Coincidentemente con la celebración del bicentenario de la independencia Argentina,mucho se habla y se escribe en estos días acerca del “segundo semestre”, refiriéndose en cierto modo a la “garantía de fábrica” del gobierno nacional de Cambiemos que encabeza Mauricio Macri.
Y digo coincidentemente porque a 200 años de aquella gesta patriótica, los argentinos nos encontramos abocados a refundar la República, y con ella la esperanza de un pueblo que ha sentido en carne propia las terribles consecuencias del atropello, el engaño, las mezquindades y la corrupción.
Intentaron hacernos olvidar lo que significa vivir en un país en el que se puede ser valorado y respetado especialmente si se piensa diferente. Intentaron hacernos olvidar que se puede vivir en un país cuyos gobernantes sean personas de bien, honestas, con valores éticos y morales y cuyo objetivo supremo sea el bien común.
Es posible que un gobierno genere mayor o menor expectativa respecto de su gestión política o económica, pero es imposible que genere mayor o menor expectativa acerca de su honestidad y de su compromiso con el futuro de nuestra Patria. No se puede ser un poco honesto y un poco comprometido. Sé es honesto o no. Se asume compromiso o no. Esa es la diferencia que genera confianza y esperanza en los pueblos, y de ellas emana la energía que nos hace capaces de enfrentar obstáculos, superar las crisis y unirnos en momentos difíciles. Nunca fue fácil, pero es precisamente eso lo que está ocurriendo, los argentinos hemos recuperado esa esperanza y confianza que sintieron nuestros patriotas aquel 9 de julio de 1816.
El gobierno de Cambiemos, encabezado por el Presidente Mauricio Macri, enfrenta innumerables y complejos desafíos luego de haber recibido un país devastado por el desmanejo del dinero público y la corrupción: 700% de inflación acumulada; el 40% de la población en situación de pobreza y sin acceso a servicios elementales como agua potable, vivienda o cloacas; casi 15 millones de argentinos dependiendo de planes sociales sin obra social ni aporte jubilatorio; 50% de deserción escolar en el nivel medio; exceso de gasto público; déficit fiscal superior al 7% del PBI; estadísticas oficiales manipuladas para esconder inflación, desocupación y pobreza; 2,4 millones de jubilados a los que se les negó el 82% móvil mientras los fondos de la Anses eran utilizados para cualquier otra cosa menos para dar respuestas al sector pasivo; estancamiento de la economía; aislamiento internacional producto de deuda en default ; ausencia de federalismo; fuerte presencia en el país de los más importantes cárteles del narcotráfico, y más. Mucho más.
Todo esto se puede ver como obstáculos que pueden vencerse o no. Eso representaría una visión estática de los problemas.Pero existe otra visión del desafío: asumirlo con el compromiso de resolverlos aceptando que las diferencias existen y que hay que aprender a convivir con ellas para poder avanzar en un mundo dinámico, de construcción de una nueva humanidad que necesita de personas sensibles, competentes, honestas, capaces de creer que se puede hacer, que no todo está definido y que el camino, aunque largo y difícil, espera nuestra contribución.
Ese es el principal desafío del “segundo semestre”, de los semestres venideros y por siempre, y no el que tratan de imprimirle quienes nos han robado todo, también el futuro. Todos debemos acompañar este enorme reto en el que la historia nos vuelve a colocar luego de 200 años. Eso no implica que no estemos atentos al cumplimiento no solo del contrato político, económico y social asumido con la sociedad sino también del ético y moral. Definitivamente tenemos que asumir que el primero indefectiblemente viene de la mano con el segundo si verdaderamente pretendemos construir un país diferente para nuestra descendencia. Si bien somos una Patria joven, tenemos bastante historia sobre nuestra espalda para saber que si no estamos dispuestos a protagonizar ese cambio, estaremos abriendo las puertas a un nuevo período en el que reinarán los intereses personales y sectarios que fueron una constante en el país y nos han conducido a revivir los desaciertos de los últimos 200 años.
No permitamos que oportunistas y agoreros le pongan plazos a la reconstrucción de la República que han arrasado. No permitamos que condicionen el tiempo de nuestro esfuerzo para transformar la sociedad. No permitamos que le pongan fecha de vencimiento a la esperanza de ser gobernados por gente decente, idónea y comprometida. Así como han utilizado todo su tiempo para dejarnos un país devastado, tenemos derecho a tomarnos el tiempo necesario para reconstruirlo y disfrutarlo. Porque tenemos el derecho de vivir con dignidad, en un marco de justicia, de paz y de armonía donde nadie quede afuera, poniendo nuestros brazos, nuestras manos, nuestras inteligencias, nuestra voluntad y sobre todo nuestro corazón con entrega generosa, sin egoísmos, sin miedo. Y sin desesperación, la historia nos muestra que nunca ha sido buena consejera ¡VIVA LA PATRIA!
(*) Elina Nicoloff – Presidente Comité Provincial UCR