveniles recitales de rock. Sobre todo, fue la voz de las organizaciones defensoras de los derechos humanos y en especial las madres de plaza de mayo. La protesta fue ganando la calle. La sociedad recobraba su voz, y comenzaba a acosar al régimen militar que buscó una salida desesperada. Comenzó así el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que, paradójicamente, abriría profundas heridas en la sociedad argentina. Las primeras medidas del Gobierno militar consistieron en suspender la actividad política, prohibir las agrupaciones de izquierda, mantener el Estado de sitio, crear Consejo de Guerra y volver a instaurar la pena de muerte. Al mismo tiempo, se intensificaba la represión ilegal en todo el país. Tras la reinstauración de la democracia, en 1983, se comprobó la existencia de cientos de centros de clandestinos de detención. Las agrupaciones de los derechos humanos, por su parte, denunciaron la desaparición de 30.000 personas.- Dentro de los desaparecidos, está DORITA NORIEGA, joven sanmartiana que aun hoy, su madre espera que alguien le pueda decir dónde ESTA????? . Información ampliada en el Libro de Historia local "El Zapallar, tenemos historia" de Rubén O. Guillón.-